Los bicicarriles urbanos abandonan su tradicional color rojo y se pasan al negro, mucho más barato pero según los ciclistas urbanos más peligroso, una decisión que está levantando polémica en capitales donde la bicicleta está muy extendida, como Donostia. El colectivo de ciclistas urbanos Kalapie se ha mostrado favorable a que los bidegorris sigan siendo de color rojo y no negros, como el asfalto, según el plan que maneja el Ayuntamiento de Donostia.
La anterior responsable del Departamento de Movilidad, Pilar Arana, señaló que el objetivo municipal era que las bicicletas quedasen integradas también en la circulación en las calzadas. Ahora es Gasteiz la que alza su voz. La capital alavesa tiene una gran red de bicicarriles, de casi 200 kilómetros y, de hecho, fue la primera en el Estado en tener un carril para bicis, que ya funcionaba en 1964.
Pero, desde hace cuatro años, ha sustituido el tradicional asfalto de color rojo por uno negro en los nuevos bicicarriles, porque es más económico y envejece mejor. En concreto, según argumenta la teniente de alcaldesa, Beatriz Artolazabal, el asfalto rojo “funciona peor, se disgrega y se sueltan piedrillas con mucha más facilidad”, con lo que es “más peligroso y menos seguro”. Además, el rojo es 2,5 veces más caro que el negro y envejece peor. Son argumentos que convienen al bolsillo municipal, pero que no convencen a las asociaciones de usuarios de las bicicletas, como Bizikleteroak, que replican que lo que se gana en dinero se pierde en seguridad. Los ciclistas urbanos sostienen que la pintura roja sirve de separador claro, de manera que los coches y los peatones saben de un vistazo que están invadiendo el carril bici.
En otros países también se usa el verde o el azul, porque lo que importa es que se diferencie bien del negro de la carretera. ¿La solución salomónica que va a adoptar el Ayuntamiento de Vitoria? Pintar de un color diferente las intersecciones más peligrosas de los bicicarriles con rotondas y pasos de vehículos, es decir, donde se unen a la carretera.