Casos sangrantes, como el de Gijón, que pueden llegar a causar traumas que desembocan en suicidio, han vuelto a poner al acoso escolar (bullying) en primera plana. La situación no es nueva. La muerte del joven hondarribiarra Jokin Zeberio en 2004 conmocionó a todo Gipuzkoa. Hoy abordamos el bullying desde la teoría y la práctica con tres psicólogas. Desde el origen de la conducta agresiva, hasta el día a día de los colegios, el cara a cara con los padres y la dificultad que conlleva gestionar estos casos.

En Euskadi el curso pasado (2021-2022) se analizaron 1.098 posibles casos de bullying y 157 de ellos (14%) fueron reconocidos como acoso escolar. Otras encuestas entre alumnado arrojan cifras alarmantes, difíciles de poner en perspectiva. ¿Hay más casos que antes?

Las psicólogas de la UPV-EHU Aitziber Azurmendi y Eider Pascual aseguran que “sería difícil objetivar eso. ¿Hasta qué punto va a más o se observa más? Yo creo que se identifica más. Y lo que quizás más ha cambiado es la sensibilización de la sociedad y que estamos más atentos. Sí se le está dando más importancia en las escuelas, a las consecuencias, y los medios de comunicación estáis haciendo una labor de mostrar los casos más graves. Y eso es bueno”, dicen.

Aitziber y Eider son las directoras del Curso de Verano de la UPV-EHU que los días 13 y 14 de abordará la problemática del acoso escolar y sus causas en el Palacio Miramar de Donostia: Conducta Agresiva en la Infancia y la Adolescencia: desde las rabietas hasta el bullying, en el que también se abordará el ciberacoso.

Se dedican a investigar sobre conducta agresiva infantil, con niños y niñas entre cinco y nueve años. En definitiva, a entender por qué somos agresivos. ¿Pero dónde empieza el bullying? ¿A qué edad explotan estos comportamientos y por qué?

Los protocolos y programas de intervención “marcan como límite los ocho años”, pero ambas coinciden en que “hay que ir todavía antes, porque ya estamos viendo a edades más tempranas que hay niños que son más tímidos, otros más agresivos, y ves un gradiente de cosas” que alertan de futuras derivas.

“Se sabe que Primaria es una etapa escolar en la que empieza el bullying, pero hay que ir incluso antes”

Eider Pascual - Psicóloga de la UPV-EHU

Los datos avalan esta reflexión. De hecho, uno de los detectados el pasado curso en Euskadi se produjo en la etapa de Educación Infantil, entre los tres y los cinco años. Otros 58 casos en Primaria (6-11) y 98 en Secundaria (12 a 18).

“Hasta hace poco, Educación Primaria parecía muy pronto, pero en esto también ha habido pedagogía y se sabe que Primaria es una etapa escolar en la que empieza el acoso. Porque antes era una cosa de la adolescencia. Pero ahora, ya cuando hemos bajado a Primaria, te encuentras que incluso con siete años se pueden dar esas dinámicas entre agresor y agredido. Y ves colegios que no saben qué hacer porque el protocolo marcaba que había que empezar a intervenir a los ocho”, dice Eider Pascual.

La violencia tiene un caldo de cultivo. Azurmendi asegura que “hay una cosa que normalmente no sale a la luz cuando se habla de comportamiento agresivo en la infancia: ¿Y es el por qué?”, afirma. “Y cuándo nos preguntamos por qué, no queremos justificar esa conducta, sino saber por qué se da. Es decir, ¿qué beneficio saca el que acosa o el que agrede, de su conducta? Porque si no, no lo haría”.

Suena duro, pero “es así”. Ese balance en el que un niño o una niña desarrolla comportamientos de bullying es fruto de “un proceso inconsciente, muy sutil”, admite Eider Pascual: “Normalmente no perciben el daño que están causando y ahí vemos la necesidad de hacer ver a los agresores las consecuencias de sus actos. La clave creemos que es la empatía. La empatía protege de agredir”, reflexiona Pascual. Por otro lado, “la parte positiva es que la gran mayoría no acosa”.

“No hay niños malos; malo sería el que agrede por el placer de hacer daño y normalmente no es eso”

Aitziber Azurmendi - Psicóloga de la UPV-EHU

De forma involuntaria, y de algún modo, lo hacen porque “no les pasa factura y les reporta beneficios inmediatos fáciles de visibilizar: dependiendo de la edad, pueden ser recursos, conseguir cosas, o puede ser estatus, o el tema de parejas en edades más avanzadas. El asunto es que se obtienen un refuerzo”, lamenta Azurmendi.

El "beneficio" de agredir

Entender esto es clave, porque “no hay” niños malos, dice Azurmendi: “Para mí, malo sería el que agrede por el placer de hacer daño y normalmente no es eso”. Su compañera es de la misma opinión. “Yo me niego a aceptar que hay niños malos. Hay que conseguir que no tenga beneficios agredir”, apostilla Pascual.

Esta psicóloga cree que “lo que hay que conseguir es que si hay 20 en clase y dos son los protagonistas, la víctima y el agresor, los otros 18 tienen mucho qué decir ahí. Si el grupo no apoya al agresor, le penaliza, condena y dice: esto que estás haciendo no está bien, el agresor tendrá ese coste y hay un coste social de reputación por el que no va a pasar”.

En opinión de Eider Pascual, “hay que dejar de prestar tanta atención a la víctima, porque lo que ha tenido es mala suerte. Nada justifica que les haya tocado la china. Hay que trabajar con el agresor, para que deje de hacerlo, pero la parte más novedosa es incorporar a los observadores”, concluye Eider Pascual.