Irune Bernal, una zumaiarra de 23 años, iba a ser nuestra protagonista principal. La que pusiera voz y rostro a las siete mujeres estudiantes en este centro de 223 alumnos. Al final, se le une su compañera Naroa Eizagirre, natural de Aia. La foto no la hemos tenido que buscar demasiado. Responde a una realidad que nos asaltó en cuanto visitamos un centro de Formación Profesional en Gipuzkoa para hacer un reportaje previo sobre la FP. Las mujeres escasean en las ramas de perfil industrial. Una alerta más en vísperas del Día Internacional de la Mujer que se celebra el 8 de marzo.

Pese a la apuesta institucional por incorporar a las mujeres a los trabajos industriales, como paso importante en la reducción de la brecha salarial de género (el convenio del Metal es un referente salarial en todo Gipuzkoa), la realidad aún hoy es que las mujeres siguen siendo rara avis en los ciclos formativos o módulos directamente relacionados con la actividad industrial, que son precisamente los que más peso tienen en Oteitza Lizeo Politeknikoa de Zarautz, integrado en la red de Hetel. 

El 44% de las empresas vascas reconocía antes de la pandemia dificultades para encontrar personal con determinados perfiles

El 44% de las empresas, según un informe de Confebask previo a la pandemia de covid, no encuentra perfiles industriales apropiados. La robótica, la mecatrónica (un híbrido entre mecánica y electrónica) especialmente, la producción industrial, la electricidad, el mantenimiento y el mecanizado de piezas son el maná que piden las fábricas del territorio, huérfanas para afrontar la gran jubilación pendiente, que vendrá en los próximos años. Y todo ello, pese a que la FP vasca, con 45.000 alumnos en la actualidad, está en cifras récord. Únicamente incorporando a la mujer a estas formaciones industriales se podrá responder a esta demanda, aseguran.

Pasilleamos con Ion Gurrutxaga, el director del centro de Zarautz, y damos con Lucía, la única profesora de Oteitza Lizeo Politeknikoa; una entre 20 docentes. Ella sabe bien lo difícil que resulta intentar atraer a las mujeres a la formación de perfil industrial. Explica que se han organizado charlas y visitas a varias empresas de la zona, pero lamenta que las chicas “no vienen”. Le produce cierto desasosiego, porque considera que la industria goza de buena salud, es uno de los sectores mejor pagados y la mujer tiene mucho qué decir en ese sector.  

Clases con cero chicas

Volvemos con Irune, la joven que ha decidido explicar su experiencia, sus motivaciones, su realidad. Ya sabe lo que es trabajar en una fábrica, porque este es el segundo módulo superior de corte industrial que hace. Naroa, su otra compañera de clase, se une a la conversación de forma natural. Las escoltan 14 chicos jóvenes (compañeros de clase) que, como ellas, cursan el primer año del ciclo formativo superior de Automatización y Robótica Industrial, una de las formaciones más demandadas por la industria vasca. 

Entre ellos, Unax y Adrián se animan a hablar sobre la presencia de mujeres en su clase. Les produce “satisfacción” que puedan “elegir libremente lo que quieren estudiar” y ven “completamente normal” la presencia de ellas en esa clase. No les choca. 

Irune, en primer plano, y Naroa junto a sus compañeros Ruben Plaza

Las dos jóvenes asienten. Reconocen que a menudo, en la calle, el saber qué estudian ellas, provoca en otras personas “sorpresa”, pero reconocen que se sienten “a gusto” dentro del grupo. Adrián añade que una prima suya quiere hacer un ciclo medio de mecanizado y que quizá el próximo año se matricule. Ion Gurrutxaga, el director, pregunta interesado. 

Gurrutxaga confía en que las tornas cambien. Pero hoy, lamenta que en su centro, Intza e Irati, dos jóvenes que no participan en este reportaje, son las únicas mujeres en sus respectivas clases. Irati en un ciclo medio de producción industrial: una entre 23 alumnos; e Intza, una sola mujer entre 24 alumnos en el módulo de mecanizado. En otros, admite el director, no hay ninguna mujer. Las puertas están abiertas para ellas. “Las necesitamos”, reconoce. Las necesita la empresa guipuzcoana, de hecho. 

Irune Bernal tiene bastante claro que su sitio puede estar en la industria: “Siempre me ha gustado la tecnología, pero nunca me animé”. Dice que era más de Matemáticas, pero sus notas eran mejores en Biología, y se decantó por ahí. Inició un módulo superior, pero “no me gustó nada”, dice, y lo dejó tras el primer año. Hoy tiene claro que la orientación en los centros escolares tiene “muchas carencias”: “Así lo percibí yo”, asegura esta zumaiarra de 23 años. 

"Si haces Bachillerato, parece que vas encaminada a la Universidad y no te explican muy bien esto”

Naroa Eizagirre - Estudiante de FP de rama industrial

La llave de entrada a la formación industrial se la proporcionó un cartel que vio en la calle. Anunciaban precisamente una charla sobre la mujer en la industria, en Zarautz; le picó el gusanillo y su madre le animó. En plena charla, Irune lanzó una pregunta, un reproche podría decirse: “Lo que dije ante responsables de recursos humanos de diferentes empresas que había allí es que quieren que haya mujeres en la industria, pero en realidad no sabemos qué significa eso, en qué mundo vas a terminar. Muchas veces, sabemos que personas cercanas trabajan en la industria, pero no sabes exactamente qué hacen”.  

Una empresa de Zumaia le abrió las puertas para verla y le gustó. El siguiente curso, Irune se matriculó en un ciclo superior de mecanizado en Oteitza Lizeo Politeknikoa de Zarautz. Y unos años después, se animó con el que estudia hoy: Automatización y Robótica Industrial, que le “gusta más”. Lo bueno de la FP, dice, es que “en cuanto llegas, te das cuenta de si te gusta o no”. 

Sin aquella charla, “no habría dado el paso”, reconoce Irune Bernal. Cree que tiene que haber más jornadas como esa “para animar a las mujeres”. E “igual que se va a centros escolares a hablar de sexualidad, habría que ir a enseñar trabajos, distintas profesiones, no solo industriales”, añade.

Irune insiste: “Hay un desconocimiento sobre la industria. Incluso en mi cuadrilla, amigas que tienen pareja en fábricas, solo saben que está con una máquina, pero no saben ni en qué área trabaja, ni qué hace con esa máquina”. 

Naroa e Irune en una de las aulas Ruben Plaza

Naroa escucha a su compañera. La toma como referencia, porque este de automatización y robótica es ya su segundo ciclo superior de perfil industrial, pero sobre todo porque ya sabe lo que es pisar el taller de una fábrica, trabajar allí, entre 300 hombres. Naroa había hecho tres años de Derecho en la Universidad, antes de aparcarlos e irse a Oteitza.  

Esta joven de Aia explica su doble salto mortal con tirabuzón desde la toga hasta el buzo. Reconoce que, “en mi época (solo tiene 23 años), en Bachillerato no nos explicaban muy bien la Formación Profesional, lo de los módulos. No nos lo vendían. Si hacías el Bachillerato (optó por el tecnológico) parecía que estabas encaminada a la Universidad”, lamenta. 

Asegura que “me ha gustado lo que he visto” en este primer año de FP: “Me parece que los módulos son muy dinámicos, muy encaminados a aprender a hacer”. De nuevo asoma el fantasma de la orientación académica fallida. Pero hay algo más, porque las cifras son terribles. 

“Respeto” al taller de la fábrica

¿Qué es lo que las frena? ¿Por qué no se ven en un trabajo “cada vas más automatizado”, en el que “contamos con numerosas herramientas que facilitan el trabajo” y con un “100%” de empleabilidad?, se pregunta la propia Irune Bernal. ¿Qué frena a estas mujeres que, a menudo, son de las más brillantes de clase, también en esto? ¿Da respeto adentrarse en ‘terreno de hombres’ y hacerlo sola? 

Contesta la propia zumaiarra: “A ver, yo no soy una persona vergonzosa. Respeto en ese sentido, por el hecho de que fuese a estar en clase solo con chicos, no; pero al entrar en el mundo laboral y hacer el sistema dual, sí da más respeto, porque en la fábrica ya no estás con gente de tu edad, de tu generación, con tu mismo pensamiento”.

"Igual que van a los colegios a dar charlas de sexualidad, deberían ir a explicar diferentes profesiones”

Irune Bernal - Estudiante de FP de rama industrial

En el trabajo, durante su formación dual en aquel ciclo formativo de mecanizado, reconoce que “sí me tocaron algunas experiencias que no fueron nada agradables. Ojo, las hubo agradables, pero también desagradables”, añade. En todo caso, asegura que las cosas sí están cambiando de la mano de la gente joven, que ve a la mujer de forma más naturalizada en un taller. 

“Deja, ya lo hago yo”

“Cuando haces un ciclo superior, un hombre y una mujer, hasta que demuestren lo que valen, somos iguales. Pero desde los departamentos de Recursos Humanos de las empresas quieren impulsar la presencia de mujeres, para llegar a la igualdad y equidad, y nos ayudan. Eso es así”, zanja Irune. “Pero luego, cuando estás en el taller, trabajando, con las máquinas, y el resto de compañeros, no percibes eso”. 

Las raíces de la desigualdad son muy profundas, de hecho. Irune cree que los “roles” están muy interiorizados y que la transición es lenta: “El trabajador que tienes al lado, no te transmite que quiere llegar a esa igualdad que sí busca la empresa a través de su plan de igualdad. A mí me trataban bien, pero luego, a la hora de hacer un trabajo determinado, en vez de decirte: inténtalo tú y si no puedes, te ayudo; lo que te decían era no hagas eso, que ya lo hago yo”. El mensaje, admite esta joven, es que “tú no puedes hacerlo”.  

Por suerte, admite Bernal, los trabajadores más jóvenes tienen en su mayoría otra perspectiva, pero “todavía hay algunas generaciones que no han dado el salto, por así decirlo”. Pronto podrá volver a comprobar cómo está la situación, ya que el próximo mes de junio Irune y Naroa comenzarán sus prácticas de dual en una empresa. Ocho horas diarias mientras no haya clases, y cuatro cuando comience el curso (4 laborales +4 lectivas).  

Irune hoy lo tiene claro: “Yo cuando hice producción tenía todas las puertas abiertas para trabajar y ahora, en principio también, pero ahora cuando me hagan la entrevista para (formación dual), preguntaré qué expectativas tienen para mí. Cómo encajo yo en esa empresa. La anterior vez, yo veía que quería un sueldo y luego salir con la cuadrilla; no veía más allá. No es lo mismo 18 que 23 años”, dice ahora.