La pandemia puso en evidencia la necesidad de rebajar la brecha digital y tecnológica entre las familias más vulnerables de Euskadi. En una sociedad más virtual que nunca, muchos estudiantes no tenían la opción de poder seguir su formación desde casa. De este modo nació Aukerak Suspertzen, un programa gestionado por la cooperativa Agintzari e impulsado por el departamento de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales del Gobierno Vasco que ha evolucionado hasta dar apoyo a 2.123 menores dentro y, sobre todo, fuera de las aulas.

“El programa surgió hace dos años, con la llegada del covid, cuando muchos niños y niñas tenían dificultades para seguir su proceso educativo desde casa, ya fuese por falta de herramientas o porque no tenían el entorno familiar necesario para ello”, explica Olga Vázquez, coordinadora de la iniciativa, una de las ocho creadas en 2020 a través del Fondo Covid Inor Atzean Utzi Gabe. 

Lo que en un principio buscaba ser un apoyo educativo extraescolar hacia aquellos niños, niñas y adolescentes de primaria y secundaria en situación de desventaja social dentro de un contexto excepcional causado por una pandemia, ha ido creciendo hasta convertirse en una cobertura de apoyo esencial para muchas familias.

“Tratamos de desarrollar las competencias digitales y lingüísticas de los y las menores y darles apoyo en la realización de las tareas escolares y en las técnicas de estudio a las familias”, revela Vázquez. 

“Desarrollamos sus competencias digitales y lingüísticas y les damos apoyo en las tareas”

Olga Vázquez - Coordinadora de Aukerak Suspertzen

Una de las personas beneficiadas es la donostiarra Saioa Arrizabalaga, que desde el pasado verano acoge en su casa a Sasa, una joven ucraniana de 12 años. “Al principio, pensamos que sería algo temporal, por lo que ni se nos ocurrió preguntarle sobre sus conocimientos, si sabía de matemáticas o de geografía. Fue pasando el tiempo y cuando llegó septiembre nos vimos en la situación de tener que decidir si matricularla o no en la escuela”, cuenta Arrizabalaga. Vista que la situación en Ucrania no mejoraba, finalmente optaron por inscribirla. 

"Tiene un nivel de inglés muy alto, pero no te pones a hacerle un examen de todas las asignaturas para saber de qué sabe y de qué no"

Fue entonces cuando se dieron cuenta de las carencias educativas que traía consigo. “Tiene un nivel de inglés muy alto, pero no te pones a hacerle un examen de todas las asignaturas para saber de qué sabe y de qué no”, comenta su madre de acogida. Esta evidencia llegó cuando al comparase con el resto de sus compañeros y compañeras de clase se alertó sobre la necesidad de darle un apoyo extra.

Ahí fue donde entró Aukerak Suspertzen, “que ha cambiado por completo su forma de ser”. “Nos han ayudado en su formación, pero también en saber entenderla. Hay que tener en cuenta que Sasa viene con un pasado detrás y con una sociedad que es diferente a la nuestra”, agrega Arrizabalaga. A través del programa, la joven ucraniana ha conseguido mejorar sus conocimientos, pero también “saber abrirse”.

"Acude a las clases extraescolares con más niños y niñas en su misma situación. Ya no está sola. No es ir a una clase donde todos hablan un idioma que no conoce”,

Lo hace con el apoyo de una psicóloga, que ayuda tanto a la niña como a la familia, y con un entorno mucho más cómodo. “Acude a las clases extraescolares con más niños y niñas en su misma situación. Ya no está sola. No es ir a una clase donde todos hablan un idioma que no conoce”, comenta Vázquez.

Entidad propia

En lo que va de año, Aukerak Suspertzen ha recibido 155 solicitudes de menores de Ucrania. “El programa se ha convertido en una entidad propia fuera del covid. El último ejemplo ha sido la ayuda a los y las menores de Ucrania, pero puede ser a cualquiera que esté en una situación de vulnerabilidad”, explica la coordinadora del proyecto.

El programa se sustenta, además, en el tejido comunitario local, buscando la implicación de las asociaciones vascas. Son sus profesionales y personas voluntarias quienes llevan a cabo el apoyo extraescolar a los jóvenes y los que detectan las necesidades de cada caso. La respuesta, por ahora, no ha sido más que “positiva”, pasando de las ocho entidades que comenzaron la iniciativa hace dos años a las 28 actuales.

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“Muchas veces, a pesar de que se quiera ayudar, no se sabe cómo hacerlo. La Sasa que vino a Euskadi y la Sasa de ahora, siete meses después, no tienen nada que ver. Estoy encantadísima con el programa y con todos los que están detrás”, concluye Arrizabalaga.