El Teléfono de la Esperanza de Gipuzkoa ha atendido este año un total de 72 casos de jóvenes con serias dificultades para manejar sus vidas, lo que les hacen precisar de un apoyo emocional. El 15% de este sector poblacional ha tenido ideas suicidas en los últimos meses, duplicando así el 8% que por lo general suele registrar cada año en este servicio de ayuda, y muy por encima del 1% habitual en edades más adultas.

Se trata de una decena de jóvenes con pensamientos suicidas atendidos en lo que va de año, presas de un dolor emocional que se correlaciona con situaciones de profundo malestar. “No nos gusta que se nos asocie con el suicidio, puesto que nuestro trabajo está orientado precisamente hacia la prevención; pero qué duda cabe que se trata de un dato que nos ha llamado la atención”, reconoce a este periódico la directora del Teléfono de la Esperanza de Gipuzkoa, Maribel Pizarro.

Esta ONG presta cada año entre 2.200 y 2.500 atenciones, con un incremento anual del 5%, que durante el mayor pico de la pandemia escaló hasta el 28%. El servicio está de aniversario. Se cumplen ya 35 años desde que se habilitó el Teléfono de la Esperanza en el territorio, motivo por el cual se han organizado diversas actividades a lo largo de la semana, que concluirán el sábado con una jornada en el Aquarium donostiarra. Se trata de un encuentro abierto a la ciudadanía, que se celebrará entre las 9.45 y las 13.30 horas, con el fin de “dialogar y reflexionar sobre la importancia de las relaciones y de los vínculos afectivos y comunitarios para prevenir y abordar las soledades no deseadas”, según detalla Pizarro.

El trabajo de prevención ha sido incesante durante todo este tiempo. Y tras ese afán, este servicio deja a sus espaldas nada menos que 85.000 llamadas y un total de 10.000 personas atendidas en las últimas tres décadas y media.

Llegar a la población más joven

A las necesidades a edades cada vez más tempranas responde el servicio de apoyo emocional Badabidebat, dirigido al grupo de jóvenes de entre 18 y 30 años, que puso en marcha el Teléfono de la Esperanza el 14 de junio del año pasado. “Nos dimos cuenta de que no estábamos llegando a la gente joven que podíamos llegar. Era un sector de la población que no se sentía identificado con los recursos tradicionales”, explica la psicóloga.

Esta herramienta funciona como un ente independiente al propio teléfono y para su creación tuvo en cuenta las necesidades y opiniones trasladadas por la juventud. Nació con el objetivo de atender al mayor número de personas usuarias, y así lo revelan los datos: de los catorce jóvenes de un inicio, a los 72 actuales.

La mayor parte presenta cuadros de ansiedad, incluso diagnosticada y con medicación. Se observan también problemas de conducta alimentaria, o episodios de violencia de género. El 20% son jóvenes migrantes con “mochilas importantes a sus espaldas” en las que casi siempre van incluidos historiales violentos “a todos los niveles”.

Otro de los grandes problemas que viene detectando el Teléfono de la Esperanza es el de la sobremedicación de la población adulta. “Hay pacientes que en su día recibieron un tratamiento por problemas para conciliar el sueño, por problemas de ansiedad o angustia, pero que no cuentan con un seguimiento de esa medicación a largo plazo. Se sigue esa pauta de manera indiscriminada, sin demasiado control. Muchas veces se utililizan esos fármacos como una forma de gestionar el malestar emocional, bien por soledad u otro tipo de problemáticas familiares”, enumera esta psicóloga, que pone el acento en el incremento del uso de psicotrópicos, tal y como reflejan las diferentes Encuestas de Salud.

Relajantes y antidepresivos

El 25% de las personas mayores de 65 años consume relajantes, pastillas para dormir, antidepresivos o estimulantes. El consumo de tranquilizantes pasó del 3,1% en 1993 al 15,5% una década más tarde, para llegar al 25,9% en 2017, según los datos facilitados por el Teléfono de la Esperanza de Gipuzkoa.

Ansiolíticos y antidepresivos destacan como los medicamentos psicotrópicos más consumidos en la mayoría de los estudios. Las principales consumidoras son las mujeres (34,1% frente al 15,4% de los hombres). El uso prolongado y no siempre correcto de medicamentos psicotrópicos constituye, asegún advierten los expertos, un problema mayor de salud pública.

A ese respecto, destacan las benzodiacepinas, un fármaco ampliamente utilizado, cuyo consumo ininterrumpido plantea riesgo de dependencia además de otros derivados, como por ejemplo la influencia que tienen en el deterioro cognitivo de las personas mayores. “Este tipo de medicación acaba haciendo más frágil al paciente porque una vez que ha comenzado a tomar tranquilizantes, resulta muy difícil retirárselos”, señalan desde el Telefóno de la Esperanza.

El abuso de fármacos se produce, según observa Pizarro, al tiempo que los centros de salud mental están saturados. “Muchos de esos casos se cubren desde Atención Primaria”, observa esta psicóloga. La directora del Teléfono de la Esperanza de Gipuzkoa sostiene que este tipo de pacientes mejoran “mucho” tras un tratamiento psicológico, lo que está directamente relacionado con los recursos económicos.

Así, el uso prolongado y no siempre correcto de medicamentos psicotrópicos se convierte en el recurso habitual de quienes no pueden costearse otro tipo de seguimientos más profesionalizados. “Si tienes medios económicos puedes acceder a otros tratamientos, de lo contrario, te ves obligado tirar de la medicación. Por eso, nuestro servicio de atención psicológica profesional prioriza a las personas que no cuentan con esos recursos”, precisa la directora del servicio.