"Plano general. Mujer de pie mostrando su móvil junto a un parque". Zuriñe de Anzola Guerra se deja retratar para ilustrar este reportaje. Esa misma imagen subida a las redes sociales puede ser accesible para personas con discapacidad visual a través de las palabras. Hay muchas maneras de ver y de mirar la vida. La más frecuente, a través de las retinas, no es la única. Hay imágenes que también se pueden escuchar, y hacerse a partir de ahí una composición de lugar tanto o más precisa que la original. El punto de partida: plano general. Mujer de pie mostrando su móvil.

“Bueno, en realidad estas cosas es mejor verlas en la práctica que explicarlas”. La docente, de 40 años, se remueve sobre su asiento y echa mano del bolso, del coge el móvil para entrar en su perfil de Instagram. Por la pantalla comienzan a sucederse imágenes al ritmo que imprime su dedo pulgar. Se detiene en una de ellas al cabo de un rato. “Foto de Zuriñe de Anzola. Cubo de Rubik multicolor de tres por tres. Cada color tiene un relieve”. Es una voz metálica la que va describiendo la imagen que ha subido a Instagram la profesora. Este sistema permite que personas con discapacidad visual, como ella, puedan acceder a este tipo de contenidos, tanto en las redes sociales como en el caso de documentos Word o PDFs.

No hay más que seleccionar en la aplicación la opción de texto alternativo, y describir a partir de ahí lo que se quiere contar. “A veces, el mayor problema suele ser ese, tener la habilidad suficiente para describir la escena”, detalla. Redes sociales como Facebook, Twitter e Instagram, o el propio software de tratamiento de textos, Word, cuentan con esa opción para que esos contenidos puedan ser accesibles a personas invidentes. La donostiarra imparte el próximo 7 de noviembre un curso en el que explica todo ello, organizado por la Fundación Asmoz y Aptes, la Asociación para la Promoción de la Tecnología Social, y financiado por la Diputación Foral de Gipuzkoa.

La docente precisa que ese contenido no es un pie de foto. “Se trata de un texto alternativo que es invisible, pero que es accesible a través de un lector de pantalla”, explica. Son imágenes que a través de la escucha permiten hacerse una composición de lugar tanto o más precisa que la original.

Campo visual reducido, "hasta que el tubito se cerró"

En Gipuzkoa, una de cada 4.000 personas nace con retinosis pigmentaria. Se trata de una enfermedad rara, degenerativa, hereditaria e incurable que afecta a la retina y que conduce de forma progresiva a la ceguera. Fue el caso de esta mujer de 40 años. Nació con visión, pero su distrofia hereditaria fue reduciendo poco a poco su campo de visión “hasta que el tubito finalmente se cerró”. La donostiarra tenía entonces 16 años.

Anzola Guerra, que solo percibe luces y sombras, acude a la entrevista ayudada por su bastón, señalando que no le gustan los reportajes en los que se aborda la realidad de las personas ciegas con condescendencia. “Lo importante no soy yo, sino los contenidos a los que podemos acceder hoy en día. Mucha gente se piensa que solo podemos leer mediante el sistema tradicional, pero hemos pasado de leer en Braille a estar en Twitter y Wallapop”, señala de un modo gráfico.

El mundo digital lo ha cambiado todo, y para que las personas ciegas o con baja visibilidad puedan participar activamente de este proceso de transformación es necesario, dice la experta, ofrecer una sociedad inclusiva. "La accesibilidad no es solo eliminar barreras arquitectónicas. Es saber comunicar, y hacerlo correctamente”, precisa de Anzola Guerra, que alude a modos de contar que trascienden el sistema de escritura y lectura tradicional. Asegura que se puede acceder a un sinfín de contenidos más allá de las letras convertidas en puntos leídos con las yemas de los dedos.

"Mucha gente se piensa que solo podemos leer mediante el sistema tradicional, pero hemos pasado de leer en Braille a estar en Twitter y Wallapop"

Zuriñe de Anzola Guerra - Formadora en contenidos accesibles a personas con discapacidad

Es el objetivo que persigue el curso que imparte esta mujer, con más de 16 años de experiencia en el sector de la discapacidad. “Es un mundo que ya está en nuestras manos. Hay que ampliar miras porque somos más creadoras de contenidos que nunca”, dice con el deseo de que la discapacidad visual deje de ser esa “gran desconocida”.

Lucha diaria contra la incomprensión

Indica la profesora que para la sociedad es fácil detectar la ceguera cuando la persona con discapacidad visual va acompañada de su bastón, o de su perro guía. Pero la mayoría de la población desconoce la existencia de personas con baja visión "porque pasa inadvertida". Un desconocimiento que, según cuenta, causa una gran incomprensión. “Hay quienes pueden ver bien la pantalla de su móvil, pero por ejemplo no tienen el suficiente campo visual para detectar los lados y tropiezan con niños. A mi me pasaba. En esas situaciones, hay una tendencia natural a pensar mal, a decir que se lo ha llevado al pequeño por delante por despistada. Nadie piensa que ese encontronazo se ha producido porque es persona no ve”, expone la docente.

Y también ocurre a la inversa. “Hay compañeras que no ven bien el centro de las imágenes y que por ejemplo no reconocen a esa vecina del 5º que tienen en frente”. Lamenta de Anzola Guerra que se tienda a pensar: “Qué borde, no saluda". Y el problema, dice ella, "es que no te ha reconocido”.

La profesora es también integrante de Retina Gipuzkoa Begisare, una organización que junto al resto de entidades vascas ha aglutinado fuerzas bajo el nombre común Retina Euskadi Begisare para lanzar una campaña que haga visibles a las personas con baja visión y divulgar su realidad.

También persigue otros objetivos, como dar a conocer el distintivo que las identifica, una iniciativa que surgió en el seno de Retinosis Gipuzkoa Begisare en 2013 y que desde entonces su uso se ha ido extendiendo hasta convertirse en una herramienta reconocida en todo el Estado.

Asociaciones de personas con discapacidad visual y profesionales de la oftalmología, la óptica o la rehabilitación visual han sido claves en su difusión. “Es un distintivo que permite advertir a las personas que, aunque quizá no seas ciega, ves lo suficientemente mal como para que te ocurran cosas raras. Por ejemplo, entrar a un bar y darte un golpe con el taburete. Hay quien piensa enseguida que estás borracha. El distintivo ayuda a esa interacción social, a contextualizar las cosas”. Según precisa la donostiarra, solo el 5% de las personas con discapacidad visual son ciegas. El resto responde a ese amplio abanico de casos llamado baja visión. “Por eso decimos que es una gran desconocida, porque la población, con frecuencia, no es consciente de todas estas situaciones”.