El pino insignis parece encaminado al fin de su etapa en Gipuzkoa. Si en 1996 se aprovechaban cada año unas 6.000 hectáreas de esta especie, los propietarios no albergaban ninguna duda a la hora de repoblar: su espacio lo ocupaban mayoritariamente de nuevo pinos insignis, árboles de turno medio y crecimiento bastante rápido que en 35 o 40 años ofrecían materia de buena calidad para la industria maderera y eran repobladas sin dudarlo. Hoy se siguen quitando al año un buen número de hectáreas, pero en su lugar están entrando principalmente criptomerias y secuoyas.

El mapa forestal de Gipuzkoa ha sufrido una importante transformación en los últimos 25 años. La enfermedad de la banda marrón ha causado estragos en las últimas tres campañas. Tres años en los que las repoblaciones de esta especie son exactamente cero en nuestro territorio. Ningún árbol nuevo de este tipo, según datos ofrecidos la semana por Gipuzkoako Baso Elkartea, la asociación de Propietarios Forestales.

De este modo, el pino insignis, que cuando se elaboró el primer mapa forestal de Euskadi en 1996 ocupaba el 46,3% de la masa arbolada del territorio, ha pasado a finales de 2021 a suponer el 22,6% de la superficie arbolada. La caída es casi del 50% en un cuarto de siglo. De 54.783 hectáreas, a 27.589. Y bajando.

El retroceso del pino insignis parece no tener freno y los forestalistas alertan además de que el 40% de las 27.600 hectáreas que quedan están severamente afectadas por la enfermedad de la banda marrón. ¿Estamos ante el inicio de su desaparición? ¿Cuánto durará el insignis siendo la especie más extendida en nuestro territorio? A este ritmo, el monte abandonado (16,1%) podría ocupar más extensión en un plazo de tres años y el haya (15%) en cinco.

Pero además, según alerta la asociación de propietarios forestales, nuestro monte afronta momentos de incertidumbre. El cambio climático podría suponer una amenaza para especies autóctonas como el haya o el roble del país, que actualmente representan más del 22,5% del total de los árboles del territorio y ya suman tantas hectáreas como el insignis. Ambas son además las especies dominantes en las áreas integradas en la Red Natura 2000, un espacio de especial protección de más de 22.000 hectáreas de árboles.

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¿Corren riesgo el roble del país y el haya? ¿Podrían desaparecer estos árboles tan arraigados en nuestra cultura? Nadie se atreve a asegurarlo, pero la propia asociación de forestalistas apunta hacia estudios que alertan sobre la amenaza de que el roble común, el haya y también el insignis podrían sufrir un "desplazamiento progresivo hacia el norte de Europa a lo largo de este siglo XXI" y de que "se espera la desaparición casi total de sus nichos para el año 2080".

Silvicultura adaptativa: el cedro atlántico

Y en ese contexto, los propietarios forestales aseguran que están explorando en la vía de silvicultura adaptativa al cambio climático, que consiste en ir probando e introduciendo nuevas especies que podrían adaptarse mejor a las futuras condiciones climáticas que previsiblemente vendrán debido al calentamiento global.

Gipuzkoako Baso Elkartea asegura que ha iniciado a probar la introducción del cedro atlántico o del Atlas en nuestro territorio, una especie que según aseguran podría darse bien en Gipuzkoa, donde por el momento tiene una "presencia meramente testimonial".

En esa misma vía de la silvicultura adaptativa se puede clasificar la apuesta ya cada vez más enraizada por la criptomeria y la sequoia sempervirens, dos especies que ya han enraizado en Gipuzkoa en muy pocos años, pero que no tienen el mismo tirón, ni mucho menos, en sus territorios vecinos.

La criptomeria, una conífera oriunda de Japón; y la sequoia sempervirens o secuoya roja, un imponente árbol proveniente de América del Norte y que puede alcanzar más de 100 metros de altura y vivir hasta 2.000 años; están siendo las especies mayoritariamente elegidas para repoblar en Gipuzkoa. Según GEBE, son las más repobladas en la última campaña: unas 825 hectáreas el pasado año.

La sequoia aún ocupa, según el nuevo mapa forestal un millar de hectáreas en nuestro territorio, pero asegura Gipuzkoako Baso Elkartea en su 'Informe de Coyuntura y Salud de los Bosques de Gipuzkoa 2021' que la que en 1996 era prácticamente una pieza de coleccionista (había solo 14 hectáreas de secuoyas rojas), crece hoy a un ritmo superior a las 320 hectáreas al año y si no lo ha hecho más es porque en años precedentes había escasez de planta.