- Casi la mitad de los menores (45%) declararon haber visitado páginas para chatear o ver formas de autolesionarse o lastimarse físicamente durante el confinamiento. Y casi una quinta parte constató un aumento de este tipo de experiencias lesivas. Esta es una de las conclusiones más sorprendentes de un estudio EU Kids On Line y del proyecto europeo Safer Internet Center-Spain 2.0, del que forma parte un equipo de investigación de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU). La socióloga y directora del equipo estatal EU Kids On line, Maialen Garmendia, resta gravedad a la correspondenciapráctica que exponen estos datos. En base a su experiencia, la penetración de estos contenidos lesivos entre los menores no es tan profunda.

“Puede haber muchas formas de autolesionarse y una de ellas es la anorexia. Llevamos mucho tiempo estudiando este ámbito. Recuerdo que hace 15 años las webs relacionadas con desórdenes alimenticios provocaban gran alarma y hoy en día siguen provocándola. Es posible que se deba a que en confinamiento dispusieron de más tiempo y libertad de curiosear en la red y hallar este tipo de contenidos. Otra cosa es que se apliquen”, afirma. Según esta experta, “probablemente la primera preocupación de los progenitores en el confinamiento fue el tiempo que sus hijos e hijas pasaban online”. El estudio constata que el consumo de Internet ascendió a una media de entre seis y siete horas y media diarias, “si bien la mitad de ese tiempo se dedicaba a actividades escolares”, puntualiza la socióloga.

En todo caso, solo una cuarta parte de los menores declararon un consumo on line excesivo que les llevara a tener problemas con la comida o con menos horas de sueño. “En investigaciones anteriores habíamos detectado que se trata de comportamientos relativamente poco frecuentes. Alarma que los adolescentes dejen de comer o dormir por un uso no responsable de Internet. Aunque es cierto que se pueden dar casos o episodios puntuales, yo diría que estos comportamientos no son generalizados. Estamos hablando de un 10%, de algo relativamente limitado”, asegura Garmendia. Lo mismo sucede con el consumo de contenidos extremadamente violentos. Aproximadamente una quinta parte de los jóvenes declara haber visto más imágenes gore que antes del confinamiento. En este sentido la profesora Garmendia afirma: “El debate sobre la visualización de contenidos violentos siempre ha estado presente, antes en la televisión y ahora en internet. Hay gente que opina que visualizar contenidos violentos activa los comportamientos violentos; y hay otra gente que defiende lo contrario. Yo creo que a veces le damos mucha importancia a Internet cuando solo es un canal, porque al final somos nosotros quienes decodificamos la información que consumimos”.

Así, esta socióloga sostiene que “si tenemos una buena base, el riesgo no es tal porque descartamos o censuramos los contenidos violentos, gore o autolesivos”. Y en el mundo online, al igual que en la vida de carne y hueso, la educación comienza en casa y en la capacidad de las familias de establecer “entornos de confianza en el ámbito on line”, señala Garmendia. La gran mayoría de las familias (el 85%) habla con sus hijos e hijas sobre lo que hacen en el mundo digital, qué páginas visitan, las redes que usan, qué amigos tienen, qué actividades realiza... Pero son muchos menos las que usan medios técnicos para bloquear, filtrar o fiscalizar el consumo de Internet de sus hijos e hijas.

Entre un tercio y algo más de un cuarto de las familias en Eslovenia, Noruega y Austria realizan ese tutelaje digital. Los que están a la cola del ranking son Irlanda (9,9%) y el Estado español (8,7%). En esta línea, Garmendia dice que una buena educación online “depende, en cierto modo, es si los padres y madres están alfabetizados y conocen el entorno digital, si pueden ayudar a sus hijos. Hay de todo. Lo que nos parece fundamental es que los padres traten de acompañar y compartir con los niños desde edades tempranas su vida online porque está comprobado que es más fácil evitar o solucionar problemas”. Es como en la vida normal. “Si le preguntas a una niña de 15 años qué ha hecho o si tiene algún problema -dice- te va a contestar con evasivas, que es lo que hemos hecho todos a esa edad. Si generas un clima de comunicación sobre la actividad online se genera un entorno de confianza, el riesgo es menor”.

Fuera prejuicios. El consumo excesivo de Internet entre los menores de edad durante el confinamiento, la sustitución del cara a cara por las relaciones online, ha abierto la puerta a riesgos conocidos como el ciberacoso, los contenidos inapropiados, la pornografía o la exposición a discursos de odio por razón de sexo, raza u orientación sexual... No obstante, el confinamiento también ha sido “una gran oportunidad”, según la socióloga y directora del equipo estatal EU Kids On line, Mailen Garmendia. En este sentido, Garmendia comenta que el confinamiento “sirvió para aparcar las prevenciones de algunos padres y madres frente a las TIC ya que en definitiva todos tuvimos que echar mano de ellas para trabajar, socializar a través de las viodeollamada, para el ocio...”. Según esta profesora de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), “una de las principales preocupaciones de las familias siempre ha sido el tiempo de uso de Internet por parte de sus hijos. Y aunque creció, gran parte del tiempo se empleaba en actividades escolares. El confinamiento, en cierta forma, ha ayudado a que los adultos a abandonar los prejuicios sobre el entorno online”.

“Si tenemos una buena base el riesgo no es tal, ya que descartamos los contenidos violentos”