as personas sordas o con graves deficiencias auditivas, además de tenerse que enfrentar con la barrera que supone para su comunicación la necesidad de portar mascarillas, han tenido que vivir el confinamiento con un plus de aislamiento y, en consecuencia, de miedo.

Lo explica Guillermo Azkarate, psicólogo y miembro de Aransgi, Asociación de Familias de Personas Sordas de Gipuzkoa. "Las personas que viven solas han tenido muchas dificultades para entender lo que estaba pasando, porque la información que nos llega principalmente es sonora", señala Azkarate.

"Cuando se declaró el confinamiento esas personas no entendían qué pasaba. No sabían qué era el COVID. La consecuencia de la pérdida de audición es la dificultad de acceso a la información y las lagunas que esto te genera", explica.

Aunque durante estos meses las ruedas de prensa informativas sobre la pandemia han tenido el apoyo de intérpretes de lenguaje de los signos, hay personas que han seguido quedándose al margen de la información. "Para entender el lenguaje de signos, al menos a esos niveles, hay que tener un dominio de lengua de signos y hay quien lo tiene a nivel muy básico", señala Azkarate.

Toda la información sobre medidas de prevención les llegaba sesgada e, incluso, "algunas personas llegaron a pensar que estábamos en guerra". "Veían gente con buzos blancos, noticias que llegaban de China... No entendían nada y tampoco comprendían que no se pudiera bajar a la calle".

"Hay gente que se han quedado cortada en la brecha digital y no accedía a la información. Cuando se ha podido hemos ido a sus casas y les hemos podido explicar qué pasaba. Pero esto ha sido posible al final", subraya Azkarate.

"Todas las personas nos pedían información. Nos preguntaban ¿qué ha pasado? Porque hay que entender que ha habido mucha información, pero fundamentalmente la forma de acceso es auditiva. Nosotros vemos las imágenes pero tenemos información previa, ellos no", quiere apuntar Azkarate. "Para saber sumar hay que saber contar. En muchos casos, estas personas no sabían qué era el COVID, y no entendieron las medidas posteriores".

Y en la actualidad existe el escollo de la mascarilla, cuyo uso "acarrea un problema añadido a la población sorda" que no puede leer los labios pero que también se queda sin la importante pista de la gestualidad. "Cuando se tiene algún resto auditivo el apoyo de la visión es importante y ha quedado cortado".

Uno de los problemas al que urge dar respuesta es el del alumnado sordo. Los y las estudiantes que no oyen tendrán que regresar a clase con un profesorado y con profesionales de apoyo con mascarillas, con la dificultad que ello conlleva.

"Se están haciendo pruebas con materiales para poder fabricar mascarillas transparentes", indica Azkarate. "Hay instituciones que están trabajando en ello y hay prototipos hechos. Queda por solucionar el tema de la homologación, porque el plástico, por ejemplo, presenta problemas para respirar. Se están probando otros materiales para que se puedan ver los labios de quien habla. Esperamos que en septiembre puedan estar disponibles al menos para este colectivo".

"El que se pierda la expresividad de la cara es una barrera importante, porque las personas sordas obtienen mucha información con la expresión: enfado, alegría, miedo...", insiste el representante de Aransgi. "El derecho a la salud es lo primero, pero el derecho a la información también está vinculado al derecho a la salud", subraya.

"Disponer de esas mascarillas de forma generalizada sería muy importante, pero lo que urge es tenerlas para el inicio del curso", concluye Azkarate. Queda por ver, entre otras cosas, a qué precio saldrán al mercado.