Santiago de Compostela - “¿Tiene mucha fuerza?”, le preguntó el abogado de la acusación a José Enrique Abuín Gey, el Chicle, en el banquillo por el asesinato de Diana Quer. “En los dedos, sí. Puedo levantar mi peso con dos dedos de cada mano”, respondió el acusado. Un poder demoledor de unos dedos que agarraron el frágil cuello de una joven de 18 años, asesinada en A Pobra do Caramiñal (A Coruña) o quizás en la localidad próxima de Rianxo -el juicio lo determinará-, una madrugada de agosto de 2016 en su encuentro fatal con el Chicle. Lo reconoció el acusado en su declaración. Admitió esa fuerza que, según él, no calculó. Solo se percató de que estaba parada. “No se movía”, relató Abuín. Deseándolo o no, sus dedos tuvieron un efecto demoledor y provocaron daños “colaterales” en la familia de la víctima, difíciles ya de paliar.

Daños que en un caso tan mediático como el de este crimen no pasaron desapercibidos para nadie. Pero ayer, ante los cinco hombres y las cuatro mujeres que conforman el jurado popular de este proceso, se hicieron aún más patentes. Lo dijo el padre de Diana, Juan Carlos Quer: el crimen destrozó cuatro vidas, no solo una. De ello dan fe los sucesivos cruces de acusaciones mutuas y denuncias entre los progenitores de la víctima, que además conocen y reconocen los efectos que el asesinato tiene en la salud mental de su hija pequeña, Valeria.

Juan Carlos Quer, el padre, y Diana López-Pinel, la madre, coincidieron en describirla como una joven frágil, consecuencia de haber sido una bebé prematura, dijeron. Diana era una chica “absolutamente vulnerable” y su padre la “visualiza” como “un cervatillo indefenso, sin capacidad de defensa frente a este individuo”, el Chicle, al que la madre de la víctima quiso enfrentarse. El presidente de la sala y los policías se lo impidieron.

Con 1,75 de estatura pero tan solo 53 kilos de peso, Diana no pudo defenderse de la fuerza de los dedos de Abuín, que ayer hizo un relato tranquilo y aprendido, porque la estrategia de su defensa, ejercida por una letrada de oficio, es demostrar al jurado que no existen pruebas objetivas de los delitos de los que se le acusa.

Por eso, en su declaración, el Chicle, vestido con pantalón y cazadora vaquera y zapatillas deportivas, se empeñó en insistir en que su intención no era matar a Diana, solo evitar que ésta le delatara. Intentó responder con seguridad y negó todo lo que le puede incriminar en espera de que las pruebas periciales se inclinen a favor de una u otra parte.

Prisión permanente revisable Demostrar que la violó es para las acusaciones algo fundamental, porque de ello puede depender que la condena sea la de la prisión permanente revisable. La defensa, por su parte, juega la baza de la inexistencia de vestigios biológicos que acrediten la agresión sexual. Aún quedan muchas sesiones para un jurado que no lo tendrá fácil.

El crimen de Diana Quer es uno de los más mediáticos de los últimos tiempos. A esos cinco hombres y cuatro mujeres que deberán dirimir sobre el grado de culpabilidad del Chicle les pesará lo que vieron y leyeron en los medios durante estos más de tres años.