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Cuando la inclusión social hace felices a las personas

Menores con parálisis cerebral de Aspace conviven con sus compañeros del centro La Salle Berrozpe de Andoain. Desde abril, 40 voluntarios de Bachiller los acompañan en la sobremesa y realizan actividades con los menores.

Cuando la inclusión social hace felices a las personas

Desde que Jon Ander, Youcef, Naroa, Unai, Najlae y Nerea forman parte de la comunidad de La Salle Berrozpe, la filosofía inclusiva del centro andoaindarra cobra aún más sentido. “La sociedad está caminando hacia la inclusión social y queremos que el nuestro también sea un espacio de inclusión pleno, y los alumnos desde que son pequeños respiran este clima”, declara la directora pedagógica del centro.

Hace ya 23 años que el colegio andoaindarra colabora activamente con proyectos de inclusión social. A través de una solicitud de la Asociación Guipuzcoana de Autismo Gautena se creó en La Salle Berrozpe una aula estable. La experiencia ha sido tan positiva que el programa se ha extendido desde hace dos años a Aspace, la asociación que trabaja con personas con parálisis cerebral. “Recibimos una nueva solicitud, en esta ocasión de Aspace, para crear en Educación Primaria una aula estable. No dudamos en aprobar la propuesta, que encaja plenamente con nuestra filosofía; llevamos a cabo los trabajos de acondicionamiento necesarios, los alumnos se incorporaron en septiembre y para navidades ya vimos que la adaptación e integración era total”, reconoce Mertxe Zapiain.

Compartir juegos y mucho más

A lo largo de estos dos años, además de recibir educación pedagógica en el propio centro por parte de especialistas de Aspace, los seis menores conviven con el resto del alumnado y participan en las actividades que organiza el centro durante el año, como los ensayos de Carnaval o la tamborrada. En el recreo también comparten juegos con los demás alumnos y en las clases de plástica aprovechan para hacer trabajos que llevan a sus casas como la mejor prueba de que una inclusión real es posible.

Además, ahora, en ese afán por crear más vínculos entre los alumnos del aula estable, La Salle Berrozpe pidió a principios de abril voluntarios en Bachillerato para realizar también labores de acompañamiento. 40 estudiantes comparten el tiempo de la sobremesa y risas con los menores de Aspace. Los juegos de mesa y la cancha de baloncesto son testigos de la complicidad que en apenas un mes se ha creado entre ellos.

Miriam Iribar es la tutora de los menores de Aspace que acuden al aula estable o también conocida como Hontza Gela de La Salle Berrozpe. “Los beneficios de este tipo de programas son muchísimos. Por nuestra parte, atendemos las necesidades de cada uno de los alumnos que no se pueden trabajar en una aula ordinaria y, después, en convivencia con los demás alumnos y alumnas, llevan a cabo actividades que están realizando en sus clases, ya que cada uno tiene una aula de referencia y eso facilita que conozcan muy bien a cada uno de los menores”, manifiesta Miriam Iribar.

A pesar de la normalidad con la que a día de hoy funciona el proyecto, al principio fue necesario ahuyentar los miedos. Mertxe Zapiain reconoce que, sin embargo, la sorpresa fue suya al comprobar cómo fueron acogidos los nuevos alumnos. “Vimos que, en realidad, los miedos eran nuestros. Los niños son como esponjas, entran a la Hontza Gela sin llamar y están deseando estar con ellos y realizar actividades juntos”, declara la directora pedagógica.

Comparte esta opinión la tutora de los alumnos de Aspace, que ha vivido en primera persona el proceso de adaptación que, al final, ha propiciado la amistad entre todos ellos. “Al principio la situación era desconocida para todos, pero se han ido creado lazos de forma natural; ahora los niños ya saben qué le gusta hacer a cada menor, cuáles son sus gustos y se entienden a la perfección”, declara Miriam Iribar.

Y pieza importante de este programa son también las familias, que por fin ven asomar a sus vidas “algo de normalidad”. “Estamos muy contentos también por ellos. Los seis alumnos que tenemos son de Andoain o pueblos cercanos y hasta ahora las familias se sentían solas, aisladas por tener en sus casas un hijo con parálisis cerebral. Ahora pueden traer a sus dos hijos al mismo centro escolar y eso les ha servido de mucha ayuda”, manifiesta la directora de La Salle Berrozpe.

Jóvenes conscientes de la realidad que les rodea

Los profesores de Bachiller reconocen que no ha sido complicado conseguir que alumnos y alumnas del centro se hayan animado a hacer labores de acompañamiento a los menores. “Les propusimos la idea y se animaron unos a otros, en pocos días teníamos 40 personas inscritas”, confiesa Leire Zubeldia, responsable de Bachillerato.

El alumnado de La Salle Berrozpe quiere romper con la imagen de una juventud pasiva y ajena a los problemas sociales. “Cuando se les propone algo concreto, una propuesta en la que pueden ayudar de forma específica, los jóvenes responden. Se tienen que quedar con estos menores en su tiempo libre, en lugar de irse a casa al mediodía se quedan con ellos en la sobremesa, pero ven muy claro cuál es la necesidad”, explica Leire Zubeldia.

El profesor de Filosofía y tutor, Xabier Huizi, tiene la misma impresión: “Muchas veces los jóvenes confunden los deseos y las necesidades, creen que tienen necesidades cuando son deseos, y con este programa ven cuáles son realmente las necesidades”. La figura del voluntariado es la que cobra sentido con este proyecto. “En nuestra sociedad hay que pagar por muchas cosas, y es importante que los alumnos ofrezcan algo a cambio de nada, aunque en realidad lo que reciben es mucho más, y no lo digo yo, sino ellos mismos”, declara Huizi.

El papel que estos 40 estudiantes desempeñan está sirviendo a muchos de ellos para arrojar luz sobre su futuro laboral. “Algunos están conociendo un mundo atractivo y ven que trabajar con personas puede ser una posible profesión”, declara Leire Zubeldia.

Nerea Alonso y Raúl Rodríguez son dos de los alumnos de primer curso de Bachillerato que se han sumado al programa. Para Nerea supone una oportunidad para conocer nuevas personas: “Es una ocasión para acercarme a gente diferente y ver cuáles son los problemas de verdad. A quien le da pereza participar en iniciativas como esta es porque no lo ha probado; ver que a alguno de ellos les sale una sonrisa cuando estamos haciendo algún juego te crea una satisfacción enorme”. Raúl no duda en recomendar la experiencia a todos los alumnos: “No cuesta nada sacar una hora de tu tiempo libre y, además, no lo inviertes en nada malo. Yo no lo veo como una obligación, ya que lo pasan bien ellos y también nosotros, yo paso un rato muy agradable con ellos”.