Una de las tres pistas de montaña programadas para los próximos diez años en la sierra de Aralar, después del reciente acuerdo alcanzado entre la Diputación de Gipuzkoa y la Mancomunidad de Enirio-Aralar para la gestión del parque natural en la próxima década, llegará hasta la zona de Arritzaga; y permitirá que Iñaki Artano y María Jesús Garaikoetxea puedan evitar la zona de más difícil acceso a su borda, Buruntzuzin. Algo es algo. Pero “hasta que no lo vea con mis ojos, no me lo creo”, asegura Iñaki. Aun así, todavía les quedará una ascensión de unos seis o siete minutos a pie hasta su chabola de Aralar. Un mal menor.

Acceder allí hoy en día cuesta lo que cuesta. Para ellos, autorizados a utilizar la pista de uso restringido que llega hasta la zona de Ariñate, todavía queda un kilómetro a pie por un sendero que baja hasta las antiguas minas de cobre de Buruntzuzin (llegaron a emplear a más de 300 personas a comienzos del siglo XVIII) y luego remonta hasta una especie de edén situado a 1.000 metros de altitud: un paisaje bucólico a los pies de la muga con Navarra y bajo la atenta mirada del monte Ganbo (1.413 metros), que lo domina todo al otro lado del valle.

Estos pastores de Amezketa tienen que caminar un kilómetro, más de 15 minutos por una abrupta pendiente, para acceder a su borda

Son 17 minutos andando para ellos hasta donde pueden aparcar su viejo Suzuki Vitara de color rojo. Para nosotros, un periodista y un fotógrafo de NOTICIAS DE GIPUZKOA, que hemos tenido que dejar el vehículo 1,5 kilómetros ante de llegar a Ariñate, son casi 40 minutos en los que los gemelos arden.

"Ahora lo entendéis"

“Ahora entendéis por qué las pistas”, nos dicen al vernos llegar por fin, sofocados. “No pedimos gran cosa. Un camino digno, de ese mismo tamaño del que ya hay para montañeros o un poco más; ni más, ni menos”, afirman. Estaba previsto así en 2016, con caminos para la veintena de bordas que siguen sin acceso en su mayoría. 

Los planes ahora son otros. Pistas hasta Arritzaga, Elutxeta y Pagabe, tres “zonas estratégicas”. Y aunque con la pista hasta Arritzaga les seguiría quedando una exigente pendiente para llegar a la borda, admiten que “ganaríamos mucho”, ya que evitarían el tramo más difícil.

Enba: "Insuficiente"

La organización agraria Enba califica el acuerdo de “positivo” porque pone fin a “enfrentamientos y tensiones”, pero “insuficiente”, ya que ve excesivo el plazo de diez dado para la ejecución de estas pistas, sobre todo tras varios años de paralización. Y cree que además de Arritzaga, Elutxeta y Pagabe, “son imprescindibles los accesos que se recogían en el plan de gestión 2015-2019, como la prolongación de Goroskintxu hasta Saltarri, completar la denominada ‘V’ Ariñate-Igaratza, Pardeluts, Latosa, Zotaleta, Pagabe y Egurral (incluido Beltzulegi)”.

Iñaki Artano subió el pasado domingo a la borda de Buruntzuzin. Ya está asentado allí, donde sus 270 ovejas (la cabaña mínima es de 250) pastarán hasta octubre. Permanecerá un mes entero en las campas de Aralar, mientras María Jesús se encargará de “subir y bajar”.

Ella, natural de Berastegi, hace una vuelta diaria a su casa de Amezketa, y “tras hacer los encargos y los trabajos del caserío”, regresa “hacia las siete de la tarde” con las compras necesarias para el día a día en la montaña. La vuelta la hace cargada. Tiene 58 años y se mantiene en forma, pero “nada es como cuando tenía 30”.

Tres horas diarias de ordeño

Lo peor son el primer y último día, cuando hay que trasladar a la borda no sólo la comida para una o dos personas, sino “las prensas para el queso”, de casi cinco kilos cada una; y diverso material para hacer los ocho quesos diarios que artesanalmente elabora Iñaki estos días en dos tandas, justo después de ordeñar a mano durante “una hora y media” alrededor de 100 ovejas. Lo hace dos veces al día, una a primera hora de la mañana y otro tanto hacia las siete de la tarde.

Lo que pedían era un camino por el que pudiera pasar su pequeño 4x4, o al menos un pequeño tractor del que se valen para llevar la carga. “El mayor problema” está en una especie de “Z”, en el que el pequeño tractor pasa a duras penas y al que es necesario asistir, azada en mano, para que traccione donde se hace más barro. Con la pista de Arritzaga evitará este tramo, al menos.

“Las chabolas están en buen estado, lo que necesitan son caminos. Con la de Arritzaga ganaremos muchísimo, pero todo son trabas”

Después, cuando a finales de junio o principios de julio baje al pueblo, Iñaki seguirá subiendo a la borda “una vez cada dos días, si todo va bien”: unas cuatro veces a la semana. 

“Siempre hay algo que hacer; alguna oveja que ha enfermado o que ha sido herida o comida por los buitres” en el peor de los casos. “Este año ya nos han matado dos: un cordero y una oveja. Es mentira que comen sólo a las muertas. Se están viciando y cada vez hay más”, alerta María Jesús.

Tercera generación... ¿Y cuarta? 

Iñaki, de 62 años, es natural de Amezketa y pastor de tercera generación, labor que compaginó hasta 2017 con la de transportista. Su abuelo y su padre Lucas también se dedicaron a la ganadería y ocupaban cada año la misma borda de Buruntzuzin, que es ya un legado familiar.

El relevo generacional también sale en la conversación. El matrimonio tiene dos hijas “de 22 y 19 años”. “Les gusta y tienen idea de seguir”, pero “el futuro está difícil” en esta profesión, dice Iñaki: “El que tiene un sueldo ya sabe qué tiene al final de mes. Aquí, sin embargo, trabajas todas las horas que quieres, pero no se valora y la producción de la oveja tampoco está valorada debidamente. Antes, por ejemplo, mi padre eran nueve hermanos en casa y sacaban la familia adelante con el ganado. Hoy, no se podría”, lamenta.

Pistas de Aralar Ruben Plaza

El acuerdo para acondicionar tres nuevas pistas no lo ven mal, “si se cumple”, pero “lo ideal”, afirma, es que se hubieran ejecutado los planes para hacer pistas a todas las bordas; también a las zonas de Pardeluts, Latosa y Zotaleta, que son las que pillan más a desmano. Asegura que las chabolas están bien (cuentan con placas solares, agua y tejados en condiciones), “pero lo que necesitan es el camino”. 

Recuerda que la borda de Buruntzuzin, cuando la gestionaba su padre Lucas, ejercía de improvisada cantina a la que los pastores de las zonas de Pardeluts y Latosa acudían a comprar artículos básicos como “pan, lentejas o lo que hiciese falta”. 

Las pistas, insisten, son una herramienta para hacer más atractiva su labor y se incentive el relevo generacional.