No son sanitarios, pero conocen a la mayoría de los pacientes de las plantas tercera, cuarta y quinta del Hospital Universitario Donostia. A algunos los visitan, incluso, varias veces al día. En épocas de mucho trabajo, como en invierno, pueden llegar a estar hasta con 50 enfermos en una única jornada laboral. Oficialmente son celadores, aunque todo el mundo los conoce como "los levantadores".

Raúl Domínguez Ramos y Patricia Rojo Etxebarria forman una de las cuatro parejas de "levantadores" que trabajan en el edificio Aranzazu del complejo hospitalario donostiarra. Su principal labor es, "como indica el nombre, levantar y acostar a los pacientes que tienen poca movilidad o que se mueven con dificultad", explica Rojo, quien prosigue: "Si necesitan llevarles al baño, nos llaman a nosotros, también para hacer los aseos; en definitiva, lo que viene a ser movilizar al paciente".

Es un trabajo que entra dentro de las tareas de los celadores, pero la peculiaridad de estos "levantadores" del Hospital Donostia es que se dedican exclusivamente a eso. Curiosamente no es una figura que exista en todos los hospitales. Por ejemplo, Domínguez, que durante unos doce años trabajó como celador en el Hospital Vall d'Hebron de Barcelona, no la conocía. "Allí los celadores hacíamos de todo", afirma. Tampoco Rojo antes de incorporarse hace un año a este centro tras emplearse como celadora en los hospitales vizcainos de Cruces y Basurto.

Raúl es el más veterano de los dos, ya que lleva tres años trabajando como "levantador" y, simplemente, le encanta. "¿Por qué me gusta mi trabajo?, por un motivo muy sencillo, porque me gusta ayudar a las personas", sostiene. "La verdad es que es muy gratificante", apostilla su compañera.

Cercanía

Contacto físico y psicológico

Lo que hace tan especial la labor de estos profesionales es el contacto directo que tienen con los pacientes día a día, lo que al final les permite conocerlos. "El primer día, cuando entramos les resulta extraño, así que siempre me fijo en la pizarra (donde pone escrito su nombre) y les digo: Buenos días, Pedro o Inés, y así empiezas un diálogo. Hay que ser un poco psicólogo", confiesa Raúl Domínguez, de 45 años.

Cuando acceden a la habitación no saben qué se van encontrar tras la puerta. "Una persona que igual está deprimida, que tiene un cáncer, que no quiere levantarse...", por eso, tratan de que su labor importune al paciente lo menos posible y, de paso, si pueden tratan de dar la vuelta a la tortilla. "Cuando me dicen que no quieren levantarse, yo les respondo (bromeando): Pues es verdad, para qué te vas a levantar si vas a salir a la calle y va a llover. De ese modo le arrebatas una sonrisa. Otro ejemplo: hay una paciente que suele llevar gafas de sol y yo le digo, cuando voy a levantarla: ¿Usted no es de la mafia calabresa?".

Raúl expone una multitud de recursos que utiliza para ganarse el favor de los pacientes, muchas veces casi con la única intención de que no se den cuenta de lo que va a hacer para evitar que se sientan incómodos o se pongan nerviosos. "Tienes que tener cuidado con las vías, fijarte bien en el paciente para ver cómo está, algo que pueda cambiar de un día para otro", añade.

Por eso, cuando comienzan el turno suelen hablar con las enfermeras o auxiliares para saber cómo se encuentran los pacientes. Les preguntan sobre su salud, pero también sobre su estado anímico o las necesidades especiales que precisen. En definitiva, como incide Raúl, se trata de ser "simpáticos, amables y profesionales". "Parece que es una tontería, pero te lo agradecen mogollón", añade Patricia, de 36 años de edad.

Siempre van en pareja, "por lo que es importante llevarte bien con tu compañero", recalca la celadora.

A ellos se les nota que congenian, solo con una mirada se compenetran a la hora de mover a Simón Etxeberria, el paciente que amablemente se ha prestado para salir en las imágenes que ilustran este reportaje. "¿Qué tal, Simón? Déjame que te peine las cejas", bromea Raúl.

Buenos y malos momentos

Cartas a patadas

La "alegría" que tratan de llevar a las habitaciones suele tener recompensa. "La gente te lo agradece un montón. Hoy mismo ha venido una persona que tenía a su aita enfermo de cáncer y, aunque ha fallecido, nos ha agradecido lo bien que nos hemos portado con él", rememora Patricia.

Ambos recuerdan con cariño a dos enfermos de leucemia con los que se involucraron muchísimo. "Nos escribieron una carta que nos hizo llorar", asegura Raúl. De hecho, antes de hablar con ellos, su jefe, Max, destaca a este periódico la profesionalidad de Raúl y Patricia por las muchas cartas de agradecimiento que han recibido.

Pero no siempre lucen buena cara. "También tú tienes días malos en los que acabas hecha polvo", confiesa Patricia.

O a veces es el paciente el que no les pone las cosas fáciles. Raúl recuerda una anécdota que vivió cuando todavía Patricia no trabajaba en el hospital. "No sé que le había pasado a esa mujer, pero no hacía más que decirme cada vez que me acercaba a ella: Hijo puta, cura violador", relata. Normalmente solían sedar un poco a la mujer antes de que los "levantadores" acudieran a moverla, pero ese día no lo hicieron. "Le dio tal patada a mi compañera en los ovarios que se cayó al suelo y cuando yo la fui a coger me intentó clavar la vía", recuerda, no sin reseñar que él también ha recibido algún que otro golpe en las partes nobles. "Sí, yo creo que te he visto un par de veces en esa situación", le ciriquea Patricia.

Ella también se ha llevado su parte. "A mí me han cogido del pecho varias veces. Suelen tener miedo y se agarran a lo primero que pillan sin saber qué es", comenta. "A lo mejor vas a levantarlos y te escupen o tienen tanto miedo que te arañan", agrega Raúl. "Sobre todo la gente mayor que se ha caído, porque cree que le puede volver a pasar", matiza su compañera.

La esposa de Simón, el paciente, pregunta en qué medio va a salir el reportaje. "Quiero tener un recuerdo de vosotros", dice. Mejor ejemplo espontáneo de la labor que hace esta pareja es imposible. "Si yo estuviera ahí, me gustaría que me trataran bien. Así que a partir de eso empiezo a trabajar", resume Raúl.