Mientras el Banco Santander se suma a la corriente iniciada por otras entidades y crea una filial para asesorar a megamillonarios con más de 50 millones de euros en cartera, los esmerados soldaditos de la nómina seguimos peleándonos entre nosotros, cada vez menos tolerantes con la disensión y el distinto parecer sobre cualquier cuestión que se tercie.

La mala baba alcanza cotas insospechadas en redes sociales como X, donde hasta el más tonto del pueblo tiene voz y la propugna a grito pelau. Muy democrático todo, pero cansino. Supongo que hay que estar para seguir siendo alguien, pero ya cansa tanto bobo empoderado. Luego están los bots, los agitadores, y los activistas a sueldo, hasta el punto de que hemos convertido esta red social en un estercolero de propaganda política en el que no hay término medio y la mesura es culpable de disidencia.

Y pese a ello, soy feliz, en estos tiempos de calamidades que vivimos en la distancia de nuestro bienestar, porque no dejo de pensar en lo afortunados que somos. Feliz por las pequeñas cosas que dan sentido a la vida, aunque sólo sea en chupitos: nimias dosis que me saben mejor que los excesos. Quizá lleguen tiempos de paz. Espero que sí, por el bien de los que nos sucederán, pero mientras pueda, me aferro a vivir feliz. Y no necesito 50 kilos.