Tengo amigas lectoras que cada vez que critico a Pedro Sánchez y los suyos me remarcan que el otro bando es peor. No creía uno necesario dejar constancia de tal evidencia, pero valgan estas primeras líneas para afirmar que, evidentemente, la llegada de la derechona al gobierno español sería dramática. Sucede que no encuentra uno en su entorno a nadie que discuta tal afirmación, por lo que valuaba baldío malgastar energías en tratar de convencer a quien ya está de acuerdo, motivo por el cual prefiero aguijonear la conciencia de quienes, pensando que así se fortifica la actual mayoría, han decidido ignorar toda la mierda que rodea al socialismo, considerar que es pecata minuta o subrayar, a modo de atenuante, las vilezas de la otra trinchera.

Tampoco estimaba necesario reconocer aquí que la (ultra)derecha mediática, judicial y política embiste sin escrúpulos, sobreactuando de manera obscena. Pero, para tranquilidad de las citadas amigas lectoras, que conste en acta que es exactamente eso lo que pienso. Dicho lo cual, repasa uno los escándalos en los que está inmerso el sanchismo y se pregunta si tiene fundamento mirar hacia otro lado. Porque, independientemente del recorrido penal que puedan tener tales barahúndas, lo cierto es que en la mayoría de los países de Europa habrían sido motivo de múltiples dimisiones. Aclaremos que son los datos objetivos que ya conocemos los que invitan a tal reflexión, no el ruido que saca el facherío.

Hay quien mantiene que pelillos a la mar, que debe renacer a cualquier precio el no pasarán de antaño. Otros, sin embargo, estimamos que la única manera de que lo que tenemos perviva consiste en reconocer que esto es inaceptable y exigir que desaparezcan los chorizos, sean quienes sean. Solo así se podrá evitar que también a los partidos que apoyan al actual gobierno español les pille el tsunami carpetovetónico y sus dirigentes se lamenten en el futuro, preguntándose ingenuamente qué han tenido ellos que ver con todo lo que ha sucedido.