J. V.- Antes de actuar, pensar. Eso es de cajón, ¿no?
I. Q.- Los seres humanos tenemos una herramienta que no tienen otros seres vivos que es el pensamiento. Desgraciadamente, muchas veces desechamos todas aquellas cualidades que nos distinguen de los demás y nos conceden un plus de ventaja, y el pensamiento es una de ellas. Hay tres maneras de conducirse: una es hacer sin pensar, lo que habitualmente no da buenos resultados; otra que es pensar para seguir pensando que tampoco da buenos resultados; y la última, la que tú propones, que es pensar para hacer. Esa es la que nos permite vivir en buena armonía.
J. V.- Otra cosa es que pensemos tanto que al final se nos haga tarde para actuar...
I. Q.- Así es, por eso en la pregunta anterior te decía que existe la posibilidad de pensar para seguir pensando, que según dice un buen amigo -cómo no, de Bermeo y cómo no, con mucho humor- es una condición que distingue a los guipuzcoanos de los vizcaínos.
J. V.- ¿Cuándo sé que pienso realmente lo que pienso, es decir, que por más vueltas que le dé, no voy a llegar a una conclusión mejor?
I. Q.- Cuando llegas siempre al mismo punto. Esto luego no tiene nada que ver con el acierto o el error, que se da cuando das un paso al frente y actúas. Vivimos de buscar las certezas, las verdades esféricas y la realidad es que el mundo está permanentemente en cambio y, creo, hay que adaptarse a ese cambio, pero haciendo siempre lo que debemos hacer, aquello que tras un período de reflexión consideramos correcto. Una vez tomadas las decisiones y puestas en práctica, se debe estar permanentemente con una actitud crítica y receptiva que nos permita mantener lo decidido, mejorarlo y, si es preciso, modificarlo.
J. V.- Te estoy preguntando todo esto en general, pero cada tipo de decisión requiere un tipo de reflexión. No es lo mismo decidir si me pongo un 'piercing' que si me voy a vivir a Groenlandia.
I. Q.- Sí, estoy de acuerdo. La calidad de la reflexión debe ser proporcional a la calidad de la decisión. La trascendencia de las consecuencias de la decisión aconseja ser aplicado en el proceso decisorio, pero eso sí, sin olvidar que la mayoría de las veces no decidir o no hacer algo es tan malo como cometer un error, con la desventaja de que el error nos deja una enseñanza y el inmovilismo no. Se peca por acción y por omisión. Uno de mis mensajes más repetidos es aquel que dice que hay que cultivar una política de admitir los errores y reconocerlos cuanto antes, porque en ellos está siempre la oportunidad de mejorar.
J. V.- Mejor pensar en frío que en caliente. Mejor aplazar ciertas reflexiones hasta que los ánimos estén templados.
I. Q.- Hombre, si pensar en caliente significa que estás de veraneo no está tan mal, pero lo cierto es que toda decisión requiere una reflexión previa. Lo contrario es obedecer a impulsos y esos suelen ser peligrosos. Con lo del frío… que no sea pensar en congelado.
J. V.- ¿Procede consultar con el círculo de confianza? Y en caso afirmativo, supongo que antes de planteárselo, será conveniente que lo llevemos un poco madurado.
I. Q.- Sí. Si la decisión es trascendente, es muy aconsejable consultar y debatir con personas de confianza. Muchas veces la implicación emocional en un tema nos quita objetividad y nos hace obviar aspectos que otras personas más alejadas sí perciben. En nuestro trabajo, los observadores en una terapia detectan aspectos de la comunicación, sobre todo la no verbal, que a quien está directamente implicado se le pueden pasar.
J. V.- ¿Y si es a nosotros a quienes nos piden consejo?
I. Q.- Lo razonable es meditar por lo que nos preguntan, conceder a nuestro interlocutor el respeto que se merece. Una vez hecha la reflexión, dar el consejo y luego agradecer la confianza depositada porque el hecho de que alguien comparta algo íntimo y personal es un gran regalo.
J. V.- ¿Ayuda escribir en un papel los pros y los contras? ¿Basta con 'discutirlo' con la almohada?
I. Q.- Cada uno tiene su método. Los muy segurolas y un poco obsesivos lo escribirán y lo pondrán en orden un par de veces. Otras personas se pueden abstraer y colocar los pros y los contras en su cabeza sin necesidad de escribirlo. Y lo de la almohada, mejor no hacerlo porque cualquier decisión o acción importante sale mejor si se duerme bien.
J. V.- Y, como hemos dicho en otras ocasiones, una vez tomada la decisión, no hay que mirar atrás. ¡A la piscina!
I. Q.- Efectivamente. Te decía en uno de nuestras entrevistas anteriores que la vida se entiende mirando hacia atrás, pero sólo se construye mirando hacia delante. No hay que arrepentirse de nada salvo de lo que hicimos mal adrede (que a todos nos puede pasar). El resto es material de estudio, tanto nos salga bien como nos salga mal.
J. V.- Todo esto, como norma general. Pero siempre hay que tener en cuenta que cada persona es distinta: las hay resolutivas y dubitativas.
I. Q.- Así es, pero como en la vida en general el entrenamiento es una herramienta que nos permite rendir cada vez mejor y en este aspecto en particular eso también se da. Cuando aprendemos a detectar nuestros pensamientos distorsionados, esos que nos hacen anticipar todo de forma sesgada, nos damos cuenta de que podemos modificar una manera negativa de pensar y de que desarrollamos una habilidad con la que antes con contábamos, que es modificar esas distorsiones y sentirnos menos apremiados a la hora de decidir y de hacer.
J. V.- Esté pendiente o no la toma de una decisión, pensar o reflexionar son magníficas gimnasias. Lo malo es que no las practicamos mucho. El precio es que no sabemos si 'nuestras' opiniones lo son, efectivamente, o si las hemos tomado prestadas de otros.
I. Q.- Depende. Hay situaciones que sólo admiten una solución propia y otras permiten una prestada. Tomar cosas prestadas es fantástico. No es necesario inventar métodos nuevos unipersonales porque todo lo que es válido para ti es útil, sea propio o prestado. Lo que hay que hacer es dedicarle a lo que hacemos algo más de tiempo que el que se requiere simplemente para copiar, porque lo interesante es importar esta información para que forme parte de nuestro propio acervo personal y luego darle nuestra forma. La pólvora ya se inventó hace mucho y le podemos dedicar tiempo a reinventarla otra vez, pero no eso no es necesario.
J. V.- ¿Es recomendable someter a revisión cada cierto tiempo nuestros pensamientos y opiniones?
I. Q.- Constantemente. Vivimos en un mundo e inmersos en una sociedad que están en permanente cambio, y si bien los valores sólidos permanecen, la manera de expresarlos puede cambiar. Esto hay que cuidarlo porque los principios que no podemos expresar pierden parte de su valor, que es el convertirlos en efectivos para otros que no los conocen.