donostia. Según explica la Real Academia de la Lengua, el bombero es aquel "operario encargado de extinguir los incendios". Sin embargo, la realidad de este oficio demuestra que son mucho más que eso. "Nosotros vamos al problema cuando la gente huye de él. Somos los que vamos en dirección contraria", dice Emilio Lozano, suboficial del Parque de Bomberos de Bidasoa, en Irun. "Un bombero tiene que solucionar problemas de todo tipo: mecánicos, eléctricos, temas relacionados con la albañilería...", completa Hipólito Poza, suboficial del parque de Zubillaga, en Oñati.
Tal vez esa vocación de servicio, la de tratar de ayudar en cualquier situación, es una de las pocas cosas que no ha cambiado a lo largo de los años. Y es que en las últimas décadas, la historia de esta profesión ha ido evolucionando de forma que en la actualidad Gipuzkoa cuenta con ocho parques -Zubillaga (Oñati), Bidasoa (Irun), Goierri (Ordizia), Kosta (Zarautz), Oria (Tolosa), Korosti (Legazpi), Arrate (Eibar) y Urola (Azpeitia)- además de las nuevas instalaciones de Donostia, que entrarán en funcionamiento próximamente.
Uno de los hitos que marcó un punto de inflexión en la historia del oficio en el territorio fue la creación del Servicio de Prevención, Extinción y Salvamento de la Diputación Foral, en 1983. Hasta entonces, sólo la capital guipuzcoana, junto con Irun y Tolosa, contaba con un parque profesionalizado, con medios y material suficiente, mientras que el resto de Gipuzkoa era cubierto por parques municipales con bomberos voluntarios.
Pero fue en 1986 cuando realmente se puso en marcha el servicio. Fue entonces cuando salió la primera promoción de bomberos -los de Zubillaga- y cuando se inauguró su correspondiente parque en Oñati. Hoy, 25 años después, dos bomberos de la Diputación Foral hacen balance de este cuarto de siglo.
a salvar vidas Hipólito Poza tiene 47 años y lleva 25 trabajando como bombero en Zubillaga. Tomó parte en la primera promoción y hoy es suboficial del parque. "Antes no se sabía muy bien en qué consistía este oficio porque en aquella época no había mucha tradición en Gipuzkoa. En mi caso, lo de ser bombero fue por casualidad; yo era profesor de kárate y fue un alumno mío el que me animó", comenta.
En este sentido, el suboficial de Zubillaga apunta que cuando empezaron no era muy habitual que los vecinos llamasen a los bomberos para determinadas cuestiones. "Aquí la gente estaba acostumbrada a que cada uno se solucionase sus problemas y no se solía llamar mucho a los bomberos. Ahora, se está más concienciado y además de apagar fuegos, achicamos agua, visitamos empresas para ver sus riesgos, rescatamos a alguien que se ha quedado encerrado o asistimos accidentes de tráfico", señala Poza.
Respecto a esto último, el responsable del parque de Oñati destaca que el número de siniestros ha descendido considerablemente. "Además, antes los accidentes eran mucho más aparatosos y nos encontrábamos situaciones muy difíciles", indica.
Hipólito Poza recuerda con amargura la primera vez que tuvo que enfrentarse a un cuerpo sin vida. "Estábamos empezando, también los ertzainas que casi estrenaban la comisaría de Bergara, y tuvimos que recoger el cadáver de una persona que llevaba muerta casi un mes. Fue muy duro. Con el tiempo te das cuenta de que tienes que aprender a poner una barrera", asevera.
No obstante, el balance de estos años es "totalmente positivo". "Es gratificante poder ayudar a una persona. Esos son los trabajos que más gustan: en los que salvas la vida a alguien. Y, por ejemplo, yo en particular, soy muy sensible cuando hay niños de por medio. Lo mejor es la sensación del trabajo bien hecho y con final feliz".
la atención Emilio Lozano, suboficial del Parque de Bomberos del Bidasoa, de 51 años, comparte opinión. Él tampoco se introdujo en este mundo por vocación pero ahora reconoce que su trabajo le ha "enganchado". "El día que logras salvar a alguien vas flotando, estás feliz. Te tienen que agarrar de la pierna", argumenta.
Sin embargo, también se dan situaciones en las que las cosas no salen como a uno le gustarían. "Muchas veces volvemos al parque pensando y si lo hubiéramos hecho de esta manera, y si, y si... Y al final te vas con eso a casa. Otro de los momentos duros suele ser cuando le ocurre algo a algún compañero o cuando conoces a la persona que está en el apuro", indica.
Asimismo, a lo largo de todos estos años Lozano ha visto cómo han cambiado los recursos con los que cuentan para desempeñar su trabajo y subraya el "empujón" que supuso la entrada de la Diputación Foral en los años 80. "Antes dependíamos del Ayuntamiento de Irun y no existía tanta protección individual y ahora hemos mejorado muchísimo. A eso hay que añadir que tanto las personas como las empresas toman más medidas de prevención", dice. A pesar de esto, el suboficial del parque de Irun pone el acento en la importancia de la atención que se debe ofrecer a quienes solicitan su asistencia. "Lo fundamental es la atención. Muchas veces somos recibidos con recelo, enfado o nerviosismo, pero si tratas bien a la gente, con educación, si les coges de la mano, les explicas lo que vas a hacer o les hablas con tranquilidad te lo agradecen de corazón", asegura.