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Vencer al agua

Groningen. A la hora de elegir su destino erasmus, son generalmente los tópicos sobre el país en cuestión los que uno maneja. Pensar en Holanda era para mí hacerlo sobre su política en cuanto a drogas y prostitución, estampas de la monarquía, campos de tulipanes, el color naranja y los canales de Amsterdam, poco más podía decir sin consultar la Wikipedia sobre el país en el que iba a vivir los próximos cinco meses. Aquí he aprendido que es lo más desconocido de otra cultura lo que nos atrapa.

Durante estos meses he podido comprobar cómo, dando una vuelta por el territorio holandés, se aprende mucho del carácter de sus simpáticos habitantes. Tres cuartas partes de Holanda están bajo el nivel del mar. Esto parece un gran problema con los tiempos que corren, si bien para los que llevan siglos poblando esta tierra la amenaza del agua nunca ha sido suficiente para disuadirles de vivir en el país, ni siquiera para cambiar sus costumbres. Ya en el siglo XIII, los monjes agricultores de la actual zona de Friesland modificaban la orografía de la región levantando diques y presas para evitar las constantes inundaciones por la subida del nivel del mar. Precisamente, esas dos palabras en holandés, dijk y dam, están muy presentes en la toponimia holandesa, como en el caso de su capital, Amsterdam (dique en el río Amstel). Incluso levantaron lo que aquí se llama terp, colinas artificiales para elevar al menos las iglesias y cementerios de cada pueblo, especialmente estos últimos, cuando subiera la marea. Es una cuestión práctica.

Pero, al margen de peculiaridades en cuanto a leyes, políticas, tradiciones e incluso paisajes, he podido comprobar que la sociedad holandesa es de las que no se deja vencer por la adversidad. A ver si nos van a ganar a cabezones...