Cuidar de la alimentación es fundamental del bienestar físico y mental. Lo que comemos cada día influye directamente en nuestra energía, nuestro sistema inmunológico y en la prevención de enfermedades.
Sin embargo, por ejemplo a la hora de merendar en bocadillo o como picoteo, muchas personas incluyen en su dieta diaria embutidos procesados, como el jamón cocido, el salchichón, las salchichas o el chorizo, sin ser conscientes de los efectos negativos que este hábito puede tener a largo plazo sobre la salud.
Los embutidos procesados son productos elaborados a partir de carne, grasa, sal, azúcares, conservantes y aditivos como los nitritos y nitratos, que se utilizan para mejorar el color, el sabor y la duración del alimento.
Aunque resultan prácticos por la rapidez con la que nos preparamos el bocata, su consumo frecuente supone un riesgo importante para el organismo.
Riesgo para la salud
La Organización Mundial de la Salud (OMS) los ha clasificado como carcinógenos del Grupo 1, es decir, existe evidencia científica de que pueden provocar cáncer en humanos, especialmente de colon y recto.
Cuando consumimos embutidos procesados todos los días, sometemos a nuestro cuerpo a una sobrecarga de grasas saturadas y sodio. Estas grasas aumentan los niveles de colesterol LDL (el llamado "malo"), lo que eleva el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, como hipertensión, arteriosclerosis o infartos. Por otro lado, el exceso de sal puede provocar retención de líquidos, afectar la función renal y contribuir al desarrollo de presión arterial alta, una de las principales causas de mortalidad en el mundo.
A nivel digestivo, la ingesta habitual de embutidos ultraprocesados puede alterar la microbiota intestinal, afectando la flora bacteriana beneficiosa que protege el intestino y favorece la digestión.
Además, los aditivos empleados, en especial los nitritos, pueden transformarse en nitrosaminas, compuestos químicos potencialmente cancerígenos que dañan el revestimiento del colon y otras partes del aparato digestivo.
Dañan el metabolismo
También hay consecuencias en el ámbito metabólico. Los embutidos procesados suelen contener azúcares añadidos, potenciadores del sabor y conservantes que, consumidos de forma continua, favorecen el aumento de peso y la resistencia a la insulina, abriendo la puerta al síndrome metabólico y a la diabetes tipo 2. A largo plazo, este tipo de alimentación desequilibrada puede provocar fatiga, inflamación crónica y una sensación general de malestar.
Alternativas saludables
Optar por una alimentación saludable y equilibrada implica reducir drásticamente el consumo de embutidos procesados y priorizar alimentos frescos y naturales.
Las proteínas de calidad deben provenir de fuentes como el pescado, el huevo, las legumbres o la carne magra no procesada.
Incorporar frutas, verduras, cereales integrales y grasas saludables, como el aceite de oliva o los frutos secos, ayuda a mantener el cuerpo en equilibrio y a prevenir enfermedades.
Efectos acumulativos
En conclusión, comer embutidos procesados todos los días puede parecer inofensivo, pero sus efectos acumulativos son perjudiciales para el corazón, el intestino y el metabolismo. Una dieta basada en alimentos naturales, con un consumo ocasional y moderado de estos productos, es la mejor manera de proteger la salud y disfrutar de una vida más larga y vital.