La hepatitis C es una enfermedad hepática causada por el virus de la hepatitis C (VHC) y, según los últimos estudios, afecta a unas 20.000 personas en el Estado.
Este martes 1 de octubre de conmemora el Día Mundial de la Hepatitis C, una enfermedad que se transmite principalmente a través del contacto con sangre contaminada, lo que puede ocurrir mediante prácticas como el uso compartido de agujas, transfusiones sanguíneas sin los controles adecuados o incluso en contextos médicos sin esterilización apropiada.
A diferencia de otros tipos de hepatitis, la hepatitis C tiene un mayor riesgo de evolucionar hacia complicaciones graves como la cirrosis y el cáncer de hígado si no se trata a tiempo.
La detección temprana es fundamental, y por eso es importante conocer los síntomas que deberían preocuparnos.
¿Qué es la hepatitis C?
El virus de la hepatitis C ataca el hígado, uno de los órganos vitales responsables de filtrar toxinas y producir proteínas esenciales para la coagulación sanguínea, entre otras funciones.
En muchas ocasiones, la hepatitis C puede pasar desapercibida durante años porque no siempre presenta síntomas evidentes en sus etapas iniciales. Esto la convierte en una "infección silenciosa", que a menudo es diagnosticada cuando ya ha producido daños importantes en el hígado.
Síntomas tempranos de la hepatitis C
En su fase aguda, que ocurre poco después de la infección, muchas personas no muestran síntomas, o estos son leves y similares a los de una gripe común. Sin embargo, los siguientes signos pueden ser una señal de alerta de que algo no está bien:
- Fatiga persistente: El cansancio inexplicable que no desaparece con el descanso puede ser un indicativo de que el cuerpo está combatiendo la infección del VHC. Esta fatiga, que suele ser crónica, puede interferir con las actividades cotidianas y la calidad de vida.
- Dolor en las articulaciones y músculos: Las personas infectadas con hepatitis C pueden experimentar dolores difusos, similares a los de la artritis, especialmente en las articulaciones de las manos, rodillas y pies.
- Fiebre leve: Algunas personas pueden desarrollar fiebre sin una causa aparente. Aunque la fiebre puede estar relacionada con muchas enfermedades, su persistencia junto con otros síntomas debe ser motivo de consulta médica.
Síntomas avanzados y preocupantes
Cuando la infección se vuelve crónica y comienza a dañar el hígado, los síntomas pueden volverse más específicos y graves.
Estos síntomas son indicativos de que la enfermedad está afectando de manera significativa la función hepática y que el hígado puede estar sufriendo daño irreversible:
- Ictericia: Este es uno de los signos más visibles y preocupantes de daño hepático. La piel y los ojos adquieren un tono amarillento debido a la acumulación de bilirrubina, una sustancia que el hígado normalmente procesa.
- Dolor abdominal: El dolor en la parte superior derecha del abdomen, donde se encuentra el hígado, puede ser una señal de inflamación o daño hepático. Este dolor puede ser sordo o agudo y suele empeorar con el tiempo.
- Orina oscura y heces claras: La coloración oscura de la orina y las heces pálidas o de color arcilla son indicativos de que el hígado no está funcionando correctamente. Esto se debe a que el hígado no está procesando correctamente la bilis, que es crucial para la digestión.
- Hinchazón abdominal (ascitis): En las etapas avanzadas de la hepatitis C, la acumulación de líquidos en el abdomen es un signo de daño hepático severo, a menudo relacionado con cirrosis. Esto puede provocar una hinchazón visible y dolorosa en el área abdominal.
- Hematomas y sangrado fácil: La incapacidad del hígado para producir suficientes proteínas para la coagulación sanguínea puede llevar a que las personas con hepatitis C presenten hematomas o sangren con facilidad, incluso con golpes o cortes leves.
La importancia del diagnóstico y el tratamiento
Dado que muchas personas no presentan síntomas en las primeras etapas de la enfermedad, es crucial realizar pruebas diagnósticas, especialmente si existen factores de riesgo, como el haber recibido transfusiones antes de 1992, consumir drogas intravenosas, o trabajar en entornos sanitarios con exposición a sangre. Un análisis de sangre puede detectar el virus y permitir un tratamiento temprano.
El tratamiento ha avanzado significativamente en las últimas décadas, con terapias antivirales que pueden curar la infección en más del 95% de los casos. Sin embargo, cuanto antes se detecte la enfermedad, mayores serán las probabilidades de evitar complicaciones graves como la cirrosis o el cáncer de hígado.
La hepatitis C es una enfermedad silenciosa que afecta a cientos de personas en Gipuzkoa. Reconocer los síntomas, aunque sean leves, puede marcar la diferencia entre una vida saludable y el desarrollo de complicaciones graves.
La detección temprana y el tratamiento adecuado son fundamentales para prevenir daños permanentes en el hígado y mejorar la calidad de vida de quienes padecen esta infección.