Donostia. La tanda femenina de la Bandera de La Concha deparó la regata más emocionante de la matinal. Sin mediar galernas, pero con una mar lo suficientemente movida como para que la pericia amortiguara la tiranía de los vatios, Zumaia Kiroljokoa ganó el primer asalto, aunque no pudo cerrar el combate. Los gallos aún darán pelea el próximo domingo, pues Galicia acabó a solo cuatro segundos y Getaria-Tolosa a cinco. Pero la victoria en la primera jornada supo a bandera a bordo de la Enbata, que ayer fue la única galerna en la regata femenina.
A bordo de la trainera cedida desde la regata de Orio por Zarautz, que aligera en doce kilos a su vetusta Telmo Deun, que además de más pesada está ya también más blanda, las entrenadas por Kike Manterola cumplieron su amenaza cuando conocieron los partes que advertían que sería una regata de mar, una prueba de patrones. Se saben menos potentes que la doble G, pero en mar la ligereza de su tripulación pesa lo suyo al gobierno de Nagore Oso, que es puro nervio con brazos de acero en la popa.
Solo en la txanpa inicial se vieron por detrás, cuando junto a Bizkaia se vieron dos segundos por detrás de Getaria-Tolosa y Galicia. Pero no fueron más allá.
Los cuatro segundos en los que caben sus sueños de bandera, Zumaia los obtuvo en el primer largo, por el tramo de autovía que la calle cuatro bifurcaba a la altura de la isla. Por ahí, apenas en el tercer minuto de la regata, las entrenadas por Kike Manterola se adelantaron en algo más de una trainera, y no hubo forma de meterles mano.
Tras la isla, las embarcaciones se encontraron una mar muy sucia, pero Zumaia no manchó su regata. Siguió firme a 36 paladas por minuto, y no se inmutó cuando Galicia se acercó a solo dos segundos, con Getaria-Tolosa a cuatro. La Esperantza superó a las gallegas al final del largo, pero sin recortar medio metro a una Enbata muy sólida.
La ciaboga no alteró el orden, pese a que Getaria-Tolosa se catapultó sobre una ola. No bastó, porque Zumaia también empopó lo suyo, y los cuatro segundos siguieron inamovibles, mientras las embarcaciones se ajustaban en la calle cuatro. La última reacción de las de Javier Isasti y Ángel Larrañaga llegó a la altura de la isla, cuando se acercaron a tres segundos, pero no hubo cuerda para más. Al menos, no para el poner en marcha el despertador que rompa el sueño de Zumaia.