No me importa lo que digan, lo que digan los demás, pero yo me declaro un enamorado del derbi vasco y ratifico a los cuatro vientos que nada me gusta más que derrotar al eterno rival. Cuando llegan los días importantes, uno siempre recuerda buenos momentos que ha vivido en victorias sobre el villano vecino y las anécdotas con las que ha disfrutado junto a sus seres más queridos. Sobre todo con los que ya no están entre nosotros. Mi tío Iñaki era un ferviente aficionado txuri-urdin, que fue como un segundo padre para mí porque conviví con él once años en Madrid. Siempre me contaba que una vez fue al Calderón a ver un partido de la Real, que viajó en cuadro a Madrid por las lesiones, lo que motivó que Gaztelu tuviera que actuar de improvisado delantero centro. Los que no le vieron jugar se imaginarán que tenía la misma imponente planta que tiene su hijo Agustín Aranzabal, pero nada más lejos de la realidad. Eran dos futbolistas con características casi antagónicas. Mi tío me repetía que a pesar de su corta estatura, era un espectáculo cómo se pegaba y fajaba contra la mejor y más dura defensa de la Liga y cómo incluso les arrebataba muchos balones aéreos con unos saltos memorables. El pasado viernes, en el encuentro ante el Sevilla, me acordé de mi tío Iñaki y pensé lo que estaría disfrutando con la portentosa actuación de Oyarzabal. Sin ser el más alto, se llevaba casi todos los balones por arriba con un timing en el salto perfecto que le permitía ganar la partida a centrales más altos y corpulentos. Era la reencarnación de Gaztelu en aquella tarde en el Calderón en la que, imagino, como casi siempre en ese maldito escenario, la Real perdería. Oyarzabal no necesita que nadie le proteja, siempre se ha defendido solo en el campo. Es la mayor bestia competitiva que ha producido jamás Zubieta. Porque no es el más rápido ni desequilibrante, pero si hubiese que elegir sería el mejor 7 y el 11 de la plantilla; tampoco es un fino mediapunta, capaz de encontrar huecos donde nadie los ve, pero también es el mejor 10 del plantel. Y, por último, estamos de acuerdo con que no responde al perfil habitual de un delantero centro, por eso muchos siempre le mirarán con lupa, pero yo creo que cada vez son menos los que pueden discutir que es de largo el mejor 9 que tiene a sus órdenes Sergio.

Cuando las cosas se complican, el esplendor en la hierba ya ha quedado atrás y parecen avecinarse negros nubarrones, no parece un mal plan aferrarse a un clavo ardiendo como es Oyarzabal. El canterano total. La verdad es que tiene que ser frustrante vender que eres un caso único en el mundo y que muchos de los mejores futbolistas de la zona jueguen en el vecino. La auténtica aldea de Astérix y Obélix que sobrevive a pesar de los millones de los clubes más grandes del mundo y del buitre leonado que trata de llevarse a todo aquel que firma una acción de mérito en cualquier categoría de la cantera de Zubieta. Sin entrar en las manidas trampas al solitario, con las que engañarán a otros pero a nosotros no, cómo explicas que el mejor jugador vasco actual no quiere saber nada de jugar allí y que el mejor de toda la historia, Xabi Alonso, también salió de Zubieta y nunca quiso ni escuchar los insistentes cantos de sirena que llegaron desde el otro lado de la A-8. Ellos podrán poner pancartas gigantes con la media verdad de Unique of the World y nosotros deberíamos poner otra igual de grande con el lema: “Por algo será”.

"El mejor basket de la antigua Yugoslavia"

El otro día vi el Informe Robinson sobre Obradovic, que se lo recomiendo como la gran mayoría de estos programas que son oasis de calidad. En él se explica que el entrenador europeo más laureado nació en la localidad serbia de Cacak, de poco más de 70.000 habitantes. Entre ellos, tres campeones del mundo de baloncesto. En todo Euskadi deberíamos sentirnos orgullosos de la extraordinaria materia prima de buenos futbolistas que hay y podríamos realizar una pintada como la que luce en una pared de un polideportivo de la localidad serbia: “En Cacak debajo de cada piedra aparece un tirador”. Aquí un futbolista de talla mundial, como nuestro Mikel o su Nico Williams. Pero en el reportaje, aparece otra pintada, con una frase que se atribuye al propio Obradovic al afirmar: “Aquí se jugaba el mejor basket de la antigua Yugoslavia”. Ésta en cambio la podrían colocar en Anoeta: “Aquí se jugaba el mejor fútbol de Euskadi”. Y al que le pique, que se rasque…

La aldea de los galos-vascos

La aldea de los galos-vascos, tiene que seguir protegiéndose y vigilando mucho los movimientos del abusón de la zona, el que arrasa con todo el mercado sin importarle ya sin disimulo las edades de los niños. En la Real siguen sacando pecho porque el acuerdo del Antiguoko no les influye demasiado, pero la fuga de talento anual está siendo cuanto menos inquietante. Sin entrar a valorar los jugadores que captan por su cuenta en otros clubes, como el central bergararra Beñat Larrea, que puede pasar que le hayan convencido a él o a su familia, lo que no me entra en la cabeza es que el club se haya metido en arenas movedizas al sacrificar la salida de un mediocentro con un físico imponente, ya bastante hecho y que tiene hechuras de futuro futbolista de Primera División como el mediocentro Ander Ezpeleta para arreglar su vergonzosa gestión con un niño que desgraciadamente acaparó demasiada información y cuyo caso iba a acabar en los juzgados de no haber permitido la incomprensible salida del donostiarra. Como no lo publicó el medio más influyente, pues parece que no es noticia, pero por primera vez en mucho tiempo Aperribay abrió la puerta que debería estar cerrada a cal y canto para negociar un acuerdo con el eterno rival. Más que nada porque si fuera por ellos, todos somos hermanos vascos y tal, pero te desmantelarían el club entero. O, que no puede ser que dos canteranos de 21 años, Eder (ojo que no descartan que debute este año con el primer equipo) y Gibelalde, crucen la autopista sin esperar a que al menos alcancen los 23 y sepamos con más concreción sus posibilidades en el fútbol actual. Disculpen, pero como me dijo una persona cualificada, “eso es de primero de Director Deportivo”. Lo dicho, una cosa es que quieran reforzarse, que lo sabemos de sobra al tratarse del club más fichador de Euskadi, y otra, muy distinta, que lo consigan aquí.

Oyarzabal

Pero estábamos con Oyarzabal. Si algún escritor de cómics se inventara algún día a un Superhéroe estoy convencido de que respondería al perfil del eibartarra (porque a Xabi Prieto solo le falta ejercer de periodista para ser Superman). Del que parece que no es nadie, pero en realidad lo es todo; del que no es el del anuncio de Coca-Cola, aunque con el tiempo nos hace disfrutar tanto que nos acaba hasta pareciendo guapetón, y del que parece que nunca hace nada pero acaba salvándonos de todos los peligros. Me encaja en el perfil del que no se da ninguna importancia, como el campeón del mundo Juan Mata que en su día dijo: “No todos nacemos para ser portada, y está bien. Mi felicidad nunca dependió de los flashes, sino del vestuario, del pase bien dado, del respeto ganado en silencio. Prefiero ser recordado por cómo traté a los demás que por cuántos goles marqué”.

Contaba Danny Drinkwater, compañero de Vardy, en el Leicester campeón de Liga, que el delantero “siempre estaba a otro nivel antes de los partidos. Abría un Red Bull, se lo tomaba de un trago y, como loco, se ponía a correr en círculos por el vestuario, gritando: “¡Soy un puto leopardo! ¡Vamos, chicos, a toda velocidad!”. Esquivaba las bolsas del equipo, se estrellaba contra un banquillo, y todos nos moríamos de risa. Ranieri estaba allí de pie, intentando mantener la calma como siempre, y él simplemente lo miró y le dijo: “¡Jamie, por favor, sé un leopardo en el campo, no en mi vestuario!”.

Esto es un derbi. Si nos falta fútbol, necesitamos once leopardos con espuma en la boca y el colmillo retorcido. Ganar al eterno rival abriría otra puerta, la de un futuro esperanzador y la de una temporada con objetivos ilusionantes. Que se tome un Red Bull el que quiera, pero necesitamos gladiadores que se coman la hierba. Esto es Anoeta, aquí manda la Real. El ayer y el mañana no existen. Solo 90 minutos y el abusón del vecino enfrente. No pueden salir vivos… ¡A por ellos!