En la antesala de visitar al Oviedo y con el partido de Anoeta contra el Real Madrid en perspectiva, la Real Sociedad anunció la semana pasada el homenaje del día 13 a John Benjamin Toshack, aprovechando también el gancho del famoso madrugón de 1985. Tras una derrota copera en el Tartiere, el galés despertó entonces a la plantilla a las cuatro de la mañana para volver a Zubieta y entrenar de inmediato, una medida que, como muchas de las frases más célebres de JB, se ha quedado trasnochada con el tiempo. Hoy en día, semejante idea significaría la sentencia de muerte para cualquier entrenador, reforzado como está el peso de los vestuarios en los clubes. Y también ha perdido vigencia aquello de que “en Donostia no se habla de la Real hasta que pasa la regata de La Concha”. Andamos todavía con las clasificatorias y la matraca txuri-urdin durante todo el verano ha resultado importante. Menos mal que el mercado ya es historia.

Sí, se habla

No, amigo John. En Donostia, en Gipuzkoa, en el antiguo Twitter... Ahora se habla de la Real los 365 días del año, y además el asunto se torna en insoportable desde junio hasta el 31 de agosto (1 de septiembre esta vez), período en el que el fútbol no importa y los fichajes lo acaparan todo. Importantes son, para qué lo vamos a negar: por algo invertirán los clubes la cantidad de dinero y de tiempo que dedican al asunto. Pero las ruedas de prensa de los técnicos de Primera División resultan ya más propias de directores deportivos que de entrenadores. Y luego todo se achaca directamente o indirectamente a lo que sucede en los despachos, sin el más mínimo análisis respecto a lo que verdaderamente importa, lo que pasa sobre el campo.

Mismos errores

No aludo con esto último a Sergio Francisco, cuyo discurso compro además: tiene que resultar difícil trabajar y prepararse para la competición cuando no sabes a quién tendrás en el equipo en la cuarta jornada. A partir de ahí, si la Real sólo ha sumado dos puntos de nueve es, más que por los líos del mercado, porque está cometiendo pecados a los que ya nos tenía acostumbrados en otras campañas, especialmente en la anterior. Para empezar, sufre a la hora de convertir en goles todo lo bueno que genera, bagaje de ocasiones cuyo volumen ha crecido de la mano del nuevo entrenador. Y para terminar, conserva la dolorosa costumbre de pegarse tiros en el pie cuando tiene los partidos bajo control. Al míster debemos pedirle que trabaje para corregir esto segundo, porque de lo primero, de que el equipo desperdicie tantas situaciones interesantes, poca culpa tiene. Está cumpliendo con nota respecto a lo que está en su mano: dotar al equipo de herramientas para llegar. Pero hay zonas del campo en las que la labor táctica cede ya el testigo a la inspiración, la calidad y la puntería.

Ningún desastre

El bagaje de puntos, sumado a la certeza de que aún restaban deberes por hacer en la ventana de traspasos, alimentaba el sábado por la noche la sensación generalizada de que todo es una auténtica mierda. Pero la realidad futbolística del equipo genera también conclusiones positivas para, en cierto modo, contrarrestar las negativas. Al fin y al cabo, los tres partidos jugados por la Real, dándose como se han dado, podrían haber deparado botines mucho mejores, lo que sitúa a los txuri-urdin muy cerca y muy lejos a la vez de conseguir victorias. Aunque ahora resulte impopular decirlo, la escuadra de Sergio Francisco ha hecho muchas cosas bien. Se trata a partir de ya de plasmarlas en el marcador y de evitar desconexiones que echen por tierra lo andado. Así dicho, suena fácil. Seguro que no lo es tanto.

Ayudarán, pero...

La magia de ese mercado al que tantas vueltas da la gente reside en imaginar al fichaje de turno con capa de súper héroe acabando con todas las carencias de tu equipo. Lo que pasa es que raras resultan las ocasiones en las que la realidad hace buenas esas expectativas. Carlos Soler y Yangel Herrera son dos buenos jugadores que van a ayudar lo suyo. Sin embargo, no acabarán por sí solos con los problemas de la Real, algo que sólo logrará el colectivo de la mano de su entrenador. Yo confío. Desde la necesaria paciencia.