Los japoneses son muy mitómanos. No hay más que ver la fiebre que viven por Take Kubo. Es una locura todo lo que genera en torno a la figura de uno de los capitanes de la selección japonesa y una de las grandes estrellas de la Real. Compatriotas venidos de todos los rincones de su país, ataviados con todo tipo de emblemas txuri-urdin con un protagonismo abrumador, como no podía ser de otra manera por estos lares, del 14. Uno entiende que suceda eso con los futbolistas, algunos auténticas leyendas, pero en Japón todo es excesivo.

Lo digo porque, en una circunstancia que recomiendo que le pase al menos una vez en la vida a cualquier ciudadano terrenal, de los del montón y sin que nadie se lo tome como un ataque egocentrismo ni de narcisismo, porque en realidad más vergüenza que yo no pasó nadie.

Sorpresa en el desayuno

Les sitúo. Después de una breve incursión para conocer Nagasaki la nuit y tras la segunda noche marcada casi con sangre por el temido jet lag, estaba desayunando junto a mis compañeros medio (o entero) sobado, cuando de repente me tocaron por la espalda y me preguntaron tres japoneses a los que ya había visto la víspera cerca de nosotros. “¿Tú eres Recalde?”. Je, ¡en las antípodas! ¡Mia que está leho Japón! Y me enseña una captura de pantalla en una entrevista que me hizo mi amigo Masato, también periodista (llevo tres años colaborando con Yahoo en Japón).

Mis cuatro compañeros más boquiabiertos que yo y después atacados de risa y a posar en la fotografía junto a los tres. Una con cada uno de los tres. Por una vez y sin que sirva de precedente, me sentí como una rock and roll star. La pena es que no sé cómo lo harán, pero al estar en mitad del desayuno y acabar de meterme en la boca no me pregunten el qué porque no tengo ni la más mínima idea de lo que era como casi todo lo que como aquí me vi en la obligación de condicionar mi habitual sonrisa. ¿Cómo saldrá al paso con naturalidad esta gente cuando le acecha una tragedia de semejante calibre?

Lo de la comida en este país es muy complicado. En realidad cualquier cosa que necesites y que se salga del guion previsto. No es que no tengan ni idea de inglés como te advierten antes de emprender viaje al país del Sol Naciente, lo increíble es que no te entienden ni cuando les preguntas: “Do you speak english?”, con mi acento balinés que solo mi cuadrilla entenderá. Pero es que ni en el mismo hotel.

Por este motivo, cuando todos nos encontramos al borde de las crisis con nuestras respectivas parejas por la excesiva dependencia del móvil voy a reivindicar esta vez la cantidad de soluciones que te puedes encontrar en ellos. No tanto como en los libros como dije ayer, pero cerca. Aquí no se cortan ni lo más mínimo, a la primera te piden que saques el teléfono y pongas a trabajar al traductor para comunicarte. Es bastante gracioso. Yo solo lo había hecho antes en un viaje a Estambul cuando un peluquero me intentó cobrar 300 euros cuando solo le había pedido que me recortara la barba de Papa Pitufo que lucía y me hizo el mayor tratamiento de belleza que jamás hubiese podido imaginar.

Entre un plan u otro

Bajo un calor sofocante y una humedad angustiosa que te permiten entender mucho mejor el nombre del patrocinador Yasuda (¡y tanto que sudas!), créanme de los que no puedes salir a la calle, hubo dos opciones de planes por la mañana en una ciudad que, desgraciadamente, es mucho más famosa por la terrible bomba que le lanzaron que por sus propios encantos.

Había dos opciones. Visitar los templos que, con el mercurio casi hirviendo y viendo cómo bajó un colega que dejó la camisa de Camacho en Corea en una pequeña anécdota en comparación con cómo se encontraba su camiseta, dejó claro que para subir tantas escaleras había que ponerse más en forma que Kun Fu Panda. O, planazo, acompañar a mi amigo Yon Cuezva a comprar una tarjeta sim que no encontró a pesar de que recorrimos todas las tiendas de telefonía. Hasta nos mandaron varias veces a los 7 eleven, donde había de todo menos eso, obvio.

El tema de las conversaciones era terrible. Uno pierde la perspectiva de quién se está riendo más de la situación y de la incomunicación, o ellos, que son encantadores, eso sí, o nosotros que no podíamos evitar ataques de carcajadas por momentos. Todo eso asados y cruzándonos por las calles a mucha gente con ventiladores de todo tipo y tamaño, muchos de ellos individuales como si fueran un micrófono para cantar, que solucionarían muchos conflictos abiertos e aparentemente irreconducibles para la convivencia rutinaria por los terribles chorros del aire que congelan los distintos trabajos de nuestra geografía. Empezando por la redacción NOTICIAS DE GIPUZKOA. 

Reitero, nadie habla inglés, somos casi los únicos occidentales en la ciudad lo que nos convierte en una atracción andante incluso alejados de la expedición del equipo y en marcianos en un universo extraterrestre. Cosas de otro mundo. Del planeta Jabón...