Ruben Amorim declaró tras perder el miércoles la final de la Europa League en Bilbao que “el Manchester United está perdiendo la sensación de ser un club grande”. No parece una mala reflexión para que, llegados a estas altura, la Real Sociedad no pierda de vista lo que es la Real Sociedad. Y ahora es cuando tiene que incidir en ello más que nunca. Con los pies en el suelo, defendiendo a muerte su escudo, su filosofía y a los que son de los nuestros. Que nadie pierda la cabeza porque, después de un lustro en Europa, haya que empezar de nuevo a buscar un nuevo ciclo exitoso que le permita subir al vagón noble de la tabla. Este sábado en el Bernabéu y en un partido sin apenas historia, sucedió todo lo que cabía esperar. Ganó el Madrid, Mbappé marcó un doblete que le va a dar la Bota de Oro y cuando más equilibrado estaba el choque no faltó la habitual mano del colegiado en forma de penalti de chiste. Otro más. Unai Marrero estuvo a punto de amargarle el objetivo al francés al firmar siete paradas de mucho mérito.
No es cuestión de darle muchas más vueltas a la despedida y salida de Imanol. Dicen que cada uno recoge lo que siembra. Si de verdad algún aficionado realista piensa que lo que ha recogido el técnico en las últimas semanas sobre todo en redes sociales, donde lo que comenzó como un sector menor crítico incómodo y cada vez más vehemente, ha acabado por machacarle sin compasión como si fuese un desconocido que no siente los colores y no ha hecho nada que haya cambiado la historia del club, quizá debería hacérselo mirar. Desde luego, dicho ensañamiento cuando los resultados no han sido tan buenos como en los años anteriores, a las órdenes de una plantilla debilitada, no tienen nada que ver con lo que ha sembrado en cinco cursos triunfales, y menos aún con la impresionante y emocionante despedida que le tributó la afición de Anoeta el domingo.
Esto es fútbol, todos tenemos un entrenador dentro, nuestras opiniones y nuestros límites como aficionados, por lo que a partir de ahí que cada uno haga su propio examen de conciencia. Lo que no admite discusión es que la situación ha terminado por ser tan hiriente y sangrante con una leyenda blanquiazul viva que seguro que no ha pasado desapercibida para los jugadores realistas, cuyas figuras se encuentran en pleno proceso de incertidumbre sobre su futuro inmediato.
Desde luego de puertas hacia fuera, y sin contar por el siempre interesado planeta de los ofendiditos, la mayoría no ha dado crédito a los feroces ataques que ha recibido el técnico después de haber hecho tocar el cielo a la Real. Una verdadera pena. Ojalá no vuelva a suceder jamás, pero si ha pasado una vez de forma tan grave, no tiene mucha pinta de que no vuelva a repetirse. Insistimos, ya no estamos hablando del entrenador, sino de la persona y con su currículum de éxitos y el legado que deja, y lo que no puede ser es que se haya extendido de forma incomprensible la despectiva y en este caso muy inmerecida despedida de “tanta paz lleves, como descanso dejas”. Igual habrá que quedarse con un “cada uno aguanta su vela”, un “cada uno es responsable de sus palabras y de sus actos” y un “el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”.
Ocho de Zubieta
Después de una semana con el debate de la cantera y la filosofía txuri-urdin en la palestra, Imanol se decantó por un once compuesto por ocho de Zubieta más Sucic, Sergio Gómez y Kubo. Por líneas, Marrero en la portería, Aramburu, Jon Martín, Pacheco y Aihen, que ejerció de capitán, en la zaga. Con Turrientes, Sucic y Pablo Marín en al centro del campo, y arriba Kubo, Mariezkurrena y Sergio Gómez, que la verdad es que ejerció más de medio que de extremo. Llamativa la ausencia de un Zubimendi que en breve confirmará su salida del club para viajar a Londres y firmar por el Arsenal.
En el adiós de Ancelotti y de Modric y sin nada en juego más que la posible citada bota de oro de Mbappé, el Madrid también presentó muchas caras nuevas.
Después de lo mal que lo pasamos en la vuelta de la semifinal de Copa, cuando cada minuto acabó siendo una tortura, incluso al principio se agradeció el ritmo trotón del encuentro. Pero la realidad es que fue una pachanguita de verano que no tardó en aburrir hasta el más motivado. Como para la mayoría ya se había dado por terminada la temporada oficial, el partido acabó convirtiéndose en un duelo entre Mbappé, que sólo tenía entre ceja y ceja marcar cuantos más goles mejor para asegurarse el galardón individual, y Unai Marrero.
El azpeitiarra completó una primera parte magnífica con cuatro intervenciones de mucho mérito. La mejor de todas, una que no valió porque Figueroa López estaba tan aburrido en el VAR que, por una simple cuestión de vicio además de protagonismo, decidió pitar un penalti por una mano de Pablo Marín que tenía pegada al cuerpo cuando cortó el balón, aunque luego hizo un gesto raro que confundía salvo que tengas cinco cámaras. Lamentable que Melero López (qué gran noticia su retirada) decretara una pena máxima que detuvo en primera instancia el meta pero que su rechace aprovechó la estrella gala anotar a placer.
La Real planta cara
Una pena porque la Real plantó cara e incluso dispuso de dos ocasiones clarísimas en las botas de Sergio Gómez, al que dejó solo desde el centro del campo Turrientes, pero que no corrió bien y su definición la cazó Lunin, y de Sucic, a servicio de Pacheco, aunque su disparo tras controlar en carrera se le marchó fuera. Los dos aprovecharon los buenos movimientos de Mariezkurrena para sacar dejar sin referencia y sacar de sitio a los centrales.
Tras el descanso, Marrero siguió haciendo paradas de mucho mérito (sobre todo una a Vinicius), Mariezkurrena tuvo el empate tras una buena internada, la Real no logró aprovechar la mejora de Kubo, y Mbappé cerró la victoria con un buen gol, antes de la despedida a Modric y de que Brais casi marque por toda la escuadra.
Gracias a Dios, colorín colorado, este cuento por fin se ha acabado. Con Imanol fuera, llega la hora de Sergio Francisco. Que le hagan un buen equipo y que entre todos, como ha sido el secreto siempre de la Real, pueda alcanzar el éxito desde su primer año.