La Real Sociedad se plantó el martes en el Santiago Bernabéu y gritó a los cuatro vientos el nombre de su mejor fichaje: AMBICIÓN con mayúsculas. El equipo protagonizó una de las mejores actuaciones del año en lo futbolístico. Pero lo realmente importante residió en que puso ese juego sobresaliente al servicio de algo que viene haciendo durante todo el curso, tanto en las tardes buenas como en las malas: COMPETIR, también con mayúsculas. Vigente aún el dolor de la Copa, ahora toca centrarse en el objetivo liguero, en mi caso con la certeza de que, pase lo que pase de aquí a junio, la temporada habrá sido buena. ¿Mucho decir quizás? Pues no, porque me parece elogiable el equilibrio conseguido entre la gestión propia de los proyectos a medio plazo y el hambre con el que el equipo salta siempre al campo. Apruebo que Aperribay apelara a una transición si luego técnico y plantel escriben así los primeros capítulos del libro: sin caer en la tentación de acomodarse.

Denoueix y Montanier

El paso del tiempo nos lleva a idealizar las buenas experiencias pasadas. Convertidas en recuerdos, son todavía mejores. Y esto nos ha podido suceder aquí en clave futbolera, por ejemplo, con la mítica plantilla del subcampeonato de 2003. No me he vuelto loco. Reconozco que disfruté con Nihat, Darko, Xabi Alonso y compañía más de lo que he gozado durante la presente campaña. Pero a muchos se les olvida que aquel equipo de Raynald Denoueix sólo jugó 39 partidos, por los 57 del actual. En la primera ronda de Copa perdió contra un rival de Segunda División, el Zaragoza, algo que repitió una década después el siguiente conjunto txuri-urdin que se clasificaría para la Champions, el de Philippe Montanier. Todos festejamos aquella cuarta plaza conquistada en Riazor en junio de 2013, habiendo olvidado ya con creces que ocho meses antes nos había eliminado el Córdoba en Anoeta y que la grada pidió entonces la dimisión del entrenador. Por comentarlo.

Extrañar lo que no tienes

En el fútbol, como en la vida, la gente tiende a echar en falta aquello de lo que no dispone. Durante los últimos lustros hemos visto jugar en Anoeta a equipos realistas muy bonitos, brillantes, preciosistas, a los que sin embargo se criticaba su falta de hambre y de regularidad. Sentarse a ver cualquier partido significaba algo así como abrir un melón, porque nunca sabías qué podía esconderse dentro, si una exhibición o una auténtica castaña, para desesperación del personal. Mientras, ahora que hemos hallado una interesante estabilidad competitiva, demandamos volver a vivir aquellas emociones fuertes, olvidando que estas eran sinónimo de lo mejor y también de lo peor. No, la actual versión txuri-urdin no está enamorando, más allá de lo de Chamartín. Hablamos de una escuadra habitualmente menos atractiva y exquisita, pero esto es algo directamente achacable al calendario afrontado, así que lo que no podemos hacer bajo ningún concepto es convertir a la Real 2024-25 en víctima de su ambición. Si hubiese caído antes en la Copa, o si hubiese disputado menos duelos europeos, se encontraría muy posiblemente en una mejor situación liguera. Pero avanzar en los torneos de eliminatorias le ha penalizado en el campeonato, tanto en materia de puntos como en cuestión de energía. Sea cual sea el desenlace del curso, a mí siempre me representará un equipo que se comporte así, sudando la txuri-urdin partido tras partido y sin importarle cómo llegar al siguiente. 

Proyecto contra actitud

Repasábamos aquí hace quince días el enfoque que desde el propio club se le otorgó en verano a la presente campaña, algo así como una travesía hacia las páginas más brillantes de un nuevo ciclo. Aquellas palabras vinieron a proteger a cuerpo técnico y plantilla, de cara a una posible mala temporada. Y sin embargo entrenador y futbolistas se han rebelado contra ese supuesto “año para crecer”. Lo están utilizando para ello, lógico, aunque sin renunciar a intentar lograr victorias en cada una de las etapas del camino. Esto terminará como terminará, con Europa o sin ella, con el proyecto consolidándose o fracasando, pero hasta la fecha provoca un orgullo no exclusivo del martes y sí relativo a la temporada en su conjunto.