En mayo de 2023, el sorprendente Sevilla de Mendilibar conquistó la Europa League tras superar a la Roma en la final de Budapest. Aquel título fue celebrado a lo grande por la afición hispalense, erigiéndose el técnico de Zaldibar en uno de los grandes protagonistas del festejo. Sólo le restaba un mes de contrato, pero los cánticos reivindicativos de una hinchada agradecida propiciaron una renovación en la que el club no creía. Para sorpresa de nadie, el asunto terminó en destitución durante la primera vuelta de la siguiente Liga, porque decisiones como la que tuvo que tomar entonces la entidad hispalense deben adoptarse siempre pensando en sembrar el futuro, nunca en premiar el pasado. Imanol lo sabe. Es hombre de fútbol, conoce de qué va esto y prefiere tomárselo con calma. No sabemos aún qué decidirá.
Crédito de sobra
“Tengo vigente desde agosto la propuesta para renovar. Si quiero, subo ahora mismo al despacho y la firmo”, dijo el oriotarra en Anoeta el 29 de enero, en la víspera del Real-PAOK. Entiendo que, si todavía no ha echado el garabato, es porque percibe que esa oferta responde principalmente a una cuestión de crédito: Aperribay y Olabe se la hicieron, y la mantienen, porque él se ha ganado decidir hasta cuándo sigue como técnico txuri-urdin. Imanol, sin embargo, prefiere esperar a sentir lo que posiblemente viera al ejecutar anteriores prolongaciones: que es el entrenador adecuado para dar continuidad al crecimiento del proyecto. Dice que nos sacará de dudas a finales de abril o principios de mayo.
El equipo le sigue
Si la decisión de Alguacil depende del calado que su mensaje tiene en el vestuario, apostará por continuar. Un servidor no se cambia ahí a diario ni escucha las conversaciones entre futbolistas, pero el modo en que estos se comportan sobre el campo dice bien a las claras que siguen a su entrenador. El plan táctico de la Real en cada uno de sus encuentros resulta muy claro, cristalino, y esto sólo sucede cuando los jugadores creen a muerte en las instrucciones recibidas desde la pizarra. El domingo contra el Leganés, al modificar el rival su dibujo en el minuto quince, el equipo txuri-urdin adaptó ipso facto la forma en que atacar y en que presionar, pequeño botón de muestra respecto al peso que el libreto de Imanol tiene ahí dentro. Sus aptitudes como técnico son las que son, las propias de uno de los mejores preparadores de Europa. La vigencia de su discurso en la caseta, mientras, queda fuera de toda duda, completándose así un cóctel que me hace tenerlo muy claro: si nos ceñimos a lo futbolístico, puede y debe seguir capitaneando el barco.
¿Cuestión de desgaste?
Las personas cambian, evolucionan, crecen, pero Imanol no deja de ser el mismo que en mayo de 2018 aseguraba volver encantado al Sanse, argumentando entonces que la responsabilidad en el primer equipo le hacía sufrir demasiado. Supongo que algo de callo habrá hecho durante todo este tiempo, pero la exigencia del cargo también se ha visto multiplicada con participaciones europeas consecutivas, duelos coperos a vida o muerte y calendarios de auténtica locura. Quizás su decisión no pase tanto por lo que ocurre en Zubieta, y sí por el desgaste y las vueltas que pueda darle la cabeza, adentrándonos así en una cuestión más personal que deportiva ante la que sólo procederían el respeto y la comprensión. Guardiola reventó y se tomó un año sabático tras cuatro temporadas con el Barça. Alguacil, mientras, ya lleva seis dirigiendo a la Real.
El entorno
En su día el director de The New York Times pidió a sus redactores que no perdieran tanto tiempo en Twitter, al estimar que el ambiente que se respira en la red social no refleja el sentir de la calle y deforma la percepción de los periodistas al respecto. Seguro que Imanol no gusta a todo el mundo. Seguro que tiene sus detractores. Pero estoy igualmente seguro de que el ruido que estos hacen no es proporcional al volumen de críticos que puedan haber en el entorno. Míster, ahí van mis tres humildes consejos: si dudas por lo deportivo, renueva; si el paso del tiempo te resta energía, calíbrala y haz lo que tú sientas; y si percibes demasiada toxicidad en el ambiente, piensa que tiene muchísimo de irreal.