No he visto un hundimiento igual de un coloso como el Manchester City. En solo un año ha pasado de arrinconar y someter a todo un Real Madrid, que salió vivo en un milagro que solo se puede entender con ese ADN blanco que, por mucho que tenga un mérito extraordinario lo que no se puede es entender, a rozar el ridículo ante el mismo rival. Solo una temporada después y con la lesión de Rodri, el futbolista que, visto lo visto, lo equilibraba, lo compensaba y lo organizaba todo, el equipo se ha desmoronado como un castillo de naipes a pesar de todas las figuras que, aparentemente, seguía contando en su baraja. Se veía venir por su crisis y por su sorprendente proceso de vulgarización que estaba sufriendo en la Premier, con sonoras goleadas incluidas, pero lo que nadie podía imaginar es que solo un curso después, el Madrid que no salía de su campo le pasara por encima sin dejarle llegar a pisar el área en el duelo de vuelta.

Para que se hagan una idea de los tiempos, Guardiola renovó su contrato en noviembre. Dos meses después del infortunio de su mediocentro y cuando todavía no se conocía si la investigación por el supuesto incumplimiento de las normas económicas de la competición y las acusaciones de “dopaje financiero” podían conllevar incluso un descenso de categoría. El catalán explicó su decisión de esta manera: “Sentí que no podía marcharme ahora. Tan simple como eso. No me digas la razón. Quizá la cuarta derrota (luego han llegado muchas más y hasta el KO europeo) fue la razón por la que sentí que no me podía ir. No podía dejar tirado al club”.

Nerviosismo en la Real

Algo se está cociendo en la Real, donde es evidente que crece el nerviosismo y ya te hablan con claridad en privado de la posibilidad de que no siga Imanol la próxima temporada: “Si no renueva, estaremos preparados con un plan B”. En realidad no es más que una obviedad, porque un club como el nuestro no puede esperar a nadie y menos en un puesto clave que condiciona por completo la planificación de la próxima temporada. El otro es el de director deportivo, cargo que volverá a esa denominación supongo, cuando Olabe decida bajarse en marcha del proyecto definitivamente para no influir en el libro de Erik Bretos y, de esta manera, allanar su camino para firmar por uno de los muchos pretendientes que están llamando a su puerta.

La agitación en el club por la situación ha llegado a los micrófonos. Imanol declaró en Herning: “Mi renovación va ligada a lo que siento. Sé que la Real me va a esperar hasta el último día”. Palabras que encontraron réplica al día siguiente, probablemente porque, además de asegurar la planificación, le interesa para su situación personal, por parte de un Olabe que da la sensación de estar despidiéndose: “Creo que Imanol decidirá pronto si renueva o no, el futuro se construye desde ya”.

La víspera de la vuelta ante el Midtjylland, el entrenador quiso cerrar la carpeta y zanjar cualquier polémica en forma de capítulos: “Por el bien del club, de los jugadores y mío, esta temporada tiene que ser muy al final y el presidente me ha respetado, y será a finales de abril o a principios de mayo. Va a depender de lo que sienta entonces”.

El propio Jokin Aperribay pidió la palabra minutos antes de que comenzara el encuentro para atender a las preguntas de mi amigo Dani Méndez en Movistar: “Lo hemos hablado esta semana y hemos decidido que lo mejor es esperar y centrarnos en lograr los objetivos”.

Incertidumbre

Como decía Lillo, el segundo de Guardiola que tanto nos marcó a todos los periodistas guipuzcoanos que tuvimos la fortuna de coincidir con él cuando dirigía a su querida Real, “un hombre puede aguantar el mayor de los dolores, pero lo que no es capaz de soportar es la incertidumbre por no saber lo que puede pasar”. Reconozco que estoy muy sorprendido. Es más, se trata de un tema que se me escapa y en el que ha llegado un momento que, como en todas las cosas, existen claves que solo se conocen en la cocina. Llegados a este punto, me da la impresión de que estamos más cerca que nunca del adiós del gitano de Orio, como él mismo se autodenominó.

¿Dónde ha quedado el mensaje inequívoco y contundente que lanzó previo a su anterior renovación?: “Mejor que aquí no voy a estar. A mí me vais a tener que echar o me van a echar los resultados. Cuando quiera el club nos sentaremos y yo voy a firmar. ¿Por qué? Porque yo quiero seguir”.

Si, como él mismo ha manifestado en reiteradas ocasiones que su intención es seguir, ¿qué es lo que le impide firmar? ¿Acaso no tiene buena pinta el futuro inmediato de la entidad para incluso dejar a Erik Bretos con el marrón de iniciar un nuevo proyecto desde 0 con todo lo bueno que se ha construido en este último exitoso lustro?

Lo que me parece terrible es que, los que le persiguen sin compasión le lleguen a acusar de egoísta por su demora. Si fuese así, ya habría renovado por tres años, como él mismo afirmó. Uno entiende que les pueda gustar más o menos en el banquillo, pero lo que no admite bajo ningún parámetro es una caza de brujas con una persona que no ha podido demostrar más cariño, sentimiento, entrega y sacrificio por unos colores. A los que ha defendido a capa y espada como si portara la bandera en primera línea de fuego. Que ya está bien y casi todos son los mismos que machacaron hasta la humillación a Jagoba Arrasate.

Y ojo, que puede que sea justo aquí donde demos con la clave de lo que esta pasando y el de Berriatua, con el que mantiene una relación de amistad, acabe siendo quien le marque el camino a Imanol. Después de aterrizar en El Sadar por una puerta secundaria dado su perfil bajo y porque todavía algunos realistas continuaban azotándole sin justificación, en solo seis temporadas, condujo a Osasuna de Segunda a jugar una final de Copa y a quedarse a un paso de Europa, Arrasate se marchó en la cima para no hacerse daño. Eso sí, no contaba con un sector crítico tan vehemente y voraz a pesar de que su equipo nunca llegó a acercarse a la gloria y, sobre todo, al fútbol champagne con el que disfrutamos aquí gracias a Imanol. Y no solo con los Odegaard y compañía, que el clímax de felicidad y bonanza lo disfrutamos el curso pasado en la Champions. Que a muchos se les olvida. Debe ser aquello de la famosa memoria selectiva de la que tanto habla mi mujer en casa…

Nos esperan dos semanas antológicas

Curiosa o casualmente, Imanol también está completando su sexta campaña completa con la Real. Sus éxitos y, por qué no reconocerlo, la temporada que está protagonizando el equipo, con dos semanas antológicas que nos esperan que yo pienso vivir como oportunidades históricas y misiones muy posibles, en lugar de que me convenzan de que estamos moribundos en las tres competiciones, ya merecen una apuesta de continuidad que en cualquier otro sitio se proclamaría casi por unanimidad. Al parecer salvo aquí. ¿Por qué? Por alguna extraña razón después de tantos bostezos, sufrimientos y aburrimientos que, al parecer, han padecido algunos los números no engañan y nos encontramos probablemente a un punto de regresar al Viejo Continente por séptimo curso seguido, en semifinales de Copa y en octavos de la Europa League. Con su ilusionante bagaje, sigo sin comprender el motivo por el que Imanol decide retrasar su decisión y jugarse casi al cara o cruz de los resultados finales su renovación, lo que me hace ponerme en lo peor. Cuando regresen los Marcelinos o Pepe Meles de turno seguro que muchos lo lamentarán y le echarán de menos. Guardiola también explicó al firmar que lo hacía “para estar aquí e intentar seguir haciéndolo bien”. Es justo lo que muchos queremos que siga haciendo Imanol, a poder ser en un clima de menos crispación. Sería lo mejor para todos, aunque eso ya parezca imposible. Porque, como es humano, estoy seguro de que lo que echa de menos es la aclamación popular que recibió de su gente en Zubieta cuando su Sanse certificó el pase al play-off ya con Asier Zulaika en el banco al haber sido ascendido para apagar su primer incendio como bombero del primer equipo. Aunque, como decía Sabina, quizá “al lugar donde has sido feliz, no debieras tratar de volver”…

Algo huele mal en la Real y mucho me temo que… A ver si aquí también vamos a tener que lamentar hundimientos inesperados. ¡A por ellos!