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A por ellos

[A por ellos] "Somos la Real", por Mikel Recalde

Basta ya de enterrar a nuestras propias leyendas. Que somos la Real, con nuestras limitaciones

[A por ellos] "Somos la Real", por Mikel RecaldeJavier Etxezarreta

La gesta de Grecia de 2004 sí que fue una oda a lo imposible. Yo la viví particularmente de cerca y puedo decir que aquello resultó tan heroico como milagroso. Mucho más de lo que la gente se piensa, ya que la mayoría solo recuerda su hazaña de levantar la Eurocopa 2004. Cuando comencé a cubrir la información de la selección absoluta, a mis 27 años y siendo de largo el más joven de las expediciones, y después de cubrir el homenaje a Puskas en agosto celebrado en Budapest, me estrené en partido oficial en Grecia. Aún me acuerdo de mi estupefacción cuando la policía helena nos abría paso en mitad del insufrible tráfico de Atenas para llegar del entrenamiento de los mayores al estadio del AEK, con muchas similitudes con Atocha, donde jugaba la sub’21. La verdad es que yo alucinaba.

Al día siguiente, dos horas antes del comienzo del encuentro, el mítico Apostolos Nikolaidis ya estaba lleno. En las puertas, regalaban una camiseta de su selección a todos los aficionados. Aburrido en la espera a que se iniciara el duelo, bajé a la grada, les pedí una, les hizo muchísima gracia, y aún la conservo en casa. Ni una atmósfera sofocante y claustrofóbica evitó una victoria de los de Iñaki Sáez. En la quinta jornada, Grecia pareció acudir al matadero en Zaragoza, donde España confiaba en casi sellar su primer puesto. Los helenos dieron la primera gran campanada al imponerse por 0-1, algo que no había logrado ningún país en doce años, y acabaron entrando directamente ellos en la Eurocopa.

En el partido inaugural de la fase final, se colaron en la fiesta de Portugal y la reventaron al vencer 1-2. En la siguiente estación, volvieron a verse las caras con los hispanos en un estadio del Boavista, en Oporto, que era completamente rojo salvo un oasis de quinientos aficionados azules, y lograron salvar un 1-1 a pesar de estar sometidos y encerrados durante muchos minutos. Para colmo de los increíbles, el destino sirvió en bandeja la venganza a los lusos, al reencontrarse en la final y, como todo el mundo sabe, los griegos volvieron a tomar Lisboa por 0-1. Ascendieron al Olimpo de dioses griegos cuando nadie les esperaba ni les había invitado. Pocas gestas más gloriosas y celebradas que las inesperadas (las apuestas estaban 100 a 1). Imagínense la que se pudo montar en un país que vive por y para el fútbol. Y lo van a constatar hoy mismo con los más de 2.000 seguidores que se esperan en Donostia y que no van a parar de animar a los suyos durante los 90 minutos.

El héroe en el banquillo fue el alemán Otto Rehhagel y eso que sus inicios fueron controvertidos y discutidos. Pero luego no hubo ni un solo griego que dudara de sus conservadores planteamientos. Por la sencilla razón de que ganó. De que les hizo felices. Que tocaron un cielo que jamás imaginaron alcanzar. Y no existe en el fútbol un éxito más celebrado que el insospechado. Porque nadie daba un mísero duro por sus posibilidades y fueron superando unos obstáculos exageradamente mayúsculos hasta convertirse en nada más y nada menos que en campeones de Europa.

Imanol

No es una cuestión de proteger semanalmente aImanol Alguacil, a pesar de que yo siempre he defendido que el secreto de su éxito se basa en el enorme porcentaje de acierto en su toma de decisiones y es evidente que, este año, por lo que sea, no consigue dar del todo con la tecla. Pero sí voy a recordar que al Rey Otto nadie le discutía ni el estilo ni el juego precisamente por sus buenos resultados hasta que en el Mundial 2010 dejó el cargo tras no lograr el pasaporte para los cruces. Lo lógico y normal para un país que antes de su llegada las únicas experiencias en fases finales eran en la Eurocopa 1980 y en el Mundial 1994, con un balance de un empate y cinco derrotas. Al margen de Imanol, es el momento de hablar de la Real como concepto cuando por primera vez regresaron unos tibios silbidos a Anoeta. Ningún equipo y ningún entrenador certificaron antes el pase a Europa cinco años consecutivos (ni el pase a cruces en todos ellos). No solo eso, en un hito que, cuando vienen mal dadas muchos parecen ningunear u obviar, 34 años después celebramos un título casi con la misma ilusión que los griegos. Aunque no pudiésemos hacer pública nuestra superlativa felicidad, los mitos que nos devuelven la gloria entran de forma directa en el elíseo txuri-urdin con un pase VIP que le otorga el honorable derecho de permanecer en el club casi hasta cuando lo consideren justo y necesario. Así debería ser o al menos así lo veo y lo quiero ver yo. Honor y gloria para nuestros héroes que salieron vencedores de las más exigentes campañas militares.

Varios jugadores de la Real, durante un entrenamiento en Zubieta.

Somos la Real

Basta ya de enterrar a nuestras propias leyendas. Que somos la Real, con nuestras limitaciones. Por supuesto que nuestro histórico era superior al de aquella Grecia y nuestro potencial actual es en teoría muy elevado, tanto como lo indica su precio, pero que nadie olvide que estamos mucho más acostumbrados a la derrota que a la victoria. Que en nuestros 115 años, hemos salido campeones en seis campañas (dos Ligas, tres Copas y una Supercopa) y en 109, no. Que nuestro vecino se ha pasado seis cursos sin viajar al extranjero sufriendo a regañadientes el espectacular éxito, sí, han leído bien, de este proyecto. Que yo, como todos los aficionados, me puedo enfadar muchísimo por ridículos inesperados o partidos lamentables, pero en el fondo, cuando lo piensas bien, descubres que lo inhabitual en este club es el triunfo. Que en cinco años buenísimos, solo hemos estado rozando metal en La final para siempre que nos llevamos a casa. Que nuestra Generación de Oro, a pesar de Ormaetxea, como manifestaban en el mismo germen de los que ahora condenan a Imanol, solo logró dos Ligas cuando fue el mejor equipo del país durante casi un lustro. Porque ganar con asiduidad solo lo consiguen los gigantes abusones para los que el fin siempre justificará sus medios corruptos y chantajistas… Vamos a poner los pies en el suelo para ser conscientes de que este año no se ha acertado tanto en la planificación, que de los nueve últimos fichajes que siguen en el club solo el cedido Aguerd es intocable en el once y que, aunque parezca increíble que sigan sin traer un nuevo refuerzo, viendo su índice de acierto y temiendo que las arcas no se encuentran tan boyantes, no sería descabellado que en un mes estuviésemos fuera de las dos copas y a la sexta nos quedásemos sin viajar a Europa. ¿Y? ¿Qué creen que pasaría? ¿Que se hundiría la institución? ¿Que bajaríamos a Segunda de nuevo? Por favor, que somos la Real. Seguiríamos con menos glamur, fichajes más baratos y con más protagonismo para la cantera. Como siempre se ha hecho en este club, que, para nosotros, como dice Imanol, es el más grande, pero que compite contra gigantes explotadores de verdad. Tampoco nos volvamos locos. Aunque algunos no quieran aceptarlo, estamos más cerca de temporadas decepcionantes que de ganar, como manifestó Imanol que quería lograr este mismo año. Quizá haya que intentar que el mensaje sea de nuevo más realista y sincero. Dejemos el resto para los sueños… Imagínense que en 2019 nos dicen que vamos a entrar un lustro entero en Europa y ganar una Copa derrotando en la final al Athletic. No se lo cree nadie… A los griegos les pasó algo parecido cuando estaban con un pie fuera de la Eurocopa que luego vencieron. Llega a Donostia el PAOK, probablemente el segundo mejor equipo de su país en los últimos tiempos tras el Olympiacos. Los de Salónica han logrado cuatro ligas y hace siete años perdieron otra debido a una sanción porque su presidente le sacó una pistola al árbitro en el campo al no pitarle un penalti a favor en el duelo decisivo ante el AEK Atenas. Eso sí que tuvo que ser doloroso. ¿Se imaginan que nos pasa algo así? Eso sí que es imposible. Porque somos la Real. ¡A por ellos!