Algún partido tenía que llegar. Porque estas cosas siempre han sucedido a lo largo de una temporada. Los temidos días malos. Una campaña tan larga exige muchísimo, con duelos de élite y de máxima exigencia dos veces por semana y, tarde o temprano, por mucho que vayas mejorando tu rendimiento y tu fiabilidad, como así estaba siendo, se produce el choque en el que ninguna pieza encaja y en el que sale todo mal. Si encima te encuentras con un anfitrión que está protagonizando un curso espectacular, bien dirigido por un gran entrenador, que, además, apuesta por la cantera y por un estilo de juego muy parecido al de los realistas, la cosa pudo acabar en tragedia

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Las notas de Mikel Recalde: Derrota en Vigo Mikel Recalde

Se esperaba un encuentro de máximo nivel entre dos equipos que juegan más o menos parecido y una cita para partirse la cara, pero solo compareció el Celta. La Real simplemente salió al campo. Sin Zubimendi tiró la toalla antes de tiempo y con una entrada marcada por una empanada gallega de las de época y de las de antaño, porque este estadio siempre se le ha dado muy mal a pesar de las seis victorias consecutivas que habían encadenado que jamás compensarán lo que se perdió aquella maldita noche de 2003, y en algún momento tenía que sufrir una recaída tan dura de este tipo. Dura, porque fue muy hiriente lo vivido ayer, ante un Celta ejemplar y espectacular. Desde aquí no vamos a restar ni un ápice al mérito celeste, pero sí tenemos que denunciar que fue una de las peores Reales que se recuerdan. De la época de Imanol y de otras anteriores. Si el futuro sin Zubimendi va a ser así, van a tener que candarle un pie a una farola en Zubieta para que no se vaya jamás. O empeñar la Bahía de La Concha si hiciera falta. 

La cosa iba muy mal, hasta que, en los últimos minutos de una primera parte infame, Pablo Durán anotó un doblete para finiquitar un encuentro en el que solo hubo un color. En la segunda parte, con tres sustituciones en el equipo y otro esquema de Imanol, la situación no mejoró en exceso y los blanquiazules se marcharon a casa sin generar ninguna ocasión clara de peligro. Con eso queda todo dicho. Y además siendo en todo momento muy conscientes de lo importante que era el duelo para cerrar el año después del empate 0-0 ante Las Palmas en Anoeta

Aunque parezca mentira, en una de las primeras semanas completas de lo que llevamos de temporada hubo que esperar hasta el último minuto para conocer la alineación de la Real. Para eso era casi mejor que compitieran el miércoles en lugar de sufrir la exigencia de Imanol en Zubieta. Zubimendi se quedó fuera de la convocatoria al no superar las molestias que arrastra desde el golpe que se llevó en Leganés y que, al parecer, se le han debido de reproducir después de jugar contra Las Palmas; y, para colmo, Aguerd, que nadie del resto del mundo Real sabía que arrastraba molestias, no logró completar el calentamiento, algo muy habitual en este club. En definitiva, Turrientes y Pacheco fueron los elegidos en lugar de los dos caídos a última hora, además de la gran sorpresa de la suplencia de Kubo para que se situaran Sergio Gómez en la derecha y Barrenetxea en la izquierda. ¿Ha solido salir bien dar descanso al japonés de forma inesperada a pesar de venir de un mal partido? Rotundamente no.

Mal inicio

La primera parte fue una de las peores que se le recuerdan a la Real. No solo de este año, sino del todo el ciclo de Imanol. Con un Celta volcado, siguiendo los mismos principios que promueve el estilo del oriotarra. Los gallegos presionaban y mordían arriba y la Real deambulaba sin encontrase a sí misma, como si ya estuviera pelando las gambas de la cena de Nochebuena. Una pena, porque el partido era clave para definir los objetivos por los que se van a pelear en esta Liga. Se arrepentirán...

A los 40 segundos Zubeldia no llegó a un centro a balón parado de Brais. A partir de ese momento, fue un baño total del Celta, que no permitía a los realistas cruzar el centro del campo y que encima encontraba muchos espacios para hacer daño cuando recuperaban. Una Real desconocida, que no se encontraba sin la presencia de su patrón Zubimendi. Alfon, que fue una pesadilla constante corriendo a las espaldas de los defensas, puso a prueba a Remiro, que se resarció de su error en la salida de la pelota. Marcos Alonso dispuso de dos disparos que no despeinaron a un atento meta de Cascante, pero la sensación era de abrumador dominio local hasta que en los últimos cinco minutos llegaron no uno, dos goles del Celta. Los mismos que había encajado la Real hasta entonces en la primera vuelta de la Liga a domicilio. En el primero, jugando muy cómodos, Pablo Durán disparó desde lejos y Remiro se la tragó al ser un disparo muy parable (la tocó). Y tras otro tímido intento de Zubeldia también a centro de Brais a balón parado, se consumó la tragedia con el segundo tanto en un error grave de Aihen que acabó en un centro de Alfon, que volvió a aprovechar Durán, quien no sabía lo que era anotar con el primer equipo hasta que llegó el Olentzero txuri-urdin.

La verdad es que no nos hubiese gustado a nadie estar en el vestuario de la Real en el descanso porque los gritos de Imanol se pudieron escuchar hasta en la Parte Vieja donostiarra en pleno festejo de Santo Tomás.

En la reanudación, Imanol pasó a jugar con tres centrales y dio entrada a Jon Martín, Becker y Óskarsson. Lo malo es que la situación apenas varió, y se confirmó a los cuatro minutos cuando Durán anotó un tercer tanto que fue anulado por un fuera de juego mínimo de Borja Iglesias. En la otra portería, Becker puso un centro que despejó Guaita y Oyarzabal estuvo cerca de pescar un balón suelto en el área. 

Luego el Celta tampoco atacó ni forzó mucho más y la última aproximación visitante llegó en un centro cerrado de Sergio que salvó con apuros el meta local. Tremendo.

Desastre. Decepción inesperada. Muchos valoraban el empate ante Las Palmas, pero quizá el nivel de esta Real sea el mismo que el de los canarios y el de los gallegos, que están cerca de Europa pero que llevan tiempo sin clasificarse. Conclusión: la Real no es la de antes... Es menos y peor.