La Real Sociedad obtuvo este domingo una importante victoria en su visita al Sevilla en el Ramón Sánchez-Pizjuán (0-2). Los txuri-urdin completaron en Nervión 70 minutos sobresalientes, antes de conceder al adversario, en el tramo final del encuentro, oportunidades para recortar distancias en el marcador. Los de Imanol Alguacil tiraron de su fútbol para sumar los tres puntos, pues hace tiempo ya que en este equipo los roles de los jugadores resultan muy integrales, con los defensas convertidos en los segundos atacantes (el inicial es Remiro) y con los delanteros ejerciendo también de primeros zagueros. ¿Cómo se plasmó todo ello en tierras andaluzas?
Las claves
La Real consiguió de inicio hacerse con el control del partido, en base a dos circunstancias principales. La primera residió en una muy buena presión alta que maniató al Sevilla e impidió a los locales disfrutar de largas secuencias de pase, una de las señas de identidad del equipo de Xavier García Pimienta. Los blanquiazules apostaron por un bloque alto en forma de 4-4-2 con rombo medular: así, no se emparejaron hombre a hombre con los rivales, sino que defendieron desde situaciones intermedias de sus futbolistas, con mención especial para el trabajo de Take Kubo en el vértice derecho del mencionado rombo. El japonés debía permanecer muy atento a los habituales movimientos interiores del lateral izquierdo Pedrosa.
En virtud de todo lo explicado, los de Imanol Alguacil robaron numerosos balones, que además pudieron jugar luego con cierta tranquilidad ante una presión sevillista más conservadora que de costumbre (esta significó precisamente el segundo factor que explica el control guipuzcoano de inicio). El técnico García Pimienta renunció en esta ocasión a defender con un bloque medio en 4-4-2, posiblemente por miedo a los balones interiores que pudiera filtrar la Real. Los andaluces esperaron esta vez mediante un 4-2-3-1 que mantenía al mediapunta Juanlu con Zubimendi y dibujaba un tres contra tres en la zona ancha. Así, tanto Zubeldia como Aguerd, en superioridad ante un único punta (Isaac), pudieron gestionar el esférico con tiempo y espacio, lo que fue hundiendo al adversario en su campo.
El 0-1
Todo lo visto sustentó la superioridad de la Real, que se hizo con el balón y supo gestionarlo. La acción del 0-1 sirve como perfecto ejemplo de lo integrales que resultan los roles de los futbolistas en este equipo. Y es que la acción del gol de Kubo nació precisamente de una muy buena presión tras pérdida del japonés, vigilando carriles interiores desde la posición antes analizada. El Sevilla recuperó un esférico y los txuri-urdin activaron entonces una rápida respuesta, con sus futbolistas más ofensivos lanzándose para volver a robar.
La Real sacó en corto la falta sobre Kubo, jugó el balón hacia atrás y se benefició entonces del buen pie de Nayef Aguerd. El marroquí ha venido para relevar a un central de primer nivel mundial como Le Normand y sale perdiendo de según qué comparaciones, pero sí ha mejorado la salida de balón txuri-urdin respecto al zaguero bretón. Aguerd retuvo el balón, lo pisó y atrajo la presión de un Juanlu que, en teoría, debía permanecer con Zubimendi. Así, el donostiarra quedó libre y pudo recibir el esférico del defensa magrebí, cuyo arriesgado envío, en cualquier caso, no resultó nada sencillo. La apertura del pivote blanquiazul a Kubo, una vez generada esa superioridad en la medular, dio paso al 0-1 del nipón.
Más allá de situaciones concretas como las diferentes características de Aguerd respecto al jugador que vino a sustituir, o la ausencia de goles de los arietes de la plantilla, la Real demostró en Sevilla que su camino reside en comportarse como un equipo y en tirar de trabajo colectivo. Los defensas ayudaron a construir. Los delanteros contribuyeron a la hora de destruir. Y el resultado fueron 70 minutos que pueden considerarse de los más óptimos de la temporada, si no los mejores.