No es ningún secreto que a la Real se le está haciendo larga la temporada. Los acontecimientos y la ambición de Imanol han provocado que en enero hayan querido poner todos los huevos en la cesta de una Copa que creían tener al alcance de su mano, para luego, además del esfuerzo acumulado en la fase de grupos, exprimirse al máximo en la Champions conscientes de que igual pasan muchos años hasta que puedan disfrutar de una ocasión así. El problema en una plantilla como la de la Real, que bastante hace codeándose con los gigantes de Europa, es que el peaje a pagar por los esfuerzos extras se abonan en la competición doméstica. El pan y la mantequilla que le llamaba con su gracia y tino habitual John Benjamin Toshack. Y la consecuencia es que a los realistas les falta fuelle e inspiración para sellar su quinto pasaporte consecutivo. Suelen decir los jugadores que los datos físicos demuestran que no están tan mal y que incluso se encuentran a la misma altura que la de la mayoría del resto de equipos de la categoría. El gran inconveniente no es que no corran ni que no se dejen la piel, porque en cuanto a trabajo, solidaridad, profesionalidad y, por qué no decirlo, sentimiento no les gana nadie. Lo malo es que han perdido magia, gancho, brillo, rock and roll… Se han convertido en un conjunto mucho más previsible y fácil de frenar, que ya no asusta tanto y que, además, tampoco muerde en la presión como hacían al inicio del curso, lo cual permite a sus contrincantes jugar más cómodos y tener mucho más tiempo para pensar y encontrar al hombre libre, y esto acaba por desconfigurar todo el entramado defensivo txuri-urdin.
Si a Imanol le daban una lámpara con un genio dentro seguro que su primer deseo hubiese sido que le concedieran contar con un velocista que, aparte de cambiar el paso, explorara los espacios. Y lo mejor de todo es que este ya lo tiene en el vestuario, se lo trajeron en enero, se llama Becker y con su velocidad hizo trizas a la defensa adelantada de los canarios. Daley Sinkgraven, primero, y Sergi Cardona, después, seguro que tendrán pesadillas con él al imaginarle esprintando a su lado y sacando el DRS de los coches de Fórmula 1 que les permite volar para adelantar. Al neerlandés le ha costado centrarse y adaptarse, pero ahora por fin está mostrando las aptitudes que tanto convencieron a la dirección deportiva. No esperen que haga filigranas, ni tres regates con dos caños incluidos y una vaselina ante la salida del meta. Sus señas de identidad están muy claras. Balones largos al espacio para que rompa en velocidad y buenos centros, casi siempre al primer toque, lo cual tiene un enorme mérito. Una cualidad infravalorada muy de la escuela neerlandesa. Ante Las Palmas generó el primer gol en un servicio con música que acabó en gol en propia meta y anotó el segundo, y esto sí que no lo esperábamos o nos sorprendió más, con un obús casi sin hueco que se coló como una exhalación en la meta de un acongojado Valles. Crecido y gustándose, incluso pudo hacer hasta tres más en un gran inicio de la segunda parte.
Las soluciones de Imanol La Real ganó a Las Palmas gracias al afilado cuchillo del surinamés, pero también por la dirección de juego de un Turrientes estelar que hizo olvidar a Zubimendi al recordarnos que no es un jugador cualquiera, sino que se trata de uno de los proyectos de centrocampista más prometedores e ilusionantes del país y por el heroico regreso de Brais, que, aparte de dejarse la vida por los suyos y sus colores, compite mientras se le cae la calidad de los bolsillos.
Imanol está buscando soluciones al momento del equipo. No es solo la Real, que también, a todos les cuesta mucho sacar adelante los partidos en este final de campaña y por eso se producen tantas sorpresas inesperadas. El técnico sabe que a los suyos les falta chispa y gasolina, por lo que decidió cambiar las dos alas de su ataque. Becker entró por Kubo, que se está perdiendo muchos encuentros en este epílogo del campeonato, y Silva sentó a Barrenetxea, lo que motivó que Oyarzabal escorara su posición. Aunque la realidad es que se pasó toda la primera parte bastante centrado para dejar el carril libre de Javi Galán. En el resto de la alineación no hubo excesivas sorpresas. Pacheco reemplazó al sancionado Zubeldia, Turrientes al lesionado Zubimendi y Brais regresó al verde 38 días después de pasar por el quirófano por segunda vez esta temporada. Esta vez por la rotura del quinto metatarsiano de su pie derecho. Un titán el gallego, que entró en el equipo como si no se hubiera perdido ni un solo encuentro. De calidad va sobrado.
El primer buen pase del de Mos a Becker, que cuajó un gran primer acto, permitió el centro de este, que lo salvó in extremis un defensa amarillo. A los 16 minutos llegó el primer susto visitante, en un disparo de Perrone al recoger un rechace que salvó atento Remiro. El cabezazo de Merino al larguero estaba anulado por fuera de juego, pero confirmó que la Real por fin entraba en el encuentro. Una jugada ensayada entre Brais y Galán no la culminó con éxito Oyarzabal por centímetros. Fue la antesala del gol, en una preciosa arrancada de un Turrientes consolidado y que se atreve con todo, con apertura a la banda y otro centro con veneno de Becker acabó en la red tras una carambola entre Valles y Suárez.
Benito volvió a probar suerte con un peligroso disparo cruzado, antes de que Remiro salvara con un paradón un mano a mano con Marvin tras un pase de cirujano de Moleiro a la espalda de Pacheco. Ya en el descuento, Becker firmó el mejor gol de la temporada realista en Anoeta con un obús casi sin hueco que se coló tras tocar en el larguero, después de una buena maniobra de y asistencia de Brais. Antes del pitido final, Munir no aprovechó otro error de Pacheco.
En la reanudación, la Real salió muy fuerte en siete minutos dispuso de cinco ocasiones. Becker probó a Valles desde lejos, Oyarzabal no aprovechó un accidente de la zaga canaria, a Pacheco le anularon un gol por fuera de juego tras un remate en semifallo de André Silva al larguero y el héroe de la tarde rozó el doblete en un chut cruzado a pase de un Merino que sigue abusando del gris en su variada paleta de colores.
Remiro salvó dos centros con peligro de los canarios y Moleiro no enganchó un disparo en posición franca para recortar distancias. Barrenetxea fue el último realista en encontrar palos, pero detuvo un seguro Valles.
La octava (contando con la del Benfica) ya está aquí. Este es el número de victorias de los realistas en 22 encuentros ante su afición. No podía demorarse más porque todo lo que no hubiera supuesto sumar los tres puntos habría hecho sonar todas las alarmas a falta ya de cuatro jornadas. Es decir, sin apenas margen para rehacerse. Imanol se ha dado cuenta de que quizá en ese final de curso no le queda más remedio que buscar alternativas para activar un proyecto que, con sus altibajos y sus pobres resultados en casa, merece hacer historia con un lustro inmaculado compitiendo por Europa. Otra fecha tachada en el calendario, siguiente estación, Barcelona, donde habrá mucho que ganar y poco que perder. Justo lo contrario de lo que suponía la visita de Las Palmas en Anoeta. La comisaría donde se sellan los pasaportes se puede ver ya a lo lejos, no es momento para dudar ni para frenar. Esta Real sigue muy viva. Que se lo pregunten al velocista Becker…