Eskerrik asko Real. Por meterse entre los 16 mejores del continente firmando una Champions excepcional después de quedar primera en un grupo de lo más exigente con los mejores de Italia, Portugal y Austria y ser capaz de ser superior en la primera parte en un templo de talla mundial como el Parc des Princes y ante uno de los candidatos al título en la competición. Sí, fue una pena, ayer no logró competir contra un gigante que cuenta con una de las mejores plantillas de Europa y que, además, está dirigido por un gran entrenador que supo leer a la perfección los motivos por los que en la ida los donostiarras sembraron el caos. Lo primero y más importante es destacar que el análisis del encuentro de ayer no puede estar condicionado por el mazazo del Mallorca, porque sería injusto con unos jugadores que han pasado a la historia del club por haber sido primeros de grupo. Estos héroes no merecían ni un desenlace tan duro como el de anoche, en el que se les vieron las costuras ante un contrincante con mucho mayor potencial, ni, sobre todo y lo que es mucho más relevante y que solo está condicionado por la diosa Fortuna, que les cayera en el bombo el único de los favoritos al título que no había hecho los deberes y había acabado en segunda posición. Solo hubo que ver la pasión con la que lo celebró Luis Enrique para constatar que no las tenían todas consigo en la eliminatoria.

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Real Sociedad - PSG: Las notas de Mikel Recalde Mikel Recalde

Ningún reproche al entrenador por lo de ayer, que también padeció un buen meneo en la pizarra por parte de Luis Enrique, ni a los jugadores, auténticos gladiadores que no fueron capaces de competir a la altura de lo que ya nos han demostrado que pueden jugar. Pero resulta obligatorio, si se quiere progresar, recordar que la Real continúa sin pasar una eliminatoria en Europa desde 1998 (las dos que pasó ante el Lyon y el Aberdeen fueron en previas). Lo decía Aperribay en la presentación de Becker, “lo único que deseo es que el equipo llegue en condiciones de poder competir en su máxima plenitud”. Y eso, en febrero-marzo de nuevo no se ha logrado porque se ha exprimido demasiado al plantel, que ha llegado a la cita muy justo de fuerzas y, desgraciadamente, muy lejos de un estado de forma óptimo. Por si fuera poco, una campaña más, se ha confirmado que físicamente cuentan con un déficit muy reseñable para plantarle cara a este tipo de bestias. Una lástima, porque el duelo casi pareció desde el primer minuto un partido de padres contra niños. Y lo de Mbappé ya fue tan escandaloso como abusivo. Un doblete del galo rompió cualquier mínima esperanzas de los más optimistas blanquiazules, que pronto sucumbieron ante la evidente y dolorosa realidad.

Imanol optó por dar entrada a Becker para centrar la posición de Oyarzabal en su buscado once de gala. En el partido decisivo de la Champions, cuando había que poner toda la carne en el asador, como declaró el mismo técnico, y, además, con el pequeño detalle añadido de tener que remontar un 2-0, los dos delanteros centros estaban en el banquillo, aparte del lesionado Carlos Fernández. Una noche más queda de manifiesto el auténtico despropósito que ha sido la gestión de los arietes en un año clave en el que no se podía fallar en ese puesto. En la grada estaba Jagoba Arrasate y quien más o quien menos a su llegada a Anoeta le comentaba en broma que se podía haber traído a su punta Budimir, que no para de marcar goles. Una pena, pero esa es sin duda una de las cuestiones que le han faltado a este equipo para pensar en grande esta campaña. A la hora de la verdad ha fallado porque no ha contado con el típico futbolista que cuando el equipo sufre y no logra llegar con facilidad al área no necesita demasiado para cazar la primera pelota que le llega.

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📸 Las mejores jugadas del Real Sociedad-PSG de Champions League Ruben Plaza

No es que esta vez la Real no saliera con un hacha de guerra y con un espíritu de remontada, es que esta vez el comienzo fue dramático. Porque enfrente no estaba un equipo de mitad de tabla de la Liga sino uno de los mejores conjuntos de Europa. El baño y, sobre todo, la superioridad física, táctica y de calidad acabaron siendo desalentadoras. Como sucedió con su primera carrera en París, en la primera carrera de Mbappé se hizo el silencio. Demoledor. Su primer intento acabó con un disparo con la zurda. Pero el daño estaba hecho. Todo Anoeta conocía la fiera que tenía enfrente y que, como mínimo, iba a marcar un gol.

Tras un pequeño amago en un centro de Becker que Nuno Mendes estuvo a punto de introducirse en su portería. A los nueve minutos, Mbappé centró y el remate de Barcola lo rechazó Remiro. A los 15, en pleno y constante desbarajuste del entramado realista, el astro parisino rompió a Zubeldia y marcó con un gran disparo ajustado a la madera. Se acabó. El tanto anestesió Anoeta, que puso los pies en el suelo y, lo que es peor, desquició por completo a los blanquiazules, que se sintieron más inferiores que en los cinco años del proyecto. En lugar de crecerse y venirse arriba como los grandes, se hicieron pequeñitos. Un desastre coral, pero también individual, con todos los realistas superados por la situación y por la evidente superioridad de los visitantes.

Pudo ser peor en una pérdida de Oyarzabal que acabó en un servicio de Barcola que remató Mbappé obligando a Remiro a firmar una gran parada. Ya en el descuento, Kubo, que provocó la amarilla a Nuno Mendes a pesar de estar a años luz de su mejor nivel, buscó un gol bastante improbable con su zurda desde lejos.

En la reanudación, la Real intentó reaccionar, pero a la primera que le pilló Mbappé con la defensa en el centro del campo le volvió a hacer un roto tremendo que culminó con un disparo al palo corto para hacer el segundo y sentenciar, si no lo estaba ya, la eliminatoria. A partir de ahí la Real reaccionó con coraje, rescatada por una grada que entendió que después de las alegrías que le había dado este equipo en Europa esta misma campaña merecía estar en las malas mucho más. Y juntos de la mano y, gracias a dos paradas de Remiro que les dio algo de vida, los blanquiazules murieron con las botas puestas atacando y buscando al menos marcar el gol del honor, que selló de nuevo Merino en otro remate desde dentro del área.

Grande la Real por meterse donde nadie parece llamarle ni le esperaba, que es en el vagón de los mejores de Europa, y por vender cara la derrota hasta el último minuto. Insistimos para los despistados que hoy tengan ganas de hacer sangre, llegar hasta aquí sin un delantero centro en condiciones no es que sea una gesta, se trata de un verdadero milagro. Un error garrafal en la planificación difícil de entender porque, por si fuera poco, cuando ya se sabía lo que había tampoco se intentó solucionar. Y los milagros solo suceden cuando se tiene fe, justo lo que le sobró ayer a esta Real y su gente. Pero ayer hacía falta algo más. Los de Imanol han engrandecido más la Champions con su participación que viceversa. Eso sí que es un triunfo. Lo recordaremos para siempre.