Un día cualquiera de un verano cualquiera apareció en nuestras vidas Krasnodar. Me enteré en la playa de que, una vez más, la Real había tenido la peor de las suertes en un sorteo, en este caso de la maldita segunda previa de la Europa League que, como pudimos comprobar a posteriori, las carga el diablo. Krasnodar como concepto de fracaso. Un inesperado sopapo para desencadenar un verdadero y repentino fin de ciclo. Y lo peor de todo es que su origen no pudo ser más desgraciado. Una semifinal de Copa robada a mano armada que, con el paso de los años, ha acrecentado la sospecha y una plantilla agotada tras disputar más de 50 partidos que no fue capaz de mantener su plaza directa para la fase de grupos de la segunda competición continental en casa y en la última jornada de Liga. Si el año anterior, el de la Champions, arrancó condicionado por la fuga de Illarramendi al Madrid, este, el de las previas, se inició con la forzada con insistencia marcha de Griezmann al Atlético que rompió el dúo dinámico que formaba con Vela. Ya nada fue igual. Nos quedamos sin la eterna sonrisa que iluminaba Anoeta. 

A 40 grados en Rusia, para dotarle de mayor sinsentido a todo, y horas después de que Aperribay nos consultara a los enviados especiales si no estábamos de acuerdo con que tenían un equipazo, la Real se quedó sin jugar en Europa tras ser víctima de un penalti inventado y por su evidente pérdida de nivel. Pobre Jagoba. Recuerdo que la tarde del sorteo los realistas disputaron un amistoso en Zarautz y antes de la rueda de prensa me comentó: “Cuidado, son muy buenos”. Es justo recordar que el Krasnodar tenía hasta mayor presupuesto que la Real, aunque esto no mitigase el dolor y la dureza de un cataclismo inesperado. La historia ya la conocen todos. Después de una épica remontada al Madrid, la situación no se estabilizó y en la jornada 10 fue destituido. Luego llegó Moyes y la oscuridad lo fue apagando todo hasta la aparición de Eusebio. 

Imagino que Jagoba lo sufriría como otra cuchillada más. Este verano, tras devolver a Osasuna a Europa 16 años después, tuvo la mala suerte de que le tocara el Brujas en la previa de la Conference, un rival Champions, y volvió a quedarse con la miel en los labios. Por cierto, poco se dice, pero en verano se había quedado sin Abde, que era para Osasuna como Griezmann en aquella Real, y tampoco le habían traído un sustituto de garantías. Como lo ha acusado la Real el pasado mes sin Kubo ni Barrenetxea, cuando a un equipo le quitas magia pierde el duende. Se vuelve previsible y es mucho más sencillo frenarle. No hay más que ver con qué respeto afrontó Osasuna la visita de diciembre de una Real con todos sus efectivos y el cambio de actitud y de planteamiento que expuso en el duelo de Copa ya frente a un rival muy mermado. 

Hace poco leí en Panenka una entrevista a Jan Urban, el mito rojillo, en la que explicaba que no sabía nada de Osasuna cuando fichó. “No tenía ni idea. Lo mismo que ellos de nosotros (risas). El portero, Roberto Santamaría, me dice a veces: Joder, el polaco, qué bueno eras. Y pensar que cuando llegaste me pregunté si nos habían engañado: ¿quién es ese?”. Los tiempos han cambiado y ahora hasta hemos estado cerca de fichar a un polaco para la cantera. Por eso sabemos que Sadiq Umar no era un futbolista al uso. En el Almería, donde la rompió y subió al equipo a Primera con sus goles, ya se veía que tenía una forma de jugar anárquica y muy poco académica. Si encima le contrata uno de los equipos que más cuida el balón y la posesión, es imposible que no se sienta muchas veces como un terrícola en Saturno. Mi aita, que para mí es más sabio que Cruyff, Valdano, Mourinho y Guardiola juntos, siempre me ha contado que lo importante de un delantero es que tenga ocasiones. El nigeriano no aprovechó ninguna de las cinco de las que dispuso en Palma. Cinco, que se dice pronto. Y para ser justos, solo una de ellas fue desesperante a pesar de que el cúmulo de desaciertos nos sacó a todos de nuestras casillas. Lo malo y la desprotección que debe sentir el punta es que no cuenta con una base sólida en clave txuri-urdin para armar su defensa. Porque nada más llegar se rompió la rodilla y porque todavía no ha logrado tener una mínima continuidad que nos permita diferenciar si vale de verdad o no. En su caso no es una cuestión de patito feo o cisne, porque no se trata de un futbolista convencional. Salta a la vista que hablamos de un verso libre difícil de conjugar con un plantel repleto de talento. 

Ahora bien, aquí hemos visto fallos de todos los colores. Desde Satrústegui y Uralde, al que acabó echando su sector más crítico, hasta Sorloth, pasando por los Aldridge, Kovacevic y Kodro. Y siempre se les ha mimado y cuidado, por la simple razón de que son de los nuestros y de que cuatro días después de una mala noche se va a volver a poner nuestra querida txuri-urdin. Hoy en día no hay demasiadas diferencias entre las distintas aficiones, en todos lados hay de todo, bueno y malo, pero no estaría de más que demostrásemos que hemos aprendido del error que supuso maltratar a un hombre de la casa como Arrasate y que sabemos cuidar mejor que nadie de nuestra gente. Será la mejor forma de que el señalado se desviva por corresponder cuanto antes a tanto cariño y comprensión. 

Decía Urban que la hinchada de Osasuna es muy sabia, “no le va a exigir a un jugador más de lo que puede dar”. Quizá el problema sea que no sabemos aún lo que puede dar Sadiq. Héroe del 0-4 osasunista en el Bernabéu, el polaco explicó que “esa noche fue como si Dios me dijera: Te has portado bien, Jan. Este es tu premio”. Sabemos que lo estás dando todo por nosotros, Umar. Solo seguimos esperando a que tu merecido premio nos haga muy felices. Cuando puedas. Yo confío. Aquí somos así. O al menos siempre hemos pretendido serlo. ¡A por ellos!