Muchas veces no nos damos cuenta de la influencia que tiene el fútbol en nuestra vida cotidiana. En nuestro caso, sobre todo la Real. Les cuento un ejemplo. Este mes he pasado unos días de vacaciones en Estambul, uno de los destinos de Europa más recomendables para visitar en pocos días. Al llegar al hotel un botones encantador nos acompañó hasta la habitación y no tardé en sacarle parecido a Mikel Merino. A partir de ese momento fue el único que se llevó todas nuestras propinas por el simple hecho de que me recordaba al centrocampista txuri-urdin. Y la verdad es que era injusto de narices, ya que, a pesar de que el Mikel turco era muy amable y siempre sonreía, sus compañeros también eran muy atentos y serviciales, siempre dispuestos a ayudarte. Por momentos pensaba que no era justo, pero se me pasaba rápido cuando le veía y me recordaba a nuestro titán navarro.

Un día le pregunté si le gustaba el fútbol y, como suele ocurrir con la gran mayoría en un país que vive por y para este deporte, se le iluminó la cara y me contestó con su correcto inglés: “I love fútbol”. Y me sinceré: “Pues te pareces mucho a un jugador de fútbol muy famoso de donde somos. Se llama Merino, ¿le conoces? Es internacional y juega en nuestro equipo, la Real Sociedad”. Un turco jamás te va a reconocer de primeras que no sabe algo, por lo que al segundo, desde la calle, le vi consultando el ordenador. Al volver unas horas después parecía que nos estaba esperando. Primero no se mostró demasiado convencido de su parentesco con Merino (era igual el tipo), pero después se moría de ganas de contarnos que “le encantaba Take Kubo”. No tardé en preguntarle por Mikel Oyarzabal y también reaccionó con rapidez diciendo que le gustaba mucho. Ni qué decir tiene que no daba crédito cuando le enseñé una fotografía que tenía en el móvil entrevistando al capitán y a Zubeldia, al que ya debería conocer por la estratosférica temporada que está completando. Es más, se lo marqué como tarea para la próxima vez que regresara a Estambul. Lo cuento como si fuese ir a Lasarte...

No nos damos cuenta, pero la Real se está haciendo un hueco en el viejo continente. Cuando viajas al extranjero y sale el tema del fútbol, no tardan en plantearte la aburrida y manida disyuntiva de “¿Madrid o Barcelona?” Ni uno ni otro, Real Sociedad, proclamamos con orgullo. Y en Estambul saben perfectamente del equipo del que les estás hablando. Los aficionados del Besiktas, del que era este Merino, siempre nos relacionan con Nihat, a pesar de que nuestro protagonista no lo hubiese disfrutado demasiado al ser muy joven. Y los del Galatasaray, el Madrid otomano, no olvidan el doble enfrentamiento en la Champions 2003-04, con ese caño exquisito de Nihat antes de asistir a Kovacevic y con ese cabezazo antológico de Xabi Alonso en el gélido estadio Ataturk que se puede ver a la perfección cuando aterriza el avión.

Hace poco lucimos con orgullo que la Real se había convertido en el equipo vasco que más partidos ha disputado en la máxima competición de clubes, a lo que hay que sumar que es el que más lejos ha llegado jamás, con las semifinales de 1983. Pero no sólo eso. Los hinchas del Real Madrid y del Barcelona se suelen quejar de que la Champions la suelen jugar los mismos equipos y que la fase de sorteos casi siempre les tocan viejos conocidos. La Real acumula ya muchas postales de viajes por el viejo continente hasta el punto de que, para que nos hagamos una idea, ya había competido en los tres destinos que le ha tocado en esta fase grupos o que se haya enfrentado tres veces contra todo un United en menos de diez años. Es cierto que contra el Benfica nunca se había enfrentado, pero también lo es que ante su eterno rival en la ciudad había jugado en dos ocasiones: en la vieja Copa de Europa y en la vieja Copa de la UEFA. Lo bueno es que, como podían confirmar en Estambul al haber eliminado en su día al Galatasaray, ya hace tiempo que su trayectoria por Europa no tiene nada que ver con viajes de turismo. Como dijo en su día Olabe, “no quiero que sea el año de hacernos una foto en el parque de atracciones ni de ir a Europa a comer pizza o conocer el Adriático o los canales de Amsterdam. Queremos aspirar a ser los mejores y ver qué somos capaces de hacer todos juntos.

Esta declaración, que hizo en 2020 y pudo sonar en su día exagerada y desorbitada, se está haciendo realidad cuando acaban de pasar los tres años. La Real está siendo el mejor equipo de esta Champions en cuestión de juego y superioridad sobre sus rivales en un grupo muy exigente. Por eso ha sellado su pase para los octavos a falta de dos jornadas para el desenlace de esta primera fase. Decía el propio Olabe antes de viajar a Lisboa que tenían que “respetar a la afición”. Lo que quizá deberían hacer también es respetar más a sus rivales y no ponerles en evidencia dada su absoluta supremacía en los duelos que ha disputado hasta la fecha. La clasificación no puede ni debe alejarnos del foco. Esta noche se juega un partido de Champions y queremos seguir paladeando la excelencia txuri-urdin que nos ha dejado tan emocionados como por momentos asombrados. Sabíamos que eran muy buenos, pero quizá no tanto.

La leyenda en Europa se escribe con gloria y sangre. Y yo no olvido que el Salzburgo nos hizo mucho daño con ese gol en el descuento de Minamino en 2018. Esta vez el japonés bueno está en nuestras filas. Y Donostia ha dejado de ser la postal más bonita de los sorteos europeos. Aquí se viene a sufrir. Los austriacos lo saben muy bien después del elegante y cautivador vals que recibieron en el partido en su campo. ¡A por ellos! l