Al final sobraron asientos. El Estádio da Luz de Lisboa, el campo de fútbol más grande de Portugal por delante de la casa del Sporting y del Oporto, se ha quedado lejos del lleno a tenor del dato oficial que ha ofrecido el Benfica durante la segunda parte del choque. A buen seguro, la lluvia ha sido un factor decisivo que ha retraído a muchos socios del conjunto lisboeta, que tiene por encima de 100.000 adeptos, pero la entrada en el partido contra la Real Sociedad se ha quedado en 56.002 espectadores.

Se trata de casi 9.000 asientos libres pese a que a diferencia del Benfica-Salzburgo, donde se desplazaron menos de 1.000 austríacos, la hinchada de la Real ha agotado el papel disponible para la afición visitante, 3.250 asientos que corresponden al mínimo del 5% que exige la UEFA.

De ahí no se movió el Benfica desde el principio, aunque hace unos días remitió 100 entradas adicionales con las que tratar de compensar su decisión de anular las entradas de aficionados que habían comprado desde el Estado español. Muchos de ellos eran aficionados realistas que, sin fortuna en un sorteo que recibió más de 5.000 solicitudes, vieron la vía de Lisboa como la más directa para conseguir entrada.

La negativa lisboeta desde el principio a remitir más entradas que el 5% de rigor que exige la UEFA complicó el viaje a muchos seguidores de la Real, que optarán a buen seguro por esperar al viaje de Milán o, llegado el caso, ver si el equipo de Imanol certifica el pase a octavos de Champions en los dos partidos que vienen seguidos en Anoeta y apuntarse al viaje en febrero.

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Problemas en los accesos

Ya en el propio día de partido y tras una maravillosa jornada por las calles del Centro de Lisboa, solo deslucidas por la lluvia, la gestión de los accesos ha sido más que cuestionable y ha concitado un sinfín de críticas por parte de centenares de seguidores de la Real, que ni siquiera han podido entrar para el comienzo del partido. Algunos grupos han sido retenidos en la parada de Metro y la mayoría, en distintos puntos del trayecto hasta la puerta 23V. Un camino que apenas dura un cuarto de hora y que en muchos casos ha sido necesario cerca de una hora, debido a las barreras policiales y ya en las puertas, los controles de seguridad.