Como tanto le gusta repetir a la caverna blanca cuando se pone en modo remontada, Juanito definió muy bien lo que sucedía en el Bernabéu en el momento en el que su equipo entraba en modo heroico y volteaba resultados catastróficos que sufría fuera. Fue precisamente tras una derrota holgada en Milán ante el Inter cuando declaró en la zona mixta que “90 minuti en el Bernabéu eran molto longos”. Y así fue porque primero atemorizó a su rival, que llegaba crecido, y después le liquidó con una goleada cuanto menos inesperada. Porca miseria nos hemos cansado de leer cuando los equipos de la Liga han acabado sucumbiendo frente a un rival italiano a pesar de haber sido inmensamente superior a lo largo del encuentro. Una pena. La Real estaba cerca de consumar la revancha del maldito 3-0 que sufrió en 1979 en tierras milanesas, pero los cambios que ha introducido Imanol han bajado de forma notable el nivel del equipo mientras que la unidad B del Inter, muchos de ellos titulares, ha acabado empatando el duelo en el único remate a puerta en los 96 minutos y hasta pudo ser peor. La impotencia y la frustración que se ha vivido en la grada han sido parecidas a la que se respiró hace 44 años, cuando los Arconada y compañía se quedaron a una sola diana de igualar el 3-0 que traían de tierras transalpinas

La Champions tiene esas cosas. La Real ha rememorado la actuación del equipo txapeldun, arrollando por momentos al vigente subcampeón del torneo y líder de la liga italiana, con solo un gol en contra y trece a favor hasta la fecha. Hace mucho tiempo que hemos descubierto que cuando perdonas, Europa te pasa la factura. Tres palos, si se cuenta el de Oyarzabal en fuera de juego, y una parada al mismo capitán en un cabezazo a solo un metro de la portería es un bagaje suficiente como para que podamos lamentarnos, a pesar de que el final nos dejó muy fríos, demasiado quizá para lo que habíamos visto. La rabia no nos la va a quitar nadie, porque pocos equipos han anulado y le han desarbolado de esta forma al poderoso Inter. En la previa Imanol aludió al ambiente que podían generar los guipuzcoanos y si había aficionados que sufrieron la noche de Atocha, seguro que regresarán a casa diciendo que a estos vascos es mejor no cruzárselos por el camino. 

Imanol lo tiene muy claro. Liga, Copa o Champions League. El mismo once para enfrentarse al que se pusiera por delante. Con Oyarzabal de delantero centro y con la misma columna vertebral que logró la clasificación para la máxima competición de clubes del continente. Simone Inzaghi declaró la víspera una obviedad que sabíamos de sobra por estos parajes, y es que la Real era el equipo a evitar en el cuarto bombo, pero ha cambiado a cinco jugadores del once que goleó al Milán, uno obligado y cuatro por decisión técnica. Igual tampoco tenía tan claro lo que le esperaba en Anoeta. 

19

Las notas de Mikel Recalde

En un ambiente extraordinario, una atmósfera mágica, similar a la que reclamó Imanol recordando a lo que se vivió en Roma, el conjunto txuri-urdin protagonizaron una salida acorde al clímax que le había preparado su parroquia. Los blanquiazules arrancaron como aviones y, en solo cuatro minutos, Barrenetxea puso un centro magnífico que Brais remató a las manos de Sommer y había disparado al palo, y, tras una presión asfixiante de Oyarzabal que provocó el error de Bastoni, Brais puso por delante a los suyos en medio del delirio del estadio. Los interistas se frotaban los ojos, porque nadie les había contado de verdad el infierno guipuzcoano que les esperaba. A partir de ese momento, la Real poco a poco fue frenando revoluciones, además de protegerse para no dejar maniobrar ofensivamente a una máquina de matar como es el líder del Scudetto y, lo más importante de todo, logró que Remiro no tuviera que hacer ninguna parada de mérito antes del entreacto. Después de muchos minutos de tanteo equilibrado y controlado por los de Imanol, compareció Kubo para firmar una internada marca de la casa y poner un centro con la derecha que, Le Normand, de forma increíble, no alojó en las mallas. El propio nipón, a pase de Zubimendi, provocó la parada del meta suizo después de que Oyarzabal, tras un ataque masivo de los locales, acabara definiendo en fuera de juego con un chut a la cruceta que volvió a encender a una grada que despidió a los suyos como héroes. Simplemente lo que se merecieron porque completaron un primer tiempo incluso superior al del Bernabéu. Que no es poco. 

En la reanudación, la Real insistió en la idea, en el ritmo y, sobre todo, en su superioridad. Brais casi sorprende a Sommer en una falta con mucha rosca. A continuación, Merino peinó un córner de Kubo y Oyarzabal, en una situación insuperable para anotar, se topó con la mano milagrosa del meta. Kubo también buscó su habitual gol al palo largo, pero se le escapó fuera. Tras perdonar el árbitro una roja a Barella, en una acción discutible que habría que ver cómo actuaría si fuese al revés en Milán, Merino se topó con el larguero en un cabezazo en otro saque de esquina de Kubo

El problema es que Imanol notó que a su equipo le empezaba a faltar punch y que los miuras que sacaba Inzaghi daban miedo. En unos últimos minutos agobiantes e inmerecidamente injustos, a Thuram le anularon el gol del empate que anotó Lautaro, un campeón del mundo, en un chut mal dirigido de Frattesi. Hasta en eso tuvo suerte el Inter. 

La Real se queda sin dos puntos que eran un tesoro tan merecido como goloso. Maniató y superó al mejor equipo de Italia, pero, como tantas otras veces, el Inter sacó su orgullo para salir vivo de Anoeta. No hay derecho a que nos hayamos llevado un disgusto de semejante calibre la noche que la Real nos recordó que 44 años después sigue siendo un equipo capaz de competir de tú a tú con cualquier serpiente de muchas cabezas que se le ponga enfrente y que esta plantilla, con bajas significativas respecto al equipo del año pasado, tiene nivel de Champions. Los de Imanol van a luchar por la clasificación. La clave de ayer era no perder, pero la gloria estuvo tan cerca… Fue una noche a la altura de la de 1979. Con eso queda todo dicho.