Resultaba evidente: iba a tocar sufrir. El partido se acercaba a su tramo final y la ventaja de la Real Sociedad ante todo un subcampeón de la Champions League era la mínima, solo 1-0. Además, las inexorables leyes de la condición física, con el cansancio manifestándose de forma clara, hablaban ya de unos tanques de gasolina demasiado vacíos para semejante despliegue. Las luces de alarma se encendieron en el banquillo de la Real en el minuto 79, cuando coincidieron en el tiempo dos jugadas muy concretas: el gol anulado a Thuram por milimétrico fuera de juego de Carlos Augusto y una carrera al espacio del francés que abortó Remiro saliendo fuera del área. Imanol no podía desoír semejantes señales, y a partir de entonces ordenó a su equipo juntarse en 5-4-1 para defender la exigua renta. ¿Por qué no se ganó? Primero, por la eterna falta de acierto de cara a gol, un problema que tiene al equipo, en Liga y en Europa, con menos puntos de los que por juego ha merecido. Y segundo, porque el repliegue final no evitó el bombardeo del Inter de Milán. Una lástima el empate. Pero también pudo ser peor...
En la víspera del encuentro, el míster había reclamado “personalidad”, y el equipo respondió firmando una actuación sobresaliente, en la forma y en el fondo. “No es el qué, es el cómo”, les dijo el propio Imanol a los futbolistas en mayo tras clasificarse para la Champions. Aquellas palabras cobran ahora más sentido si cabe, si miramos a lo sucedido este miércoles y lo comparamos con experiencias del pasado. En febrero de 2021, la Real salió a degüello para jugar contra el Manchester United en Turín, pero se llevó un carro. Un año después, tuvo que matizarse muy mucho para poder competir con PSV (victoria) y RB Leipzig (eliminación). Y lo visto ante el Inter, mientras, vino a confirmar el viraje ya apuntado frente al mismo Manchester United y a la Roma el pasado curso. Ahora los txuri-urdin son ellos mismos cuando se miden a gigantes continentales, y el 1-1 contra los nerazzurri supone el punto culminante de este maravilloso viaje. Más auténtico, atrevido y competitivo (todo a la vez) no se puede ser. ¿O sí?
Intensa, concentrada, fina con el balón, clarividente respecto a las rendijas que se podían abrir en el muro rival... La Real lo hizo casi todo bien, sobre la base de una estructura de emparejamientos al hombre para presionar con el bloque muy alto. Jugar así, sin embargo, no resulta gratuito y tiene un coste que se llama fatiga. Traoré, Brais y compañía, los titulares, empezaron a sufrir para llegar a determinadas zonas, y el posterior paso atrás tuvo más de acumulación que de organización. He aquí una posible mejora. Una mejora hacia lo perfecto ya.