El partido se jugaba en Las Palmas, en pleno mes de agosto y a las seis y media de la tarde hora local, pero el calor se borró de la cita y, por no haber, no hubieron ni pausas de hidratación. En el nublado encuentro del Estadio Gran Canaria solo faltaron, para completar semejante paisaje, unas gotitas de lluvia, chubascos que no llegaron en términos meteorológicos pero que, en clave deportiva, a la Real sí le cayeron encima, de forma torrencial además. El empate logrado por los txuri-urdin se explica desde el modo en que Remiro sobre el césped e Imanol con la pizarra abrieron sendos paraguas, evitando así que el inevitable resfriado se convirtiera en pulmonía. Luego el equipo regresó a casa con picor de garganta y con la molestia que siempre supone perder dos puntos, pero también con el alivio de pensar que pudo haber sido peor. ¡O mejor! 

La grandeza del fútbol reside en esto último, en que la Real pudo ganar cuando escampó, pero convengamos todos en que no habría resultado justo, principalmente por la superioridad mostrada por la UD Las Palmas en la primera mitad. García Pimienta, entrenador local, diseñó un equipo más versátil que de costumbre gracias a la incorporación del delantero Kaba, efectivo recurso para el juego directo, sabiendo mantener además lo que el punta parecía restar a su equipo, la figura de ese cuarto centrocampista encarnado por Jonathan Viera (falso nueve) en las dos primeras jornadas. En esta ocasión eligió para el rol al lateral izquierdo Sergi Cardona, la pieza que faltaba para que Zubimendi y Merino apenas pudieran achicar agua de inicio, con los txuri-urdin presionando en 4-4-2 y llegando tarde a todos los balones. Menudo aguacero, completado además por una muy agresiva y osada presión amarilla que implicaba para el central Mármol perseguir a Brais por todo el campo. Algo había que hacer...

Transcurrido un cuarto de hora inicial que se hizo eterno, Imanol activó una nueva estructura defensiva con la que cortó el grifo interior al rival, pero mediante la que también expuso a Zubeldia y Le Normand a situaciones complicadas. Al bretón le tocó salir hasta la banda para emparejarse con un muy escorado y escurridizo Munir, siendo amonestado enseguida. El azkoitiarra, mientras, tuvo que emparejarse en el cuerpo a cuerpo con el citado Kaba, papeles que el míster intercambió al descanso reorientando el salto a la presión. Mejoró el tiempo entonces y hasta se abrieron algunos claros, pero los nubarrones amenazantes no terminaron de desaparecer y nuestro portero, previsor él, sacó impermeables para todos. Hicieron falta.

1- INFERIORIDAD POR DENTRO: CUATRO RIVALES. La Real apretó con un 4-4-2 inicial mediante la subida a primera línea de Brais. La idea era que el gallego y Carlos desactivaran al pivote Kirian (1), y que atrás Zubimendi-Merino, ayudados por los extremos, controlaran a Loiodice (2) y Viera (3). Sin embargo, el dinamismo rival y el movimiento interior de un cuarto centrocampista, el lateral Cardona (4*), dejaron al equipo en inferioridad medular.

2- EL PRIMER AJUSTE: NUEVA PRESIÓN. Lanzando a apretar a Barrene-Aihen y cerrando con tres, Imanol dejó dentro a Brais para que este, Zubimendi y Merino marcaran a los medios rivales (1, 2 y 3), desactivando así el fútbol interior de Las Palmas. Sin embargo, el rival empezó a jugar más en largo e hizo sufrir a Le Normand saliendo a por Munir, con Zubeldia marcando a Kaba. Además, Viera se alejaba de Zubimendi y Kubo debía perseguir a Cardona (4*).

3- VUELTA DE TUERCA FINAL EN EL DESCANSO. La Real mejoró en la segunda parte gracias a una presión más coherente con el contexto. Imanol simplemente varió el lado desde el que esta se activaba, ya el derecho y no el izquierdo. Así, siguió vigente el tres contra tres dentro, correspondió a Traoré (y no a Kubo) seguir a Cardona (4*), Zubeldia tuvo que salir a banda a por Sandro y los duelos con Kaba fueron para Robin Le Normand.