Del Cerro Grande decretó el final del partido y las prisas habituales por ir a por el coche o por coger el primer autobús se tornaron esta vez en expectación por lo que aguardaba sobre el césped. La temporada concluía con el objetivo cumplido y dentro de un horario, un domingo por la tarde, propicio para alargar la estancia en Anoeta y disfrutar de lo conseguido. La Champions bien merecía llegar a casa unos minutitos más tarde. Y lo mismo sucedía con la posibilidad de despedir a Asier Illarramendi. De los 35.065 espectadores que propiciaron una entrada acorde a la ocasión, pocos se movieron de sus respectivos asientos al concluir el encuentro y la campaña en su conjunto.

Los homenajes comenzaron con la réplica realista al pasillo que los dos equipos realizaron al colegiado Del Cerro Grande antes del partido. El árbitro se retira al final de la presente campaña (pita la final de la Conference League el miércoles) y fue despedido por los jugadores txuri-urdin mientras toda la logística de la fiesta era ya dispuesta sobre el césped. Hubo camisetas y balones arrojados a la grada y cánticos también para Sorloth, cuya continuidad la próxima temporada es una incógnita. Posteriormente, los jugadores y el staff se ubicaron en el círculo central a la espera de que los homenajes arrancaran con un vídeo de Illarra emitido en los videomarcadores, coincidiendo con la salida al césped del mutrikuarra junto a su mujer, Leire Zubieta, y a Jokin Aperribay.

El presidente le hizo entrega de la insignia de oro del club, además de un cuadro con el brazalete que tantos años ha vestido, y llegó entonces el momento de los parlamentos. Illarra agradeció “el honor” que supuso recibir la condecoración e indicó que “nunca habría imaginado” recibir semejante despedida cuando inició su andadura en el club en edad infantil. “No es fácil decir adiós a los compañeros, a los aficionados y toda la familia txuri-urdin, pero me voy agradecido porque siempre me he sentido muy querido”, zanjó un Illarra que en esta ocasión, aunque emocionado, sí pudo reprimir las lágrimas. El aurresku de honor bailado por Jon Maia puso punto final al homenaje pero la conclusión del mismo tuvo su miga, pues implicó la protocolaria entrega del brazalete a Mikel Oyarzabal y el trasvase del dorsal 4 a Martín Zubimendi. Se queda, pese a los cantos de sirena culés.

No podía faltar la música de la Champions League para culminar unos minutos que quedarán en el recuerdo. Los futbolistas celebraron el billete haciendo piña entre confeti txuri-urdin y llamaradas de fuego, bailando ya el mítico Free from desire, uno de los himnos futboleros de la actualidad. Imanol no se libró de ser manteado y la foto de familia dio paso ya a la vuelta de honor, con Illarra cogiendo de nuevo el micrófono para cantar junto a Bultzada frente a la grada Aitor Zabaleta. Ahí acabaron los festejos que se vieron, pero a buen seguro hubo otros que se prolongaron hasta altas horas de la madrugada. Por de pronto, Illarra se animó a interpretar el Txuri-urdin con su trompeta en el interior del estadio acompañado de su cuadrilla.