Hay cosas que nunca cambian. Y es mejor así. El Rayo sigue oliendo a barrio. Ese es su principal elemento diferencial y lo que le convierte en un club tan especial. Hoy en día sus jugadores podrían vivir en zonas más selectivas, pero la mayoría de ellos prefiere instalarse en Vallecas y palpar el latido de la barriada. Yo siempre cuento que cuando cubría la información del equipo franjirrojo, en cada pretemporada tenía que hacer un suplemento de 16 páginas que me amargaba la existencia en el tórrido agosto madrileño. Una de las claves del mismo era encontrar una buena fotografía para ilustrar la portada del especial. Debía tener gancho y ser medianamente original, aunque sin exageraciones. Una mañana estaba bajando por la Avenida Payaso Fofo para entrar en la zona de prensa del estadio donde hacíamos las entrevistas y nos encontramos al equipo de Fernando Vázquez corriendo por las calles. Preguntamos si al día siguiente iba a volver a salir a hacer kilómetros y mi compañero Rubio sacó una fotografía preciosa que definía lo que es la esencia pura de este equipo, con la plantilla trotando entre la gente con las bolsas de la compra o paseando por la Avenida de Albufera, que continúa siendo el cordón umbilical que une a Vallecas con Madrid. Como nota aclaratoria, señalar que en otros tiempos no tenía muy buena fama y a día de hoy cuenta con más de 240.000 habitantes, por lo que tiene zonas de todo tipo. Según suele contar un vallecano de pro como Quique Peinado, el Puente de Vallecas sigue siendo el único distrito de Madrid en el que nunca ha ganado el PP y siempre se ha jactado de ser muy de izquierdas. Así se entiende un poco mejor el desencuentro que tiene la parroquia rayista con su presidente y máximo accionista, cuya ideología se encuentra en las antípodas. 

Por eso no es de extrañar tampoco que la mejor pierna de la plantilla de la franja sea la izquierda de Isi Palazón. El otro día vi un vídeo del nuevo gran ídolo de la afición vallecana en el que después del partido se pasaba más de media hora sacándose fotos y firmando autógrafos a los aficionados que le aguardaban en Payaso Fofó. Al final del mismo se puede ver cómo se aleja de la zona andando, ya que se hospeda de alquiler en El Ensanche de Vallecas: “Vivo en un piso. Tres habitaciones y dos cuartos de baño. Para mí es calidad de vida ir andando a los entrenamientos o en patinete eléctrico en verano cuando no hace frío. Cuando estaba en el Murcia vivía en casa de mis padres. Luego firmé por la Ponferrada y nos mudamos a unos pisos que tenía el presidente al lado de la ciudad deportiva. Podía ir andando. Ahí me di cuenta de que era calidad de vida”. 

El extremo, que estuvo incluido en la preselección de Luis de la Fuente, es un vecino más: “En verano bajo a la piscina comunitaria, ¿cómo no iba a hacerlo? He hecho, además, relación con un vecino y de vez en cuando vamos a tomar algo. Pone aires acondicionados. Además le va muy bien y me alegro mucho porque se lo merece. No conocía ese sector, pero por lo que me cuenta es un trabajo duro. Cada esfuerzo tiene su precio”. 

Su modestia llega hasta el punto de que no le hace falta compararse para sentirse un privilegiado: “Mi familia es muy humilde. Mi padre era conserje en un colegio público de Cieza y mi madre estaba en una bolsa de trabajo del Ayuntamiento, en una escuela de taller donde te hacen contratos cada cierto tiempo. Entre uno y otros debe pasar por el paro. No soy millonario. El dinero no te da la felicidad completa, pero si te da gran parte de ella. Pero es que en mi caso siempre hemos vivido con muy poco. Aunque ahora pueda tener otros caprichos para mi familia y para mí, yo sigo yendo a los mismos sitios. No tengo necesidad de ser millonario. No he cambiado”. Imposible encajar mejor en un club como el Rayo. 

La normalidad está tan sumamente infravalorada en la vida y en el fútbol. En la misma entrevista en Panenka, en una manifestación que ya publicamos, admitía que le gustaría que le entrenara algún día Imanol Alguacil: “Me gusta el fútbol que hace y cómo coloca en el campo a sus jugadores”. Y la verdad es que los dos encajarían perfectamente en lo que sería el inicio de una bonita amistad... 

Son muchos los temas individuales candentes que se encuentran encima de la mesa en este final de temporada txuri-urdin como la renovación de Zubeldia, que tiene muchos más moscardones revoloteando a su alrededor de lo que la mayoría de la gente piensa, y la continuidad de Sorloth, cuyo final nos está dejando más fríos de lo que es él mismo, la de Silva que, salvo sorpresa mayúscula, firmará por otro año, y la menos probable a día de hoy de Illarramendi. Aunque hasta la fecha no hemos sido demasiados conscientes y sabiendo que a Olabe le gusta hacer los deberes pronto, hay una circunstancia que va a condicionar por completo la planificación para la próxima temporada y es precisamente la más que posible clasificación para la Champions. Como se está viendo en estos últimos encuentros, la candidatura realista a la máxima competición continental tiene lagunas y sobre todo un desgaste acumulado. Por una cosa o por otra, el modus operandi de Imanol ha sido el mismo en las cuatro últimas temporadas. Arrancar como un tiro y resistir hasta que el cuerpo aguante. Los números no engañan y de una plantilla de 25 jugadores, solo cuenta de forma habitual con unos catorce. Los demás lo hacen de forma circunstancial. Aparecen y, sobre todo, desaparecen. Al igual que los canteranos que se encuentran a caballo entre el primer equipo y el filial. Todos ellos buenos chavales, interesantes proyectos de futbolistas. Alguno más que otros, por supuesto. 

La semana pasada me encontré con un trabajador de la Real y me comentaba que “cuando veo los entrenamientos del lunes post partido, me doy cuenta de que son buenos jugadores, pero ¿en cuántos equipos de la parte media alta de la tabla estarían jugando? Alguno igual tendría que hacerlo en Segunda, como varios de los que han salido en los últimos años de aquí”. 

Lo más preocupante no es que lo piense un aficionado o la prensa, sino que sean los propios técnicos los que no crean de verdad en ellos y prefieran tenerles como figuras decorativas y apoyarse en su desbordante ilusión por cumplir su sueño de triunfar en su equipo del alma. 

No nos podemos engañar: si la Real Sociedad entra en Champions y no queremos pasar por ella con más pena que gloria, como la última vez, va a haber que hacer una inversión importante. Por falta de dinero no va a ser. Otro tema es en qué lugar van a quedar los chavales que tampoco están encontrando la suficiente confianza como para querer seguir por encima de cualquier otra cosa. 

Cuenta Isi que cuando estaban en Segunda, Dimitrievski, el portero, le solía comentar: “Ya verás lo que es jugar en Primera, no tiene nada que ver. Y es verdad. Lleva razón. Durante toda la semana estás deseando que llegue el domingo para jugar. Ganes, empates o pierdas, terminas el partido feliz. Has jugado en Primera un día más”. Y estoy de acuerdo, sin duda, pero habrá a quien le compense y a otros a los que no. Un futbolista sin minutos es un canto a la impotencia y a la frustración. No mola. Por mucho que sienta la camiseta… ¡A por ellos!