La Liga arrancó hace casi ocho meses, y posiblemente el aficionado de a pie no recuerde a la Real Sociedad actuaciones así durante todo este tiempo. Me refiero al clásico partido de sobresaliente o de matrícula de honor en su concepción más popular: caudal desbordado de fútbol ofensivo, ocasiones por doquier, "olés" en la grada y goleada en el marcador. Hubo épocas menos prolíficas en el club, recientes además, en las que de repente el equipo se sacaba de la manga encuentros de este tipo. Normalmente, sin embargo, una semana después llegaba el sopapo en forma de derrota sonada, para que todos pusiéramos los pies en el suelo y regresáramos a la más cruda de las realidades. Al fin y al cabo, nuestra escuadra txuri-urdin era como era: irregular, capaz de lo mejor y de lo peor, matagigantes a menudo y protagonista también de constantes tropiezos ante rivales teóricamente inferiores.

A su manera

Sirvan las primeras líneas de este artículo para, a modo de contraste, poner ahora en valor la campaña que están completando los chicos de Imanol Alguacil. No, quizás no hayan firmado encuentros de esos que entran por los ojos al seguidor más común. Pero a quienes nos consideramos (y a mucha honra) frikis del juego ya nos faltan dedos en las manos para contar los partidazos que ha completado este equipo. A su manera. Desde el control, más que desde el avasallamiento. Pero partidazos de todas formas. Pocos le pondrían el calificativo de brillante a victorias como las logradas, por ejemplo, ante Osasuna, Almería o Rayo. De hecho, existe la tendencia a dotar a esos triunfos de connotaciones funcionariales, por aquello de que sobre el papel la Real es superior a su adversario. Y sin embargo estamos hablando de actuaciones de primerísimo nivel, atendiendo simplemente a la relación entre lo generado y lo concedido.

Superioridades interiores

El duelo del sábado ante el Getafe significó un episodio más a este respecto, otro de esos partidos que reciben, por lo general, una nota inferior a la que merecen. Costó abrir la lata, faltaría más, frente a un conjunto azulón bien pertrechado atrás. Pero el mérito de la Real consistió en, tirando de paciencia, ir poco a poco desordenando al rival sin desordenarse ella misma. Así explicado puede parecer hasta sencillo. Aplicado sobre el campo, mientras, resulta mucho más complejo. Los txuri-urdin demostraron siempre ser muy conscientes de que podían encontrar superioridades por dentro. Aprovecharlas, eso sí, exigió explorar sobre la marcha soluciones que se demostraron muy trabajadas: ensanchar el campo con Kubo (derecha) y Aihen (izquierda), situar a Merino como falso lateral zurdo en salida o dotar al rombo en su conjunto de una movilidad extrema, bajando el propio Merino a una especie de doble pivote y provocando así el salto de Maksimovic. Las grietas en el muro visitante fueron apareciendo, y mientras Remiro ni se manchaba los guantes, apoyado en un sistema defensivo en el que destacaron dos nombres propios: Ander Guevara y Asier Illarramendi.

Pivotes

No es que Imanol innovara con el modo en que eligió presionar al Getafe. Sí resultó noticioso, en cambio, que apostara por lo que apostó faltando Zubimendi. Por perfil, por envergadura y por contundencia en los duelos, Martín es un futbolista plenamente capacitado para cerrar atrás como central emparejado con Enes Unal. Sin embargo, podían existir ciertas dudas ante la posibilidad de que Guevara o Illarramendi jugaran ese rol, contra un rival que recurrió sistemáticamente a los envíos largos al delantero turco. Pues bien, Ander en la primera parte y Asier en la segunda salieron airosos de semejante tarea, ayudando de forma decisiva a que el bagaje ofensivo de los madrileños resultara prácticamente nulo. Recordemos lo aquí analizado hace unas semanas sobre los laterales de la Real: el fútbol se está convirtiendo en un juego cada vez más integral cuyos protagonistas, más que especialistas, deben ser completos. Y esto resulta aplicable tanto a la necesidad de que Gorosabel ejerza a veces de organizador como a la habitual exigencia, para los pivotes txuri-urdin, de defender incrustados en la zaga.

Regularidad

A lo que íbamos. La Real estuvo contra el Getafe de notable muy alto. Y dio así continuidad a la tónica de las últimas temporadas, sobre todo de la actual. La gráfica global de resultados presenta sus dientes de sierra, con rachas positivas y negativas. La línea de rendimiento, mientras, ha resultado mucho más estable que todo eso, y habla de una regularidad muy meritoria al darse en torno a notas casi siempre altas. ¿Falta de gol? Nuestro equipo no acostumbra a mostrarse letal precisamente. Le cuesta marcar y así sucedía incluso cuando encadenaba victorias y victorias, moviéndose con soltura y éxito en contextos de marcadores cortos. De este modo, la diferencia en febrero y marzo no residió en la falta de contundencia en área rival, y sí en puntuales desconexiones defensivas que costaron oportunidades y dianas en contra. Por todo ello, la mejor noticia del sábado, más allá de los tres importantísimos puntos, residió en que volvimos a ver a ese equipo redondo que agrede y que apenas es agredido. Mantenerlo de aquí al 4 de julio significará premio gordo. Seguro.