Lo repite Imanol Alguacil sistemáticamente y creo recordar que se lo he escuchado también al mismísimo Roberto Olabe, durante alguna de sus charlas con los medios de comunicación. La Real Sociedad juega, produce, llega a las inmediaciones del área y genera oportunidades. Sin embargo, el ratio de acierto para convertir las ocasiones en gol resulta preocupantemente bajo desde hace mucho tiempo, circunstancia ante la que se han pronunciado entrenador y director de fútbol. Analizándola, han venido a decir que no les inquieta de cara al largo plazo, que lo más difícil es crear y que las dianas terminarán llegando, estando como estamos en manos (y pies) de muy buenos futbolistas profesionales. Yo estoy muy de acuerdo con semejante tesis. De hecho, si visualizo ahora mismo a nuestro equipo disponiendo de seis situaciones claras el sábado contra el Getafe, pienso automáticamente en que materializará al menos dos o tres. Lo que pasa es que el problema en cuestión viene prologándose ya por espacio de meses y más meses, sin que esa esperada puntería termine de aparecer. Hace justo un año, durante abril de 2022, se sucedieron partidos en los que volaron puntos por lo de siempre: contra el Betis, contra el Barcelona… Y una primavera después seguimos igual. ¿Cuántos puntos nos penaliza el asunto? Se hace difícil calcularlo, pero bastantes.

Falta Sadiq

A estas alturas del artículo, puede pensar el lector, con razón además, que no debe dibujarse un panorama general sin tener en cuenta que el ariete contratado en verano para destrozar las porterías contrarias, fichaje más caro de la historia del club, lleva lesionado desde septiembre. Y es cierto que, con Sadiq Umar en plenitud de condiciones, quizás estaríamos hablando de otra cosa. Sin embargo, el fútbol es un deporte muy complejo en el que todo figura interconectado, resultando imposible disociar el juego del gol. El delantero nigeriano se estrenó en Anoeta contra el Atlético de Madrid marcando en cuestión de minutos, y provocando así un primer impacto muy positivo. Sus dos comparecencias posteriores, mientras, no resultaron tan prometedoras, hasta el punto de que la Real, con él en el campo, generó más bien poquito tanto en Manchester como en Getafe. No se trata aquí de juzgar ya a Sadiq y de determinar que su presencia en el equipo resta capacidad creativa. Sí pretendo, en cambio, lanzar un ejemplo concreto, con nombres y apellidos, para ilustrar que lo que aquí nos ocupa en nada se parece a las matemáticas. Porque el africano tiene, seguramente, más colmillo que Sorloth y Kubo juntos. Pero quizás con él sobre el verde no se generaría tanto peligro. ¿O sí? Habrá que esperar para analizarlo de forma más fiable.

En Vila-real

Lo de este domingo en La Cerámica también puede enriquecer estudios como el propuesto. Porque vale que el propio Sorloth está más bien sosito en zona de finalización. Pero durante los minutos previos a su sustitución dejó también un par de maniobras marca de la casa, de espaldas y en la línea divisoria, mediante las que aguantó el balón lo que hizo falta y dio oxígeno al equipo, entregando luego el esférico con mucho criterio. Si se demoraron los cambios contra el Villarreal fue porque el equipo atravesaba, entre esos minutos 60 y 70, su mejor momento del encuentro. Y si Imanol empezó a realizarlos por la delantera fue, principalmente, porque dentro de un partido jugado a degüello, entre dos equipos que se lanzaban a la yugular el uno del otro, la energía en la primera línea de presión resultaba clave. De no darse esto último, posiblemente el míster habría dado incluso mayor continuidad a la dupla noruego-japonesa, una pareja coherente al 100% con lo que propone este equipo. Con Sorloth y Take pasa, en cierto modo, como con lo expuesto sobre Sadiq: no hablamos de dos killers precisamente, pero cuando no están sobre el campo el equipo lo nota para mal, porque en líneas generales juega peor.

'Expected goals'

El equilibrio perfecto residiría en mantener intacto el fútbol elevando considerablemente las dosis de gol, pero no existen recetas mágicas para conseguirlo, más allá del trabajo diario en Zubieta. El objetivo consiste en lograr, una vez más, que el casillero de dianas a favor tenga una correlación aceptable con la de los famosos expected goals (goles esperados), una estadística que reducida a una jugada en concreto suena a chiste pero que trasladada a lo general cobra mucho sentido. Recordemos que los expected goals analizan mediante un algoritmo todas las ocasiones generadas en millones de partidos, y que a partir de ese estudio determinan qué opciones de éxito (en forma de porcentaje) se dan en cada oportunidad creada. Cuando la Real marca y en la repetición se establece que el tiro de Brais (por ejemplo) tenía un 23,68% de posibilidades de entrar, resulta imposible hacer ciencia de una cifra que se antoja demasiado artificial. Sin embargo, acudir ahora a la clasificación general de goles esperados y ver a los nuestros quintos por la cola en cuanto a efectividad invita ya a tomarse más en serio a la maquinita de marras. Según los ordenadores, el cuadro txuri-urdin debería haber anotado, en base a lo generado, 6,88 goles más, un bagaje que a su vez tendría que haberse traducido en puntos adicionales y más que golosos. El guarismo me suena fiel a lo que llevo viendo partido tras partido desde el 14 de agosto. Y creo que ilustra un déficit importante, por lo que este implica en sí mismo y también por lo que nos lleva a engaño. Sin acierto, al fin y al cabo, partidos como el de Vila-real terminan pareciéndonos peores de lo que han sido.