Da igual los golpes que pueda recibir, esta Real siempre se mantiene en pie. Nunca se rinde. Y si cae o recibe un mazazo, no tarda en volver a levantarse. Así es este equipo que hace tiempo que proyecta en el césped el carácter de su entrenador. Lo llevamos diciendo varias semanas, podrá ganar, empatar como ante el Valencia o hasta perder como el pasado domingo, pero el sabor de boca que te acaba dejando es el de orgullo y la satisfacción. Ni la actuación de un colegiado lamentable, que actúa por venganza en su contra desde que un supuesto error, que no fue tal, en el no penalti de Rulli a Vinicius, logró derrotarle esta vez. Le quieren bajar del caballo, aunque van a necesitar mucho más, porque estos son auténticos gladiadores que parecen tener vidas inagotables en una sola temporada.

Lo peor del arbitraje de hoy en día es que se cargan el fútbol. Era una tarde preciosa con ambiente de fútbol del de siempre y más de 32.000 espectadores en una grada que aún destilaba el aroma de la gesta del pasado jueves. Y en el minuto 17 de un espectáculo deportivo por el que la gente se gasta mucho dinero para disfrutar se cargan el partido de golpe y plumazo en una decisión más que discutible. Es cierto que en el maldito fútbol del VAR el pisar un tobillo se castiga con roja sin apenas discusión, pero es que este juego deja muchos matices a la interpretación. La acción está clara, el beasaindarra controla mal un balón y, al ir a recuperarlo, ante la entrada de Lino, mete la pierna y golpea el balón, con tan mala suerte que, sin ninguna intención y sin la posibilidad de frenar la pierna, acaba golpeando con los tacos en el tobillo del valencianista. Si eso es roja, como parece que hoy en día lo es, es que se están cargando el fútbol. Como lo hicieron este domingo, porque el show que prometía muchísimo se quedó en un nuevo ejercicio de resiliencia local que lleva dos encuentros en los que parece el clásico héroe de película al que capturan los malos y le torturan en la plaza del pueblo ante el sufrimiento de su propia gente. Y acaba saliendo vivo, porque lo resiste todo. Insisto y reitero, somos muy afortunados.

Pero no perdamos el hilo del colegiado, ya que de vez en cuando no queda más remedio que centrarnos en ellos al pasar de meros convidados de piedra, el papel que les habían asignado en la escena, a protagonistas como en el Real-Valencia. Lo grave del VAR es que, ya no solo uno, sino dos trencillas a la vez, continúan impartiendo justicia en función del color de la camiseta. El domingo, Moreno cortó de espaldas con la mano un cabezazo de Aritz y aquí no ha pasado nada y el sábado comprobamos en Barcelona que la misma acción es sancionada con la pena máxima. Confirmado, nos siguen tomando el pelo y si va a continuar así, la verdad es que preferimos regresar al sistema de antes, ya que, qué quieren les diga, los atropellos escuecen hasta menos.

Solo cinco minutos después de la polémica expulsión, el Valencia empató en una acción en la que Lino disparó desde fuera del área y el balón le pasó cerca a Marcos André, que se encontraba en fuera de juego. El caso es que algunos argumentan que no influía en la visión de Remiro, a quien le sorprende mal colocado, pero es que precisamente lo estaba por la acumulación de futbolistas como la del brasileño, lo que le hace perder el centro de la portería. Sorprendentemente, el colegiado no gastó mucho tiempo en comprobarlo y, por supuesto, ni se le pasó por la cabeza consultarlo en la pantalla. Pues qué quieren les digan, nos extraña y mucho. Luego ya la circunstancia de que no amonestara a ningún valencianista ya la comentaremos otro día si eso, que luego encima los de siempre nos acusan de llorones.

En definitiva, una auténtica pena. Porque nos fastidiaron la tarde y porque lo hizo un sospechoso habitual, del que conocemos perfectamente el trauma que arrastra desde que la caverna blanca le amargó la vida por un penalti en el que acertó y no le echaron un cable ni sus jefes. Al menos la Real se remangó, resistió y aguantó un empate que a la larga seguro que podremos valorar más que el mal sabor de boca que nos queda esta tarde.

Imanol prefirió no arriesgar con Kubo y Silva, lo que confirmó que llegaban muy justos. Lo normal es que jueguen en Sevilla. El técnico solo introdujo por lo tanto tres cambios respecto al equipo del jueves, con las entradas de Aritz en el lateral derecho, Zubeldia en el eje de la zaga e Illarra, la gran novedad, en la medular en detrimento de Gorosabel, Pacheco y Pablo Marín. La Real arrancó fuerte y a los 38 segundos Carlos se internó, cambió de banda para que Illarra probara suerte tal y como le vino el balón, que detuvo el meta ché y Merino se precipitó al rematar fuera el rechace muy forzado. A los nueve minutos los realistas se adelantaron en el marcador en una acción muy desafortunada de los valencianos. Thierry Correia se resbaló y le sirvió en bandeja el balón a Illarra, cuyo centro lo desvió a las redes de su portería el donostiarra Guillamón. Todo parecía ir sobre ruedas, pero lo cierto es que no era normal.

Después de las emociones fuertes vividas entre semana, quien más o quien menos sospechaba que podía cambiar el viento en cualquier momento. Y así fue, con la roja ya citada de Aritz y el posterior empate del Valencia solo cinco minutos después, lo que, como sucedió con el tanto madrugador tanto del United, hacía temer lo peor. Imanol, en un giro de guion inesperado, optó por colocar a Zubeldia de lateral y retrasar la posición de Zubimendi al eje de la zaga. La realidad es que lo peor de su decisión es que seguía actuando con dos puntas y eso se notaba en que llegaban demasiado fácil al borde de su área. Pero hay que destacar que las mejores ocasiones de largo antes del descanso llegaron en una buena jugada de un Carlos cada vez más entonado, cuyo centro lo remató Brais y su rechace lo envió alto el jabato de Zubeldia, que por momentos pareció jugar con capa, y en un taconazo de Illarra a Rico, que sirvió un balón perfecto a Sorloth, cuyo cabezazo salvó bajo palos Cömert. Eso sí, antes, Remiro había sacado una buena mano en un testarazo de Marcos André.

Punto heroico

En el descanso, Imanol vio claro que tenían que frenar a Gayá, y se decantó por efectuar tres sustituciones. Entraron Gorosabel, que pasó a jugar de interior, una fórmula que no funcionó; Pacheco, lo que permitió a Zubimendi recuperar su puesto; y Magunazelaia, quien se situó en la izquierda. Los sacrificados fueron Illarra, Brais y Carlos. También debatible, como todo. El eibartarra, que cuajó una actuación muy ilusionante, aprovechó otro taconazo, esta vez de Merino, para internarse y poner un gran balón a Sorloth, que estrelló su disparo en el larguero. Lástima, porque ahí estuvo la opción de la victoria y se escapó por centímetros. A partir de ese momento hubo que apretar los dientes y sufrir, con nueve defendiendo la portería y el noruego como el llanero solitario en punta tratando de encontrar un milagro. No estuvo lejos en una acción en la que logró llegar a zona de disparo con su pierna buena, pero su intento se estrelló en un defensa.

Como ya sucedió el jueves, Remiro apenas tuvo que intervenir aunque Marcos André estrelló una pelota en el palo en una falta sacada rápido por los visitantes; Castillejo no logró rematar un centro de Duro en posición inmejorable y Gayá no aprovechó un servicio medido de Castillejo, ya en el descuento.

Un punto heroico, otro resultado que no es victoria con aroma a gloria, pero la sensación con la que se marchó la afición fue de decepción. No se lo merecía. En Anoeta gusta el fútbol y no queremos que nadie sabotee un partido y menos aún que lo haga un artista no invitado a la fiesta fustigado por unos fantasmas que le acechan cada vez que le toca arbitrar a la Real. Iturralde González declaró hace poco que "no te haces árbitro hasta que chocas con el autobús blanco". Las secuelas del bautizo de Munuera Montero fueron que se convirtió en uno de los malos. El año 2022 tenía derecho a una despedida mucho más bonita y feliz por los extraordinarios méritos adquiridos por un equipo de leyenda. El fútbol del VAR está gravemente enfermo. Necesita un tratamiento y una reflexión, porque hace demasiado tiempo que huele a chamusquina...