Muchos de los aficionados de la Real se llevaron las manos en la cabeza cuando hace escasos días vieron a Alexander Isak celebrar su primer gol con la camiseta del Newcastle. No se podían creer que, de golpe y porrazo, todos los problemas para perforar la portería rival que estaba teniendo en la Real, desaparecieran a las primeras de cambio con las urracas. La celebración, como no podía ser de otra manera, fue por todo lo alto. Lo que no preveían los seguidores txuri-urdn es que, solo tres días después, iban a vivir las mismas sensaciones que los fans del equipo británico con el que está llamado a ser su nuevo ídolo: Sadiq Umar. Y es que cuando el internacional sueco estrenó su casillero como goleador en la Premier League, el nigeriano se estaba entrenando con el Almería y el presidente del conjunto andaluz, Turki Al-Sheikh, haciendo de las suyas para impedir su fichaje.

Imanol, en su comparecencia del viernes ante los medios, dijo que estaba para jugar de inicio. Pero, por lo visto, no lo veía del todo claro. De hecho, el oriotarra apostó por Sorloth para el once titular, cuando en sala de prensa de Anoeta anunció que no estaba al 100%, algo que se pudo comprar sobre el verde. Sadiq Umar ni se inmutó ante esta cuestión. Eso sí, se le veía nervioso, mordiéndose las uñas en el banquillo. No ayudó en absoluto ese primer tanto de Álvaro Morata al poco de comenzar la contienda. El nigeriano estaba seguro de que su momento iba a llegar más pronto que tarde. Por lo menos, el de jugar sus primeros minutos con la zamarra blanquiazul.

Viendo el desarrollo del partido, con su equipo por debajo en el marcador, Imanol echó mano del fichaje más caro en la historia de la Real tras esos 25 millones (20 fijos y cinco en variables) que ha tenido que desembolsar la entidad que preside Jokin Aperribay para hacerse con sus servicios. Solo le bastaron diez minutos sobre el terreno de juego para ganarse el corazón de la hinchada blanquiazul. Cho, el mejor ayer de los realistas, puso un balón al segundo palo y ahí emergió la gigante figura del nuevo delantero de la Real para llevarse por delante a Reinildo y remachar, quizá no de la manera más ortodoxa posible, un tanto que hizo estallar de alegría Anoeta. Hubo que esperar, como no, a que el VAR diera su ok para que el santuario txuri-urdin pudiera celebrar el tanto. La celebración de los jugadores, por todo lo alto. No era para menos. Ha sido una semana intensa la que se ha vivido en la caseta blanquiazul tras la confirmación de la salida de Isak, al que se le tenía mucho cariño en el vestuario. En su lugar han llegado un viejo conocido como Sorloth y un delantero africano que ya dejado muestras de cómo se las gasta. Ese tanto fue como una liberación, no solo para el protagonista, también para sus compañeros.

Diez minutos más tarde, también estuvo muy cerca del gol tras una conducción y un pase majestuoso de Zubimendi. Sadiq no se atrevió a disparar y Reinildo no se tragó el amago del nigeriano. Sus gestos de desesperación eran más que evidentes ante la oportunidad desperdiciada. Anoeta, literalmente, se hubiera venido abajo. Empezó a hacerlo a falta de un cuarto de hora para el final. Lo impidió uno de los asistentes de Soto Grado. Take Kubo se inventó un pase magnífico que llegó a los pies de un adelantado Sadiq. El nigeriano no se puso nervioso, picando el balón ante la salida de Jan Oblak. En la grada, los aficionados se tiraban de los pelos, incrédulos ante lo que estaban viendo sus ojos. Pero dicen que la alegría dura poco en la casa del pobre. Y eso es lo que le pasó a la Real y a sus seguidores. Soto Grado anuló la acción por fuera de juego. En los 54 minutos que estuvo sobre el terreno de juego, Sadiq dio muchas pistas de lo que puede aportar a su nuevo equipo, como que es muy difícil quitarle en balón, ya no solo cuando lo protege de espaldas, sino cuando lo lleva en los pies. Y es que, pese a su envergadura, es muy habilidoso. La tormenta Sadiq ha llegado y promete un chaparrón de goles. El primero ya ha llegado. Solo le bastaron diez minutos para hacer que Anoeta estallara de alegría.