Siempre lo he comentado y siento mi insistencia. Hagan caso a las señales. No a las de tráfico, que también, sino a las que te muestra y envía la vida. Un ejemplo. ¿Acaso creen que en mi estreno de vacaciones, después de cruzarme todo el país hasta llegar al sur, 1.000 kilómetros casi exactos, no tenía ningún significado que la primera persona que me encontrase al pisar la playa fuese el Profe Ortega, el exigente y temido preparador físico del Atlético y de Uruguay? Yo no se lo di o no quise dárselo. Y después de tres semanas que, incomprensiblemente, pasaron fugazmente, a mucha más velocidad de lo permitido, con un total de 21 días desayunando más de media barra de pan con bien de mantequilla, comiendo fuera de casa e hidratándome como se hidrata un auténtico campeón, al llegar a casa me pegué uno de los sustos de mi vida cuando, osado de mí, me subí a la báscula para comprobar si había cogido el típico kilito de más en mi periodo de asueto. En ese momento apareció por el aire en mi baño el espíritu del Profe Ortega y me envió un mensaje: “Qué querés que te diga, yo más no puedo hacer”.

Aquí no hay quien viva

No, algo olía a podrido este verano. Se mascaba la tragedia incluso desde mi bucólico retiro vacacional. Y se han cumplido los peores presagios. Hablando en plata, no hay quién viva siendo periodista deportivo en la ventana de mercado estival. Confiemos de verdad en que lo que ha sucedido en estos meses sea una excepción en este club y la consecuencia de un cambio de ciclo aparentemente algo forzado, porque aunque el filial y el C quizá lo exigían, tampoco parecía tan urgente en la primera plantilla después de sus triunfales tres últimos años (estoy muy ilusionado con este equipazo, sin ninguna duda).

Las condiciones laborales para los periodistas deportivos, que por cierto a estas alturas ya recibimos tanta caña o más en las redes sociales que los propios protagonistas del fútbol (y no, eso no va en los sueldos, al menos en los nuestros), se han convertido en insoportables y para rascar algo parecido a una exclusiva se te tiene que aparecer la Virgen o ser MacGyver. La Real es un bunker para la información hasta el punto de que desde su dirección deportiva amenazan a agentes con romper lo apalabrado si trasciende algo a los medios. Es decir, ojo al dato, anteponen que les hayan cazado al fichaje del que se supone que era su objetivo prioritario. Y dicho y reconocido por varios representantes. El control que ejerce el club es tal, que en el año en el que se ha puesto de moda la aplicación de los vuelos de los aviones, han encontrado una fórmula para que no se descubra el destino final, algo que estrenaron en el viaje de Sadiq Umar. Por cierto, para que se den cuenta de la locura en la que se ha convertido todo esto, se conectaron en directo más de 1.000 personas para conocer la ubicación y la dirección del chárter. Como imaginarán, es casi imposible confirmar nombres con certezas y, lo que es peor dado ese pregonado hermetismo, siempre cae algún regalito en forma de filtración a los de siempre, esta vez en forma de bombazo a nivel mundial con todo tipo de detalles. Que digo yo que ya que estamos, para qué escatimar datos por mucho que se moleste el azote de los representantes...

Desde que se acabó la pasada temporada, incluso antes, han sido diarias la aparición de rumores y los mensajes que he recibido con distintos nombres de jugadores. Hasta el punto de que algún medio ha llegado a desmentirse a sí mismo en un fenómeno que, sinceramente, yo jamás había presenciado.

Grandes fuentes que te ponen en el camino correcto, mejores pistas que te ilusionan como a un niño, rumores malintencionados o simplemente interesados, muchísima gente de bien que se desvive por ayudarte y comparte contigo alguna información que les ha contado el que trabaja con el hijo del directivo que siempre que le ha dicho algo se ha cumplido... Suelen decir que los periodistas deportivos somos futbolistas frustrados y la mayoría lo confirmamos, porque solemos estar bastante chalados por el fútbol (el último toque de corneta en mi casa fue por poner un Almería-Sevilla; no entiendo, si jugaba un posible fichaje de la Real, era trabajo), pero para mi estupor, lo que he descubierto en las redes sociales es que todo el mundo tiene un periodista dentro. Y yo la verdad es que lo entiendo, porque la adrenalina de dar una buena noticia y que se confirme (para los que trabajamos sin red) es lo más parecido a marcar un gol.

A estos respetuosos y buenos samaritanos, sobre todo, millones de gracias, porque llegan hasta a emocionarte cuando se disculpan porque no se ha cumplido lo que te contaron. Pero para que se hagan una idea de lo duro que es esto, lo que te condiciona la vida hasta el nivel de que pierdes los nervios, porque posiblemente algún mal estudiante en su época decide que es mejor cerrar el mercado al final del 1 de septiembre en lugar del 31 de agosto, como manda la lógica, les voy a ofrecer algunas pistas de lo entretenido que es esto. Y lo comento al margen de aciertos y errores, que todos los hemos tenido, tal y como reconoce sin tapujos un periodista como yo que, muy a mi pesar, tengo muchos muertos en mi armario. Miércoles 26, me operan de la boca y antes de que se me pase la anestesia voy a la redacción y dejo el día hecho. Ya bastante fastidiado, con “mala cara”, me marcho a casa y en un semáforo miro el móvil en el que no paraban de entrar mensajes. “Isak al Newcastle”. Media vuelta y comienzo del festival. WhatsApps de todo tipo, muchos de ellos con el sigue o pregunta por un rumano o un esloveno, que incluso yo me tomaba un tiempo antes de responder para ver quién narices era y si había metido un gol al menos en el interbares de su pueblo. La tensión cada despertar antes de consultar si te la clavaban de nuevo. Que un agente te diga “tengo poco tiempo y no lo voy a perder contigo” sin que te permita acordarse de todos sus muertos. Al menos el domingo dar en la diana con que Sadiq ganaba enteros, insistir en ello, y en un momento, echar todo por la borda o desviarte porque te confirman los mismos que te contaron todos los detalles de la llegada de Kubo un nombre que, casualmente o no (o sea no), publicamos todos los medios locales casi a la vez... Otro día llegar a casa tarde, estar dos minutos en el sofá, que tu mujer se ofrezca a hacerte la cena porque te ve muerto y cuando vuelve con una tortilla de bonito, te encuentra en el ordenador sudando la gota gorda cambiando todo lo que habías hecho en la agotadora jornada laboral porque la Real estaba a punto de cerrar a Sadiq. Al día siguiente se rompen las negociaciones. ¡Con lo que me ilusionaban a mí los fichajes como aficionado, llega un momento que hasta les coges manía antes de que lleguen!

El estrés de las llamadas y mensajes, la autoexigencia y la competitividad de querer ser el primero, la inmediatez que te exigen las redes sociales... Nada ayuda y nada es lo que parece en un mundo de trileros. Y la autocrítica, feroz en mi caso, ya que nadie se flagela como yo en el fallo. Si hasta Kubo reconoce en la entrevista que todos queremos ser como Fabrizio Romano y corremos demasiado. Y no le falta razón. Disculpen, ahora que me han liberado de mi secuestro, ya con el mercado cerrado, hoy he venido a hablar de mi libro. Tampoco me juzguen y sean comprensivos, porque he citado tanto al Atlético como lo han hecho en el club en toda la semana. Mientras tanto mi hija no deja de aporrear mi ordenador. Pero ya se lo he explicado, todo menos ser periodista deportiva... ¡A por ellos!