Otra vez en Europa van a ver a la Real... Por tercer año consecutivo, en las tres campañas que ha completado enteras Imanol Alguacil. El oriotarra sigue haciendo historia agarrado con fuerza al timón al igualar el récord de Alberto Ormaetxea con el equipo campeón de inicios de los ochenta. Se dice fácil, se cuenta rápido, pero la única realidad es que hay muy buenos equipos que se han quedado fuera de dicho objetivo porque la Real ha decidido dar un paso adelante e instalarse en la zona noble de la tabla. Después de su frase "tenemos que ser los mejores del mundo de lunes a viernes" que repite en cada comparecencia, la siguiente sentencia que más ha utilizado Jokin Aperribay es "el objetivo debe ser clasificarnos a Europa de forma recurrente". El presidente que casi siempre ha alcanzado todo lo que se ha propuesto ya tiene lo que buscaba y exigía. A nadie le sorprende ya que la Real regrese a Europa, entre otras cosas porque lleva toda la temporada en posiciones privilegiadas. No en vano por algo llegó hasta a liderar la clasificación como ya logró la temporada pasada casi en las mismas fechas. El mérito de este equipo, que ha llegado a parecer un náufrago en un mar de dudas y que, como anunció su propio entrenador, se ha rehecho a todo lo malo que le ha sucedido sobre todo en este tramo final en el que, a pesar de haber podido firmar mejores registros, su puntaje le ha permitido sellar su pasaporte para el Viejo Continente con dos jornadas aún por disputar, es incuestionable. No han sido pocas las curvas. Ahí estaban en la grada su gran estrella Mikel Oyarzabal con su pierna en un cojín, su goleador viendo el partido desde un diván por sus problemas ante el gol y su gran apuesta ofensiva de la pospandemia, Carlos Fernández, sin haber disputado ni un solo minuto por culpa de otros ligamentos rotos. Y que conste que, una vez más, había muchos que no daban un duro por ellos...

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El triunfo definitivo que confirmó la clasificación se certificó ante el pobre Cádiz, que va a sufrir hasta el final para salvarse. Cuando cuentas en tus filas con un futbolista de talla mundial, te pueden pasar estas cosas. Es normal que a sus 36 años le cueste en citas importantes y frente a enemigos más físicos, pero cuando menos te lo esperas, Silva destapa el tarro de las esencias y levita por encima del resto de futbolistas. El canario, que ya lleva varios encuentros mucho más entonado, lo que le ha permitido que no se discuta su renovación, protagonizó probablemente su mejor actuación vestido de txuri-urdin. En Anoeta desde luego. Llegó un momento en el que la grada solo quería que le pasaran la pelota al canario para que siguiera haciendo trucos de magia y reaccionar con esos sonoros y reconfortantes "Ohhh". Siempre tomando la decisión acertada, sin perder el balón, y con una varita en su pierna zocata con la que marcó las diferencias ante unos cadistas que eran plenamente conscientes del baile que les estaba organizando entre sus líneas. Espectacular, de otro nivel. Si Silva está así, la Real es capaz de todo. Y lo mejor es que sus adversarios son conscientes de ello. Un pase del de Arguineguín permitió a Sorloth hacer el primero y un penalti que generó a los pies de Alarcón le dio la oportunidad a Januzaj de materializar su tercer gol este curso. En la última jugada, Portu hizo un yo me lo guiso, yo me lo como y transformó otra pena máxima que provocó de forma pícara.

Imanol se decantó por mantener el rombo en el centro del campo y dar entrada a Aritz y Januzaj como sustitutos de los sancionados Le Normand e Isak. Por nombres, lo esperado. Por planteamiento, quién más o quién menos había pensado en la posibilidad de regresar al 4-3-3 para abrir el campo a un adversario que defiende con mucho orden y contundencia. El técnico está encantado con su nueva fórmula que marca diferencias con sus cuatro centrocampistas extraordinarios. El problema es que muchas veces le resta dinamita arriba y ese es un problema muy grave sobre todo cuando se arrastra una angustiosa sequía goleadora, con registros más propios de un candidato al descenso.

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Era un día clave, jornada 36, y la salida de la Real tras perder en casa del colista no pudo ser más fría. En los dos primeros minutos, Rico y Rafinha perdieron sendas pelotas por una evidente falta de tensión lo que permitió enseñar las garras al Cádiz sin que Remiro tuviese que intervenir. La Real continuaba anclada en la tónica habitual de esta campaña, con cero improvisación en sus ataques y un intento constante de tener la posesión y a través de las combinaciones largas desequilibrar y buscarle las cosquillas al rival. El inconveniente es que, cuando tienes un contrincante tan ordenado y replegado tras su presión adelantada, la cosa se complica sobremanera. Con su ritmo lento y previsible resultaba muy difícil encontrar resquicios en la muralla amarilla. Por si fuera poco, como tantos otros días, en demasiadas ocasiones abusan de marear la perdiz sin ser capaces ni de rematar a puerta, lo que, llegados a estas alturas y después de cuatro encuentros sin ganar a pesar de haberlo merecido en la mayoría, frustra y desespera. Hay que tomar nota de esto, aunque ayer se quedara en un vago recuerdo sin importancia...

En el fútbol existe una solución que lo cambia todo y que ya se nos había casi olvidado. Y consiste en marcar gol. La jugada mágica capaz de variar el signo de las batallas. No importa que hayas estado más o menos acertado, ponerte por delante en el marcador te da alas. Y por fin sucedió. Ya era hora. La Real llevaba desde el 13 de febrero (Oyarzabal, quién si no, al Granada) sin anotar antes del descanso en la que ya miramos con desconfianza y denominamos la portería maldita. La calidad de la jugada mereció el premio, a pesar del plomizo panorama que se cernía sobre Anoeta. Merino se giró en la sala de máquinas y dio un pase vertical a Januzaj, que todavía estaba tratando de descubrir los secretos de su nueva ubicación como segundo punta, quien se la dejó de cara al mago, que sacó el metro, midió la distancia y le sirvió una asistencia de oro en el momento preciso que Sorloth convirtió en gol gracias a un certero disparo cruzado.

Ya en ventaja, el campo se inclinó por completo hacia la meta de Ledesma. Sobre todo gracias a la aportación de los laterales, cuyas incorporaciones son vitales cuando juegas con interiores tan marcados. Los dos estuvieron bien en ataque. Rico puso un buen centro que Januzaj cabeceó a las manos del argentino, Zubimendi remató fuera con la testa una acción para enmarcar del omnipresente, que estuvo a punto de marcar en un control y disparo rápido tras una buena conducción y asistencia de Gorosabel. Cuando mejor estuvo la Real perdonó y a falta de poco para el entreacto se llevó un buen susto con el tanto anulado de Idrissi por un fuera de juego previo de Alarcón que desveló el VAR.

A los siete minutos de la reanudación, el chileno volvió a meter la pata, esta vez en su área, para derribar con nitidez a Silva cuando se internaba. La pena máxima la transformó Januzaj, con su tranquilidad habitual y la batalla quedó vista para sentencia. Porque el Cádiz es otro equipo al que le cuesta un mundo marcar goles y la Real se convierte en una muralla de hormigón cuando se pone en ventaja, sobre todo en Anoeta. Los amarillos lo intentaron, pero no llegaron a inquietar de verdad a un Remiro seguro y valiente. En el descuento llegó la espuela, con un gran pase de Portu que Sorloth no logró alojarlo en las mallas; con el último servicio a la humanidad de Silva con un centro sublime que Merino cabeceó a placer demasiado centrado; y con el tanto del murciano, también desde los once metros, que había provocado él mismo con su habitual picaresca callejera.

3-0, la mayor diferencia de la Liga. En la jornada 36 y justo el día en el que faltan por primera vez en tres años Isak y Oyarzabal. El fútbol tiene estas cosas, cuando menos te lo esperas los astros se alinean y acabas encontrando la goleada que tanto tiempo llevabas buscando para hacer feliz a esa gente que te ha acompañado en el viaje entregada y a la que le ha faltado mucho rock and roll y dianas esta temporada. Ahora hay que centrarse en el último paso, el de "la rehostia", como lo denominó la leyenda Imanol. Salir vivos de casa del semifinalista de la Champions, el Villarreal, para entrar de forma directa en una Europa League, que, entre otras cosas, te da mucho más prestigio y te permite no disputar una previa en agosto. Pero lo importante ya está hecho, que nadie le quite ni el más mínimo mérito. La Real de Imanol, Olabe y Aperribay es historia viva txuri-urdin, no solo por haber celebrado un título 34 años después, sino porque se ha clasificado en tres temporadas consecutivas para competir en el Viejo Continente. Y lo mejor de todo, esa sensación perenne de que lo mejor está por llegar...