Un recibimiento caliente. Una perspectiva ilusionante. Una cita de las importantes. Y nervios a escena. Nada que objetar. Los futbolistas de la Realy perciben la responsabilidad. Sentían el pasado jueves que tocaba dar una alegría a toda esa gente que les empujaba, y algo les temblaron las piernas. Una cosa muy parecida sucedió el 13 de febrero de 2020, en el partido de Anoeta contra el Mirandés, en la ida de las semifinales. Los burgaleses presionaron arriba, de forma similar a la empleada el otro día por el Betis. Y al cuadro txuri-urdin le faltó templanza para encontrar esas superioridades que sí existían en ambos duelos, dentro del ocho contra seis con el que los de Imanol iniciaban todas sus jugadas. Por ahí se escapó ante los verdiblancos una parte del billete copero. La otra voló simplemente porque esto es fútbol y hay jugadas puntuales que marcan partidos enteros. El Betis fue superior, pero no pasó por encima de nadie, igual que la propia Real tampoco pegó ningún meneo al PSV en diciembre. Aquello terminó 3-0. Lo de la Copa, 0-4. Da igual. Las goleadas están sobrevaloradas. A favor y en contra.
oyarzabal y guardiola
Una de esas acciones clave que determinaron el devenir de la eliminatoria acabó en gol de Januzaj, anulado por fuera de juego. Creo sinceramente que sí lo hubo, que efectivamente la imagen “buena” del VAR mostraba a Oyarzabal unos centímetros adelantado, medio pie. Pero la jugada debe servirnos para entender lo delgada que es en este juego la línea que separa las victorias de las derrotas. ¿Qué habría pasado a partir de un 1-1 en el minuto 39? Podría haber ganado la Real. Podría haber ganado el Betis igualmente. Yo solo tengo clara una cosa: el partido ya habría sido otro. El Barcelona de Guardiola perdió en 2011 una final de Copa contra el Madrid de Mourinho, después de que a Pedro le invalidaran el posible 1-0 por un offside. El difícil entorno culé empezó a temer tras la derrota un posible cambio de ciclo, y Pep se encargó entonces de recordar que el eterno rival era campeón por cuestión de milímetros. Mou, siempre cínico, replicó que su colega “había criticado el acierto de un árbitro”. Mentira. El actual técnico del City solo había reivindicado para su equipo el mensaje estelar de la excelsa Matchpoint de Woody Allen. “Al loro, que no estamos tan mal”.
con perspectiva
La última frase del párrafo anterior no corresponde a la película, y sí a un achispado Joan Laporta durante un congreso de peñas blaugranas. Es aplicable a las palabras de Guardiola sobre el fuera de juego de Pedro. Y también al alegato en favor de sus jugadores que Imanol lanzó el sábado antes de visitar Mestalla. Cogió a la Real decimoquinta, hace tres años, y no la metió en Europa de milagro. Después ha venido lo que ha venido: dos billetes continentales consecutivos y una Copa del Rey, que se dice pronto. De momento, además, el actual curso nos sitúa a la Real viva en el torneo del KO hasta cuartos tras eliminar al Atlético y antes de caer ante un gran Betis, inmersa de lleno en la pelea liguera por los distintos pasaportes y encarando también un precioso duelo internacional contra el Leipzig. Se lo cuentan a cualquiera saliendo de Anoeta tras aquel 0-1 contra el Alavés y le da un ataque de risa. El entrenador txuri-urdin no se atrevió en su rueda de prensa del otro día a enumerar los logros que figuran en su currículum, pero vino a decir que no estamos para quejarnos mucho, viniendo de donde venimos. Y tenía razón.
empate en mestalla
En Valencia comprobamos por enésima vez que este equipo es un martillo pilón. Jugará bien, mal o regular, pero siempre salta al campo teniendo muy claro lo que debe hacer para acercarse a la victoria. El domingo, menos de 72 horas después del varapalo copero, el guion de partido asomó cristalino en las cabezas txuri-urdin. Durante la primera parte, ante un rival con zaga de cinco que sobrepoblaba el carril central, la Real hizo del juego largo y directo su principal vía ofensiva, con el objetivo de hacer daño a la espalda de los carrileros locales. No le fue del todo mal. Peor se dieron las cosas tras el descanso, de nuevo ante un panorama relativamente parecido al de los mencionados duelos frente a Mirandés y Betis. Bordalás cambió a 4-4-2, vino a apretar arriba y se les presentaron así a los txuri-urdin nuevas oportunidades y amenazas. Se podía enganchar por dentro, encontrar al hombre libre (Zubimendi entre líneas a menudo) y girar por completo al Valencia para ponerlo a correr hacia atrás. Pero también existía el riesgo de incurrir en pérdidas peligrosas con el equipo abierto en canal. Llegó a prometer la cosa justo tras la reanudación, porque los nuestros enlazaron pases verticales en más de una oportunidad y alcanzaron así las inmediaciones del área contraria con el balón controlado. Poco a poco, sin embargo, el empuje local fue cambiando el aire al partido, hasta el punto de que terminamos dando por bueno un empate a priori insatisfactorio. Destacó Álex Remiro, quien bajo palos atraviesa su mejor momento como portero de la Real.