omo el toro luce unos cuernos monumentales y no hay quien lo agarre, vivimos meses, casi un año, atentos a lo que sucede en nuestras vidas y que en poco depende de nosotros. Llegó el momento en que decidí escribir muy poco del virus en esta sección, por no decir nada. Erre que erre, más de lo mismo, todos los días a casi todas las horas. Trato de evitar hartazgos. Una cosa es la voluntad y otra, la realidad que salpica. Ahora resulta que, con motivo de la variante británica del virus, las autoridades quieren que la cepa no se extienda, que los contagios se eviten y que cada cual se busque la vida. Le sucede a la Real en competición europea. El Manchester es inglés. En teoría, no pueden entrar aviones procedentes de aquellos lares, ni personas de la misma geografía. Y no sé qué más. Bueno, sí. Que después de no sé cuánto el equipo ganó por goleada y se agradece disfrutar de una siesta en paz.

Como en teoría es eliminatoria a doble vuelta, se supone que los dos partidos, si no hay quien decida lo contrario, se deberán disputar en terreno neutral. Como cada vez son más los países que no dejan entrar ni al Tato en sus territorios, propongo Andorra y Gibraltar. La ida en el Principado, como si fuera nuestra casa. ¿Hay algo más hermoso que jugar en el estadio Nacional de Andorra la Vella? Todo rodeado de montañas nevadas, a orillas del Valira, con opción de hacer compras a buen precio, con múltiples plazas de aparcamiento, con gente encantadora que seguro se pone de nuestro lado y con buen nivel de restauración. Para la UEFA, Andorra es un país porque hay una selección que compite de forma oficial en campeonatos continentales. Por tanto, perfectamente neutral.

La vuelta, en Gibraltar, a donde se puede llegar cómodamente. Disponen de un aeropuerto y un campo de juego en el que también se disputan partidos internacionales. Los gibraltareños animarían al Manchester, pero seguro que los trabajadores de la zona que cruzan todos los días la valla, apostarían por la Real, y como la vecina Balompédica Linense, que está al lado, cuenta con muchos seguidores se lo ponemos a huevo. Los famosos monos del Peñón asistirían estupefactos al evento del Victoria Stadium, las tiendas harían su agosto en marzo, vendiendo tabaco a los que fuman, whisky, colonias, gafas de sol, chocolates, tecnología€

En los dos escenarios podríamos repartir insignias que antes se coleccionaban. No sé si esa costumbre sigue vigente o se ha perdido. Ahora que nos ocupa el Cádiz, recuerdo los viajes al Carranza. En la puerta nos recibía siempre un señor muy amable que, después del rendez-vous y de entregarnos la acreditación, nos hacía siempre la misma pregunta. ¿No tendrá por ahí unos escuditos? Íbamos preparados. Juantxo Trecet, el delegado del equipo, siempre atento a hacer mejor la imagen del club y a ayudarnos en todo, nos daba unas bolsitas de papel marrón con una docena, más o menos, de insignias para que las repartiéramos. Uno por uno, según pasábamos los enviados especiales, le regalábamos un par de ellas. Así, años y años. Supongo que a media provincia y parte de Huelva le debieron llegar los recuerdos porque los amontonaba.

Que se ponen tozudos y deciden que sea eliminatoria a partido único, nada más grande que el Principado de Liechtenstein. Novedoso campo el Rheinpark Stadion de Vaduz, en el que nunca hemos competido. Y si me apuráis, tampoco haría ascos a un partido en el Josy Barthel de Luxemburgo o en el Torsvollur de las Islas Feroe. Sin olvidarme de Mónaco, el territorio de los Grimaldi, con vinculación del príncipe Alberto que un día visitó el Aquarium donostiarra y su hermana Carolina quien vivió in situ su reinauguración. Los monegascos nos animarían y si te descuidas nos invitaban gratis al casino para jugar al póquer caribeño, al blackjack o a la ruleta. Si encima dejan entrar espectadores, a lo mejor hasta recaudamos.

Podría seguir haciendo propuestas, pero me olvidaría del Cádiz y de la visita a Anoeta. Los partidos pueden ser previsibles o lo contrario. Lo mismo que los árbitros. Como hace tiempo dejé de flagelarme con el asunto de las manos pegadas al cuerpo, sueltas y sin influir, atadas pero decidiendo y demás situaciones indefendibles, celebro que esta vez el VAR tantas veces esquivo y odiado decidiera a favor de las tesis guipuzcoanas. ¿Mala conciencia, mea culpa? El primer tiempo del trencilla es para enmarcar. Tres decisiones trascendentes y las tres equivocadas a juicio de quien coteja vídeos y repeticiones. Casi que me da igual. Prefiero destacar la capacidad de resolución de Isak y Mikel Oyarzabal, goles a pares. En el caso del eibartarra, con acierto incluido desde los once metros. Lo celebro por él, más aún después de leer esta semana la entrevista de Mikel Recalde que me pareció deliciosa. Un libro abierto de sinceridad y una enorme capacidad de compartir sensaciones, dudas y confianza en las fuerzas del colectivo al que defiende. El 4-1 es una recompensa que ha tardado mucho en llegar.

Se podrá discutir sobre los goles, la expulsión. Lo que queráis. Podrá sorprender que el presidente del conjunto cadista le escriba una carta al que preside la federación para señalarle que el punto de hartazgo es colosal. La mayoría de sus colegas podrían hacer lo mismo. Hace no mucho leía una información y reconocían que las decisiones habían costado unos cuantos puntos al equipo de Imanol. Ayer sumó con todo merecimiento tres, cosa que no sucedía desde antes que los americanos del norte cambiaran de presidente. Además, ahora calma. Toda la semana para preparar el siguiente compromiso, sin partidos a la vuelta de la esquina. Se agradece. Además de la victoria, las buenas noticias que se añaden con los minutos de Illarramendi, la vuelta de David Silva y los goles que siempre sientan estupendamente. Otra vez cuatro, como ante el Celta o el Huesca cuando el equipo bordaba el fútbol y enamoraba. Hablando de amor, mira por dónde, se me acaba de ocurrir que Brujas podía ser otra ciudad neutral para jugar un partido de fútbol y cruzar además el puente de San Bonifacio, en donde las parejas se declaran y comparten un piquito.