La crisis de resultados de la Real era como un rompecabezas. Le faltaban piezas por encajar. La única explicación coherente para justificar el bache en el que había entrado era la famosa teoría de la manta, pregonada por el entrenador brasileño Tim, que en su momento, en 1968, hizo campeón a San Lorenzo de Almagro: "Jugar al fútbol es como tratar de taparse con una manta corta: si uno se cubre la cabeza es inevitable que se descubran los pies; y si se tapan los pies, queda afuera la cabeza". En un duelo faltaba puntería, acierto y pegada. Y en otro, la defensa parecía un coladero. El caso es que por hache o por be, siempre le faltaba o fallaba algo. Y así pasaron las semanas hasta completar un registro muy inquietante de dos victorias en 17 encuentros. En los momentos bajos, cuando afloran las dudas y los miedos, siempre es conveniente escuchar a los hombres sabios. Esos que saben de todo porque ya han vivido cualquier tipo de situación en el primer equipo. En el argot castellano vulgar, que tienen el culo pelado. Aunque parezca mentira y por muy paradójico que suene, uno de los grandes referentes actuales txuri-urdin solo tiene 23 años. Pero cuando habla, hay que escucharle. En la entrevista que concedió esta semana a este periódico, Mikel Oyarzabal, que así se llama el gurú blanquiazul, repitió hasta la saciedad el mismo mensaje (hasta el punto de que hubo que cortarle la coletilla con la que acababa la mayoría de las respuestas): "La sensación del equipo en el campo es muy buena y hacemos las cosas bien, luego otra cosa es que depende de que la pelotita entre". Y en el mismo tono relativizó el socavón de resultados en Anoeta, donde no ganaban desde el 8 de noviembre: "Es extraño porque ves los números y creas las mismas ocasiones en casa que fuera, tienes el balón, al equipo contrario le sometes... El fútbol es así, es que la pelota entre, y un día entrará de rebote y de ahí empezarán a venir. Este es un motivo para aprender y crecer. El primero vendrá cuando menos lo esperemos y de ahí empezarán a llegar". Visto lo visto ayer, tenía razón. El día que encajaron todas las piezas la Real no solo ganó, sino que goleó para acabar siendo misericordiosa con el Cádiz y evitar de esta manera hacer más sangre.

Esta crónica se podría titular Duples de Reyes. Dos dobletes de Oyarzabal e Isak, que serían titulares en todos los equipos de la Liga, marcaron la diferencia ante un Cádiz que fue fiel a su historia y volvió a no tener suerte en Donostia. Del 10 nos quedamos con que después de marcar dos goles, de sacar el córner del penalti, de provocar la roja, de generar el cuarto, de poder anotar otros dos, fue capaz de cerrar un centro en uno de los córners de la meta local tras una carrera heroica. Un competidor nato, que engrandece a diario el escudo que se besa cada vez que marca. Ídolo total.

Y luego Isak, qué futbolista. Solo necesita un poco de confianza para rescatar el espíritu del delantero que nos deslumbró el año pasado. Como decían de Muhammad Ali, "flota como una mariposa; pica como una abeja". Lo hace todo bien y, como comentaba el gurú, es un superdotado para dibujar esas imponentes carreras con el balón controlado. Impresiona lo coordinado que es y la calidad técnica que atesora. Y algún osado se atrevió a decir que era torpe... Marcó dos y pudo hacer tres más. Lo típico cuando está así.

Pero la Real de las piezas encajadas no se ciñó solo a la pegada de sus reyes. Merino estuvo imperial y volvió a acreditar que ha heredado de Zurutuza la condición de termómetro para tomar la temperatura del equipo. Si está inspirado, la Real funciona. Januzaj sacó conejos de su chistera y eso que le quitaron en pleno show; Guevara ha evolucionado de forma impresionante y ya se atreve con todo; y los centrales cumplieron con nota, algo que suele ser más habitual cuando les refuerza Monreal en el lateral izquierdo. Mucho bueno, demasiado, para que el Cádiz, o quien fuese, dispusiera de una mínima opción de pescar en Anoeta.

Y eso es lo más importante que nos dejó ayer el partido. Su sinopsis. A partir de la indiscutible justicia del marcador es desde donde se puede analizar el resto de lo acontecido. Para valorarlo con corrección y ser objetivo, hay que destacar que en el VAR había un colegiado con cargo de conciencia por el atraco que había dejado a la Real fuera de los cuartos de la Copa y, por lo que parece, en el campo un equipo, el Cádiz, que se siente muy perjudicado por decisiones arbitrales anteriores. Los dos colegiados tuvieron un papel protagonista en el duelo. El primero, Pizarro, porque se equivocó en todas las jugadas polémicas, y el segundo, Mateu, porque, al contrario que en otras ocasiones, ayer sí tenía ganas de corregirle en todas ellas. Eso es así. Pero en realidad lo que completaron fue la mejor demostración de que el videoarbitraje puede hacerse bien, ya que acertaron en todas.

Por partes. Una persona que procede de Atocha no debería entender jamás que la acción de Negredo, que no gana nada por contactar con el brazo la pelota, sea punible. Pero el año pasado, cuando montamos en cólera por la mano de Le Normand en el Camp Nou, nos quisieron convencer de que con el reglamento en la mano (nunca mejor dicho), es penalti. El codo de Zubeldia, pegado al cuerpo y sin capacidad de hacer desaparecer su brazo, no puede ser sancionable aunque lo pitara Pizarro, que también modificó su amarilla a Mauro, porque era una roja irrefutable, ya que Oyarzabal estaba solo y era el último defensa. Se entiende el malestar del Cádiz, porque a nosotros también nos dolería, como es lógico, pero ayer lo injusto habría sido que no hubiese VAR y el atropello contra la Real que hubiese perpetrado el árbitro de campo. Insistimos, lo grave del sistema es la mala utilización que hacen los trencillas, que provoca que hasta cuando aciertan sean sospechosos porque no mantienen siempre el mismo criterio. Y ya está bien, que parece que la Real siempre tiene que pedir perdón por todo cuando ayer ganó por merecimientos y superioridad deportiva.

El partido arrancó y se mantuvo igualado hasta el penalti de Negredo, que materializó con la destreza y eficacia de siempre Oyarzabal. Era importante que transformara uno rápido para olvidar el fantasma del de la Supercopa. El segundo llegó en un pase sin mirar de Merino que el 10 convirtió tras proteger con potencia el balón antes de finalizar. En la última jugada antes del entreacto, Isak metió el largo y Mauro fue expulsado por golpear a Mikel.

En la reanudación, dos chispazos de Januzaj, bien habilitado por sendas aperturas de Merino, acabaron en el doblete del sueco. El primero tras una finalización con clase; y el segundo, al remachar la parada de Lesdesma a cabezazo de Oyarzabal. A partir de ahí muchos cambios, el habitual despiste defensivo, esta vez de Gorosabel, que costó un gol, y muchas opciones desperdiciadas. Demasiadas.

"El día que la pelotita quiera entrar...". No puede ser casualidad. La mala racha exige ganar también en Getafe. Un rival al que se le tiene ganas. Al Cádiz siempre se le apaga su eterna sonrisa en Donostia. Pero esta vez fue porque enfrente tenía un equipazo...

El Cádiz se quejó de la actuación arbitral, pero Mateu, que ayer quiso intervenir en todo, acertó al corregir los fallos de Pizarro

La Real fue un vendaval tras ponerse en ventaja, con un Merino imperial, un Januzaj mágico y dos delanteros que pueden destrozar a cualquiera